¿A dónde nos quiere llevar Felipe?
Asturias, por sus especiales características, ha sido la región española en la que el PSOE se desarrolló con mayor ímpetu y, por consiguiente, la clase trabajadora. asturiana, encuadrada políticamente en este partido y sindicalmente en la UGT, es la que en una lucha reivindicativa sin tregua arrancó a la oligarquía monopolista minera innumerables mejoras políticas, sociales y económicas. Asturias, como lo demostrara antes y durante la guerra civil y como lo viene demostrando después, es, por excelencia, la región española de más arraigadas convicciones socialistas y actualmente quizá la única en la que sus 49 agrupaciones se han pronunciado en una ponencia política conjunta para el XXVIII Congreso del partido, en la que, tras ratificarse en el texto fundamental que encarna su programa máximo vigente, definen al partido «como socialista porque su programa y su acción van encaminados a la superación del modo de producción capitalista, mediante la toma del poder político y económico y la socialización de los medios de producción, distribución y cambio por la clase trabajadora»; entendiendo el socialismo «como un fin y como el proceso que conduce a dicho fin, porque su ideario les lleva a rechazar cualquier camino de acomodación al capitalismo o a su simple reforma». Reafirman el carácter de partido de clase y, por tanto, de masas, marxista y democrático. Se consideran un partido marxista porque entienden «el método científico de conocimiento de transformación de la sociedad capitalista a través de la lucha de clases como motor de la historia» y entienden «el marxismo como un método no dogmático, que se desarrolla sin tener nada que ver con la traslación automática de los esquemas teóricos de las determinadas experiencias del movimiento obrero y aceptan críticamente las aportaciones de todos los pensadores del socialismo y las distintas experiencias históricas de la lucha de clases ... »Pues bien, desde esta trasparente peculiaridad asturiana d e interpretar el socialismo español -que, en definitiva, es la forma de interpretación dada por el 90% de las agrupaciones socialistas del país-, las declaraciones de Felipe González el domingo día 6 de mayo, en Gijón, en rueda de prensa celebrada después de su intervención en la conmemoración del centenario del partido, no pueden haber sido (por segunda vez en un año) más desafortunadas y contraproducentes, ya que, desde un punto de vista ético, parecen una ma
(Pasa a página 10)
(Viene de página 9)
nifiesta falta de respeto tanto a la tradición histórica del partido como a la Gel interpretación que de la misma han hecho en sus proposiciones políticas, sociales y económicas, para el XXVIII Congreso, el 80% de sus militantes. Poco más o menos, dijo así: «Soy favorable a retirar el término marxista de la definición del partido, por entender que no es suficientemente comprensivo del sector social que debe apoyar al PSOE, para conseguir la transformación de la sociedad que se ha de realizar a partir del texto constitucional. » Felipe González, tan locuaz él en las ruedas de prensa, tiene la obligación de aclarar a sus compañeros de base qué clase de «sector social» es ése que, después de un siglo de luchas y sacrificios por la libertad de este pueblo, no comprende la definición del PSOE y del que éste puede esperar el apoyo «para conseguir la transformación de la sociedad» sin clases que propugnamos los socialistas, y qué clase de sociedad el la que se propone «realizar con el apoyo de esos sectores sociales, a partir del texto constitucional».
Por otra parte, si el afán de Felipe por la desaparición del adjetivo marxismo en la definición del PSOE obedece a conseguir los resultados obtenidos por el SPD alemán en su arribada al poder, no tengo inconveniente en recordarle que fue en 1959 (congreso de Bad-Godeoberg) cuando renunció a la terminología marxista, que nunca había tenido profundización en la mentalidad socialdemócrata, y hasta 1968 no logró obtener en las urnas la minoría más numerosa en el Parlamento alemán -que once años después de su vergonzante claudicación, le permitiera gobernar en coalición con el grupo minoritario liberal, a cuyas exigencias tiene que seguir condicionando, veinte años después, toda su acción de gobierno el Partido Social Demócrata en el que Felipe se inspira para alcanzar la categoría de primer ministro en España. Por todas estas razones conviene preguntarse: ¿a dónde nos quiere llevar Felipe?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.