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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El frío del Sur

El mito del Sur, la decadencia del viejo Sur: el padre -el creador, el dios violento, brutal, tierno-, al borde de la muerte; el hijo predilecto,un dipsómano: su mal es el asco. La madre, que niega la realidad; la esposa del hijo, con la vida sexual frustrada, queriendo reconstruir lo perdido. La otra pareja -hijo mayor, nuera-, calculadores, fecundos, reproductores de una nueva generación «de cuello corto», de niños imbéciles: atenta sólo al dinero, a la herencia, a la suplantación del padre-dios. Un clima abigarrado donde están las presencias eternas del drama: la muerte, el amor, el sexo, la codicia.La invocación no acude fácilmente al escenario. Quizá, desde el principio, hay un error: el decorado de paredes negras, el artificio de la iluminación. No estamos en el sudor y la luz; no basta con que los personajes digan, de cuando en cuando, que tienen calor. Si falla el territorio, falla una parte del mito del Sur. En esa estancia fría, María José Goyanes se esfuerza por transmitirnos la sensación de nervios tensos, tirantes, esa dificultad de estar -y de ser- que tiene la metáfora repetida: la de una gata sobre un tejado de cinc caliente. Y Carlos Larrañaga, más que asco -que es activo- tiene abulia, indiferencia. No es, en ninguno de los dos casos, mala interpretación; es que no dan el clima porque no están envueltos en él. Más presente está la muerte y el horror de ver que no sólo se acaba él, sino lo que ha creado, en José Bódalo; y más la rotura del disimulo por la vía de la desesperación en Amelia de la Torre. Tennessee Williams tiene su parte de culpa. La obra, de 1955, cuida poco ciertos ahorros de expresión, ciertos apócopes que se han ganado en el teatro contemporáneo: rezan las escenas de antecedentes -personajes contando a personajes lo que ya saben, para que el público se entere-, los tipos esquemáticos -la codicia de la segunda pareja, sin ningún matiz- están tratados con tosquedad: el respeto de Ana Diosdado por el texto original -el lenguaje castellano es adecuado- no ha limado ese defecto. José Luis Alonso no ha conseguido el clima. La compañía no está empastada.

La gata sobre el tejado de cinc caliente

De Tennessee Williams; adaptación de Ana Diosdado; dirección de José Luis Alonso. Intérpretes: María José Goyanes, Carlos Larrañaga, Montserrat Carulla, Amelia de la Torre, Romain Gillain, José Bódalo, Jesús Enguita, Miguel Alejandro Díaz, Ana Raquel Díaz, Hilario Engura. Escenografía y vestuario: Antonio Cortés. Estreno, Marquina, 17-IV-1979.

Todo ello, dentro de una relatividad. Siempre hay una maestría en los actores de tan buen reparto, sobre todo en el cuarteto María José Goyanes-Carlos Larrañaga-José Bódalo-Amelia de la Torre; siempre hay calidad en un director como José Luis Alonso; siempre hay una dignidad y un intento de algo más en una producción de Manuel Collado.

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