XXXI aniversario de la fundación de Israel
«En el homenaje ofrecido, como todos los años, a los soldados que han dado su vida por la patria aparece, por primera vez, un rayo de esperanza de que no habrá ya más víctimas de guerras; que no debemos probar, sobre el campo de batalla, el que ninguna fuerza hostil sea capaz de arrancarnos de esta tierra», escribió ayer el editorialista del diario independiente Haaretz con ocasión del 31 aniversario del Estado de Israel.
Como ya es costumbre, la fiesta nacional israelí, denominada Día de la Independencia y precedida por una «jornada de recuerdo» con ofrendas florales en los cementerios militares de todo el país, es una bizarra tradición judía secular y que se remonta a bastante tiempo antes de la fundación del Estado hebreo y supone que los judíos no puedan (¿o no sepan?) alegrarse sin un toque sentimental por los ausentes, que no puedan reírse sin que aflore alguna lágrima. En el pasado, esta lágrima-centinela quería decir: «Atención, no te dejes llevar por la alegría sin reservas. No olvides los desastres de ayer y las desgracias que te esperan, probablemente, mañana. »¿Qué diferencia tiene entonces este 31 aniversario de los precedentes? Una pregunta a la que respondió ayer de manera retórica el primer ministro, Menahem Begin: « La diferencia de hoy -dijo- es que por primera vez en 31 años un barco israelí, con la bandera nacional en su mástil, ha cruzado el canal de Suez, acogido por los gritos de Shalom Shalaam. La diferencia está en que un jefe del Estado Mayor israelí es esperado, en Egipto, en visita de amistad, que a finales de mes inauguraremos la primera línea de aviación civil entre Tel-Aviv y El Cairo y que empezamos a vivir la paz con uno de los mayores vecinos árabes.»
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