¡Vaya feria que llevamos!
Plaza de Las Ventas. Toros de Fermín Bohorquez, bien presentados, desiguales con el caballo, se venían abajo. Devuelto por cojo el cuarto, le sustituyó uno de Gerardo Ortega, manso. Andrés Vázquez: Bajonazo (protestas). Media (gran bronca). Manolo Amador: Dos pinchazos, rueda de peones, estocada corta y tres descabellos (silencio). Media y descabello (silencio). Raúl Aranda: Estocada caída (aplausos). Tres pinchazos, medía atravesada y tres descabelios (palmas).Ayer, tampoco. Llevamos una feria que ya, ya. La gente está consternada: seis corridas formales (a la corrida de lidia ordinaria la llaman formal) y no hemos visto ni una oreja. No es que se trate de ver orejas. Muchas veces la oreja no dice nada. Por ejemplo, el viernes, si en lugar de estar el señor Corominas en el palco hay cualquiera de sus otros colegas, le habrían regalado una oreja a Manili. ¿Y qué, entonces? ¿Cambiaría la situación? No es grave que no haya orejas porque aún sería más grave la inflación orejista, que pareció iniciarse la tarde de los rejoneadores. Lo verdaderamente alarmante es que no ,hayamos visto torear prácticamente nada en estas seis tardes de corridas formales.
La culpa no es de los toros, pues hubo muchos de comportamiento extraordinario. La culpa es del empresario, que montó la feria con unos carteles malísimos, la mayor parte de los cuales no ofrecían ni una remota garantía de calidad. Había tardes que, al salir de casa, nos decían: «Que te diviertas». Y respondíamos que gracias, pero que no; que era absolutamente imposible la diversión con los toreros que íbamos a ver. El desarrollo del festejo nos daba la razón para nuestro mal.
En cambio, ayer el panorama era distinto, porque los tres diestros saben torear y bien. Precisamente entre los poquitos recuerdos buenos que tenemos de lo que va de feria están unas medias verónicas, un derechazo y diversos muletazos de recurso a cargo de Andrés Vázquez y el toreo en redondo de Manolo Amador. De Aranda, por su parte, todos sabemos que es un torero muy completo. Es decir, que el cartel era prometedor. Pero nos dio lo mismo. Ni con esas. Ayer tampoco vimos torear.
Los bohórquez tenían lámina y demasiados kilos, y acaso fue esa la razón por la que se venían abajo. El primero fue bravo con los caballos y acabó agotado. Mansos los dos últimos, cumplieron los otros en el primer tercio, pero todos iban a menos. También manseó el sobrero, de Gerardo Ortega. En general resultaron deslucidos para la muleta, a excepción del segundo, y Manolo Amador aprovechó para enjaretarle derechazos, como si la tauromaquia no tuviera más repertorio. Lo mismo hizo en el quinto, que era aplomado, si bien en esta ocasión consiguió algunos pases de buen corte. Que un torero reaparezca para pegar derechazos nos parece un esfuerzo inútil. Especialistas en derechazos es lo que le sobra a la fiesta de nuestros días.
Con el capote sólo se empleó de verdad Raúl Aranda, el cual instrumentó buenas verónicas. ganando terreno en su primero, e hizo dos quites por chicuelinas. Con la muleta la voluntad de triunfo que indudablemente llevaba se estrelló con la catadura reservona de sus toros. Claro que la voluntad de triunfar es condición que se les supone a los toreros, incluido Andrés Vázquez, aunque ayer no lo pareció. por lo menos en el sobrero, al que cogió asco y se limitó a resobarle por la cara para una igualada que nunca llegaba. Le chillaron con razón. El primero se le quedaba corto y también lo despachó con brevedad. El público estuvo particularmente duro con este torero, de cuya maestría todos esperábamos una mejor respuesta a las dificultades que pudiera presentar la corrida. Si se le exige es buena señal. Pero no puede salir al ruedo tan corto de ánimo como para ponerse a tirar líneas a la primera contrariedad.
De manera que lo dicho: ayer, tampoco. No hubo ni toros ni toreros, y para colmo de males, sol tampoco. ¡Vaya feria que llevamos!
Babelia
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