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Funerales de los militares asesinados

Varios cientos de personas insultaron al Gobierno

En contraste con la serenidad y el dolor contenido con que transcurrió el funeral en el Cuartel General del Ejército, varios cientos de personas protagonizaron una manifestación desde la puerta de Alcalá hasta las inmediaciones del cementerio de la Almudena una vez finalizadas las honras fúnebres y el traslado solemne de los féretros. Los manifestantes rebasaron los cordones policiales establecidos en la plaza de la Independencia y se mezclaron con los militares que seguían a pie la comitiva fúnebre. La Policía Nacional, que efectuó un gran despliegue de medios, renunció a emplear sus equipos antidisturbios para impedirlo. Entre los gritos proferidos figuraron graves insultos para el Gobierno, ataques al Jefe del Estado y peticiones de un golpe de Estado.

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Desde las nueve de la mañana, una hora antes de la fijada para el inicio del funeral, fuerzas de la Policía .Nacional y Policía Municipal impidieron el acceso de vehículos y peatones a la calle de Alcalá. Desde O'Donnell hacia la plaza de la Independencia, todas las calles transversales a Alcalá se encontraban cerradas con vallas, bajo la atenta vigilancia de policías nacionales. En la calle de Serrano y en la Castellana, la barrera se situó a la altura de Recoletos, de forma que las personas que se congregaron allí sólo podían divisar a lo lejos la Puerta de Alcalá o Cibeles, fuertemente protegidas por fuerzas de la policía y el Ejército. Algunas personas, en su búsqueda de un «hueco» por el que llegar hastá Cibeles y al Cuartel General del Ejército, increparon a los policías, que contestaban con buenas palabras y alegaban que habían recibido órdenes de prohibir que ningún civil accediera a la calle por donde debía pasar el cortejo fúnebre. Los gritos más escuchados fueron «Os habéis vendido» y «Estáis defendiendo a Suárez». Unos jóvenes colocaron una pequeña barricada en la calle de Recoletos para intentar impedir el paso de algunos coches, ocupados fundamentalmente por militares de uniforme. La barricada, formada con unos tablones de una obra cercana, fue retirada por los chóferes de algunos de estos coches.A las diez de la mañana, aproximadamente, se habían concentrado en Serrano, esquina a Recoletos, unos centenares de personas que gritaban «ETA, asesina»,«Abajo el Rey», «Goblerno, asesino» y «Ejército al poder». Unos jóvenes, que llevaban uniformes de Falange Española, alzaron una pancarta de grandes proporciones, con el siguiente lema: «Falange Española de las JONS condena el terrorismo». El dispositivo policial de «cerco» parecía funcionar eficazmente. Sin embargo, pocos minutos después se retiró la valla que cortaba el paso en Serrano y se permitió que el público se estacionara en las aceras de la propia plaza de la Independencia, que se llenaron inmediatamente, al igual que unos metros de la calle de Alcalá, en dirección a Ventas. La Policía Nacional se situó frente a estas personas para evitar que invadieran la calzada, en la que se encontraban formados soldados que cubrían carrera desde Cibeles a la Puerta de Alcalá, donde, según lo previsto, se despediría el cortejo fúnebre. En algunas azoteas de la zona se observó la presencia de tiradores especializados con rifles de mira telescópica.

Cuando ya había salido del Cuartel General la comitiva fúnebre. se observó la presencia del líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, quien, tras parlamentar con dos oficiales de la Policía Nacional, obtuvo permiso para cruzar el paseo de Calvo Sotelo hacia la calle de Alcalá. También se observó la presencia del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol.

La comitiva se dirigió hacía la plaza de la Independencia. A la altura del Instituto Nacional de Previsión. se detuvo para que desfilaran las tropas que hablan rendido honores y para permitir que el féretro que contenía los restos del teniente general Gómez Hortigüela, y que era transportado en un armón de artillería, pasara a un coche fúnebre.

En este punto se oyeron graves insultos al Gobierno: «Gutiérrez Mellado, tú los has matado», «¡Abajo los traidores!», «Suárez, traidor, cantaste el Cara al Sol» y «¡Abajo los masones!». También se lanzaron «vivas» al Ejército y a la Policía Nacional e insistentes peticiones de que el Ejército tome el poder. Un coronel se dirigió a los manifestantes para gritarles: «El Ejército al poder, no. El Ejército, a la calle, al campo.» Otro militar intentó taparle la cara con un periódico para evitar que le fotografiaran, pero el coronel lo rechazó.

Tras la última ceremonia oficial, los soldados formados en la plaza de la Independencia se retiraron en dirección a Alfonso XII, en medio de los aplausos y gritos del público. Inmediatamente llegaron fuertes refuerzos de la Policía Nacional, en jeeps y autocares, que fueron recibidos con aplausos. Muchos de los policías iban equipados con dispositivos antidisturbios, tales como escopetas lanzabotes de humo, cascos con visera, etcétera. También acudió a la plaza un gran contingente de policías nacionales motorizados, con el mismo equipo disuasorio.

