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FERIA DE SAN ISIDRO: DECIMOQUINTA CORRIDA

Oliveira, otro gran rejoneador portugués

Plaza de Las Ventas. Domingo. Cuatro toros de Manuel Sánchez Cobaleda, bravos y codiciosos, excepto el sexto. Segundo y tercero de Salamanca, también de muy buen juego. Ángel Peralta: rejón traserísimo y muy bajo, y rueda de peones (más protestas que aplausos, pese a lo cual da la vuelta al ruedo). Rafael Peralta: rejón casi en un brazuelo y otro caído (petición minoritaria y vuelta). José Joao Zoio: rejón caído atravesado, otro trasero y rueda de peones (vuelta con algunas protestas). Manuel Jorge de Oliveira: gran rejón en lo alto, descordando (oreja). Hermanos Peralta: rejón atravesado (oreja). Zoio y Oliveira: rejón contrario (oreja). Presidió bien el comisario Corominas.Hay que dejar constancia de la llegada de otro gran rejoneador portugués: Manuel Jorge de Oliveira. De Portugal, con cierta frecuencia, nos han venido importantes novedades para el toreo. Algún día hablaremos de la categoría taurina que tiene el país vecino, como reserva de pureza, en diversos aspectos del espectáculo. De ellos no es el menor, naturalmente, el toreo a caballo. Mejores o peores y cada uno en su estilo, los portugueses traen todos una técnica depurada y aires de innovación y progreso en esta modalidad del toreo.

Con Oliveira se produjo el domingo la maravilla de la precisión y la autenticidad. Sus cites en corto, con quiebro limpio y reunión al estribo para salir toreando prendieron desde el primer momento en el público, que siguió con atención y admiración creciente toda la labor del torero, tanto cuando actuó en solitario como en compañía de Zoio. Con el rejón de muerte es, además, un caso quizá insólito de dominio y seguridad. También aquí entraba de frente, y en los medios, y clavaba por el hoyo de las agujas. Verdaderamente sensacional.

No tan pulcro, no tan suave, pero torero en toda la extensión de la palabra, Zoio tuvo también un lucido debut. Por su parte, Rafael Peralta realizó un rejoneo entusiasta y espectacular en el que destacaron una pasada espeluznante ante la cara del toro y dos o tres quiebros que pusieron en pie la plaza. En cambio, su hermano Ángel clavaba a toro pasado y muy desigual cuando actuó en solitario. Mejoró al salir con Rafael en el quinto de la tarde.

Este segundo día en la feria de rejoneadores a todo pasto resultó mejor que el anterior, desde luego porque las acciones individuales poseyeron, en conjunto, más calidad, pero también porque los rejoneadores plantearon el toreo por colleras con mayor coherencia. Ni una vez se dio el caso de que volvieran locos a los toros con reuniones precipitadas y sin solución de continuidad. Por el contrario, cada jinete hacía la suerte a su tiempo y las parejas alternaban sin acompañarse, sin cruzarse y sin amontonarse, como vimos el otro día, y tantas y tantas tardes de rejoneadores. Esta nueva versión de las colleras es la que se debería prodigar.

Todo estuvo medido y el espectáculo no se hizo largo. Además pasó ya, lo cual es buena cosa. Esperemos que Canorea se olvide de programarlo durante un plazo prudencial de tiempo (por ejemplo, hasta la nueva subasta, ¿vale?) y que, en cambio, nos traiga muchos rejoneadores, pero uno a uno y como prólogo de la lidia ordinaria en cualquier corrida de toros o novillada,

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