Un moderado abierto
Monseñor Eduardo Martínez Somalo nació el 31 de marzo de 1927 en Baños de Río Tobía, diócesis de Calahorra. Se doctoró en Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en Derecho Canónico en la Universidad Lateranense, también en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1950, en Calahorra, donde enseñó religión. En 1956 fue llamado a Roma como adepto a la Secretaría de Estado. Al año siguiente fue nombrado secretario de la Nunciatura y profesor de la Pontificia Academia Eclesiástica.
En 1970 fue nombrado consejero de la representación pontificia en Inglaterra, En Londres realizó su acción pastoral entre las teresianas. En ese mismo año fue llamado por monseñor Benelli para colaborar directamente en la Secretaría de Estado. Fue nombrado asesor de este dicasterio. En 1975 fue nombrado arzobispo y nuncio apostólico en Colombia. En Roma fue asistente religioso de la escuela de enfermeras del Policlínico. Durante el pontificado de Pablo VI tomó parte en varias misiones pontificias y acompañó al Papa en su viaje a Bogotá, junto con monseñor Benelli, entonces substituto de la secretaría, cargo que desde ayer está en sus manos.
Toda la carrera de monseñor Martínez Somalo es la de un perfecto diplomático que ha seguido, paso a paso, esta carrera. Pero, en Roma, sus compañeros lo recuerdan como un sacerdote que «tuvo siempre mucha sensibilidad por la pastoral y que nunca fue un burócrata». Se podría definir como un moderado iluminado que estuvo siempre del lado del Concilio Vaticano II y que en los problemas de la Iglesia española apoyó siempre a la parte más abierta del episcopado en los tiempos dificiles del franquismo. Monseñor Martínez es un eclesiástico muy humano, con gran capacidad de diálogo, alegre y moderno. No es un progresista, pero tampoco un reaccionario y conoce perfectamente la curia romana.
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