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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La involución

Sin haber tenido revolución -ni siquiera de los claveles o las violetas, que todas las violeteras están de travestís en Barcelona-, resulta que ha empezado ya la involución. Yo creo que la involución empezó, realmente, no en la noche de los escaños largos de UCD, cuando las elecciones, sino el día en que don Torcuato Fernández-Miranda fue embalsamado para la posteridad de las fiestas/puente con los santos óleos de Revello de Toro.

O, para mayor precisión histórica, les diré a ustedes que la involución comenzó exactamente un día del invierno pasado en que el embalsamamiento icónico del Duque/Toisón fue colgado en las galerías del Congreso. Eso era ya la posteridad misma, y de la posteridad siempre vuelven: volvió Napoleón, volvió Cristo, volvió Beria (nuevamente localizado por Prensa Española en aquella España una, grande y libre). ¿Cómo no iba a volver don Torcuato Fernández Miranda?

Dicen que ya mismo.

Adolfo Suárez, que tiene algo de Ulises seuísta a través de la reforma cantada por el Homero colectivo de la prensa como una Ilíada, es también la Penélope de sí mismo (parece que otra no se le conoce) y teje y desteje continuamente esta rebeca evolución /involución, dos al derecho, tres al revés, como aquella labor de punto que se traían Lenin y la abuelita.

Adolfo Suárez ha destejido la madeja de lana azul celeste del Movimiento para tejer otra cosa, no se ve bien si una Constitución o un leotardo. Pero hoy, ganada la guerra civil por la izquierda, con cuarenta años de retraso (Tierno llega retrasado a todas las inauguraciones), se trata de destejer otra vez la prenda, y para eso Suárez ya no vale, que son muchas idas y venidas, y tanto va el cántaro a la fuente que al fin hasta Claudia Cardinale ha tenido un nieto natural.

Sacramento Martí me reprocha en carta a este periódico un cierto optimismo feminista que ignora las pandectas y misoginias de Suárez por la televisión. Con Sacramento y su banda de feministas me encerraba yo en las iglesias pre-Wojtila cuando la evolución era el no parar, hace cosa de un año, y todas querían ir con Tarancón al paredón por la palma del martirio y del divorcio. Razón que te sobra, Sacramento, porque yo no miro nunca la teletonta ni sabía que el presidente se hubiese puesto tan abulense para hablar de la familia, el divorcio, el aborto y la cosa. Ceno en casa de José Luis de Vilallonga y me dice:

-Carrillo habla de Suárez yo creo que con afecto.

Claro. Santiago los ve venir y sabe que a Suárez aún no le ha sacramentado Revello de Toro para la pinacoteca de las resurrecciones. El duque de Fernández- Miranda, armado caballero por el pintor de la Villa, y no sé si de la Corte, puede despegarse de la galería de hombres ilustres, de padres procesales, con el mismo derecho anacrónico que un rey godo o un españolazo de la Restauración, y jurar sobre el Toisón de Oro como Tierno juró sobre el crucifijo. Las que lían.

Involución es que Ana Mariscal (genuino sabor de los felices cuarenta, venga a donde está el sabor) denuncie los desnudos de sus colegas más tersas. Involución es que el Ministerio de Cultura sigasecuestrando cultura. Involución es que los ayuntamientos de izquierda sean tratados como gulags soviéticos. Involución es que, en vez de resucitar Franco, según hablamos convenido todos con Vizcaíno, haya resucitado Hitler. Por los mentideros madrileños, por el figón de las Cortes y las escalinatas de San Felipe se dice que Fernández-Miranda es ya el nuevo investido. Yo creo que no le ha investido quien se dice, sino Revello de Toro. La pintura (incluso la mala) es carismática.

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