La policía, desbordada

El público que ocupaba las aceras de la plaza estaba integrado, casi a partes iguales, por jóvenes de ambos sexos, muchos de ellos uniformados, y personas de edad, especialmente mujeres que llevaban prendedores con los colores de la bandera de España. Varios jóvenes llevaban también pequeños estandartes con la bandera nacional con crespón de luto, así como brazaletes con los mismos colores y una pequeña cinta negra. Entre las pancartas exhibidas figuraba una en la que «mujeres de militares, guardia civil y policía nacional» pedían honor y paz y unidad en España. Toda la zona fue abundantemente regada con panfletos firmados por FE de las JONS en los que se decía: «La Falange se pregunta ¿tenemos Estado? ¿tenemos instituciones? ¿dónde están?»

Los gritos más repetidos fueron Ejército al poder, Gutiérrez Mellado, estás acojonado, Gobierno, asesino, ETA, asesina, Ni amnistía ni perdón, ETA al paredón, Franco, Franco, Franco, Carrillo, asesino y Rojos, a Moscú. En algunos momentos muchas personas levantaron el brazo para saludar al estilo falangista y corearon estrofas del «Cara al Sol». Algunos manifestantes alzaron ejemplares del diario El Imparcial mostrando la fotografía de uno de los militares asesinados.

En medio de gritos como los reseñados, aplausos y saludos brazo en alto, la comitiva fúnebre, precedida por varios vehículos que portaban corona de flores, atravesó la plaza de la Independencia. El coche que transportaba un féretro cubierto con la bandera nacional, probablemente el del teniente general Gómez Hortigüela, era conducido lentamente. Cuando se encontraba casi a la altura de Velázquez, el público que llenaba las aceras de la plaza de la Independencia y unos metros de las de Alcalá rompió los cordones policiales y se lanzó a la calzada, mezclándose con los militares que, a pie, seguían la comitiva. Las Fuerzas de la Policía Nacional, pese a ser muy numerosas, no pudieron impedir que el público invadiera la calzada, si bien es cierto que renunciaron a utilizar ninguno de los equipos antidisturbios de que disponían.

En medio de la confusión creada por los manifestantes, el coche fúnebre y dos vehículos oficiales que le seguían quedaron detenidos. De uno de estos vehículos salió Un militar de alta graduación que profirió algunas órdenes. Miembros de la Policía Militar, que llegaron corriendo desde la plaza, rodearon el furgón para evitar, posiblemente, que el féretro fuera sacado y transportado a hombros por los manifestantes. Aprovechando el cordón formado por la Policía Militar, el coche fúnebre y los dos vehículos que le seguían emprendieron rápida marcha Alcalá arriba, en dirección al cementerio de la Almudena.

Los manifestantes, que repitieron algunos de los gritos antes citados así como el de Justicia, se dirigieron también hacia la plaza de Roma. A la altura de Antonio Acuña, la Policía Militar formó un cordón para intentar evitar que la manifestación alcanzara la plaza, pero fue rápidamente rebasada. Entre las cerca de 1.500 personas que, según Europa Press, prosiguieron el camino se encontraban numerosos militares de uniforme. Algunos de ellos estrecharon las manos que le tendían los manifestantes que marchaban a su lado. Las personas que observaban el paso de la manifestación fueron increpadas, especialmente por mujeres, para que se unieran a la misma.

Agresión a fotógrafos

Un Seat 128 azul oscuro que se encontraba detenido, fue agredido por un grupo de jóvenes, soliviantados por una mujer de edad que dijo que su ocupante, un hombre de unos cuarenta años de edad, «le m Iraba de forma aviesa». La carrocería del vehículo fue abollada a puñetazos y arrancados el limpiaparabrisas y las barras embellecedoras. El conductor logró salir ileso.

Un fotógrafo del diario Ya, Gabriel Carvajal, que se encontraba subido al techo de un camión realizando su labor profesional, fue arrojado al suelo a empujones. Trasladado al equipo quirúrgico por la Policía Nacional se le apreció rotura de un tobillo y herida en la boca que necesitó tres puntos de sutura. Otro fotógrafo, Daniel Blanco, de la agencia Europa Press fue maltratado e insultado, mientras que sus máquinas eran destrozadas. Luis Magan, de Mundo Obrero, que realizaba también fotos, fue detenido por la policía y trasladado a la Dirección General de Seguridad, por apreciar un brigada que mantenía una actitud provocativa.

En los alrededores del cementerio de la Almudena se congregaron alounos cientos de personas, la mayoría vistiendo camisa azul. La Policía Nacional impidió su paso hasta cerca de las 12.30 de la mañana, cuando ya habían abandonado el recinto los familiares del teniente general Gómez Hortigüela y las autoridades que les acompañaban. Los manifestantes, que portaban algunas pancartas, entre ellas una que decía Policía, no busques a los asesinos, están en el Parlamento, guardaron silencio en el cementerio y se divolvieron después sin provocar incidentes. Pequeños grupos de jóvenes pretendieron manifestarse frente al Gobierno Civil de Madrid y frente a la Capitanía General. Entre otros gritos, se profirieron Vivas a la muerte. Fueron disueltos por la policía.

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