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FERIA DE SAN ISIDRO: DUODECIMA CORRIDA

Fue una gran tarde de toros

Plaza de Las Ventas. Duodécima corrida de feria. Toros de Torrestrella, de impecable presentación, serios y bien armados, bonitos de lámina. Varios fueron ovacionados de salida. Les faltó fuerza y en conjunto resultaron manejables. El último, premiado injustificadamente con vuelta al ruedo. El Viti: Pinchazo, estocada perpendicular y descabello (protestas). Dos pinchazos y estocada trasera perdiendo la muleta; aviso con casi dos minutos de retraso (gran ovación y salida al tercio). Pinchazo y estocada contraria (oreja). Palomo Linares: Estocada baja en la que resulta cogido. Pasa a la enfermetía (vuelta, que da la cuadrilla). Paquirri: Gran estocada (oreja). Buena estocada (dos orejas y salida a hombros por la puerta grande). El comisario Mantecón presidió mal. Parte facultativo: Palomo fue asistido de contusión en región cérvico-dorsal con probable fractura vertebral. Pronóstico reservado.A la duodécima llegó la mejor corrida. Hubo toros y toreros. Normal. Una corrida puede ser muy buena, con espectáculo continuado y sostenido, sin necesidad de alcanzar los niveles de la maravilla, y así ocurrió ayer. Lo que, en cambio, no puede ser nunca una corrida es el desacato y la sinvergonzonería del miércoles. Los taurinos no hacen caso a Suárez. Si fueran listos, le parafrasearían así: «Vamos a elevar a la categoría de normal, lo que es normal en la fiesta de toros.» Y luego, lo de puedo prometer y prometo.

Pero primero, lo otro. Y se empieza por los toros. Los torrestrella, no importa a estos efectos que algunos fueran terciados, tenían trapío. La corrida era lustrosa, bonita, bien armada y seria. Con algo más de fuerza, habría resultado perfecta para lo que la afición exige. De todas maneras, la afición no protestó ni una sola vez. La afición andanada incluída, no protesta jamás cuando salta a la arena el toro. Antes bien, se solaza. A algunos ejemplares los aplaudió al aparecer por chiqueros, y para el sexto hubo ovación de gala.El toro. Ya está cubierta la primera parte del puedo prometer y prometo. Y, a continuación, los toreros. No tres birlongos guasones se pusieron delante de los torrestrella, sino tres profesionales con lo que hay que tener. Había diferencias entre ellos, por supuesto, pues cada cual es él y su circunstancia, pero en cuanto a valor y sentido de la responsabilidad, se igualaban por arriba. Muy bien; todos contentos. Y ahora, cumplida esta segunda parte del puedo prometer y prometo, sólo quedaba presenciar con atención y tranquilidad la corrida elevada a la categoría de normal.

El primer toro tenía poco recorrido y El Viti muleteó con desánimo, y mató en plan sainete, con lo cual se ganó una merecida bronca El segundo advertía de su mucho peligro por el pitón derecho. Le tiró una tarascada a Palomo en el quite, y otra a un subalterno en el tercio de banderillas. El matador se empeñó en torearle en redondo, y, naturalmente, llegó al tercer aviso. Por la izquierda el torrestrella era excelente, pero Palomo no se acopló. De nuevo el pitón derecho: al entrar a matar salió encampanado de forma impresionante y se golpeó la cabeza al caer. Lo retiraron a la enfermería, conmocionado, mientras el toro rodaba como consecuencia del espadazo.

Al tercero lo recibió Paquirri con dos largas de rodillas y banderilleó quizá peor que nunca. A la nobleza de la res respondió con una faena compuesta, en la que destacó el magnífico sentido de las distancias. Lástima que, entendiendo tan bien al toro, lo muleteara sin clase. La estocada, volcándose, resultó fulminante, y ella sola valió la oreja.

El Viti tenía disgustado al público con su desánimo anterior, y durante la lidia del cuarto -un manso- algunos le decían, eso de ¡viejo!, ¡al asilo! y otras lindezas. Pero El Viti, mayestático coletudo de profundas seriedades y bien templados nervios, poquito a poco fijó al aplomado torrestrella y, como con sacacorchos, le sacó pases hasta conjuntar una faena sólida en su estructura y exquisita en los detalles: el derechazo hondo, el ayudado solemne, el natural templado, curvilíneo y largo y, por encima de todo, la ligazón. ¿Hay aquí torero?

La ovación fue tan cerrada como para dar despacio y devolviendo prendas la vuelta al ruedo, pero El Viti reservó los honores para el siguiente toro, que era un hermoso ejemplar, alto, desarrollado de cuello, bien puesto y engallado. Fuerza, en cambio, no le sobraba, y llegó al último tercio con poco gas. Pero de nuevo la técnica depurada del salmantino construyó un muleteo de altas calidades y en sentido ascendente, con naturales y derechazos que volcaban la plaza en olés. Pero cuando el arte de torear alcanzó su más alta cota fue en los pases de pecho, todos ellos trabajados para el asombro. Los padres de la tauromaquia escribieron que se ejecutan así, y nadie ha podido enmendarles la plana haciéndolo mejor. El Viti, maestro salmantino, los ha leído, y ahora es padre de la tauromaquia él mismo.

Un ovación -decíamos- saludó al último astado. Imagen perfecta del toro de lidia, en cuanto a comportamiento ya no hubo tanto, lo cual se matiza con toda intención, después se verá por qué. No se empleó en las varas Y se dolió en banderillas. Que, por cierto, esta vez no colocó Paquirri, y sólo por tan sabia decisión merecía una oreja. La otra la ganó con la estocada. Y entre ambos grandes aciertos hubo una faena de pases valientes y acelerados, meritorios, pues el torrestrella embestía con codicia y tenía mucho que torear, aunque (no es tópico) sin arte. Unicamente en un natural paró, templó, mandó como enseñan los cánones, y el ¡olé! atronó la plaza.

Afición y público en general se dieron el abrazo de Vergara. Todos de acuerdo: la corrida había sido estupenda, quizá porque la habían elevado a la categoría de normal. ¿Quién dijo que este espectáculo es basura y moscas? ¡A ver: un óptico!

El presidente Mantecón, que es un triunfalista acreditado que no merece ocupar el palco, premió con vuelta al ruedo al toro, cuando está claro que no la merecía. Tenía que ser en la presidencia donde metieran la pata. Puedo prometer y prometo que a nadie extrañó. Estos presidentes son como niños.

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