Antecedentes de Marbella
Me refiero al artículo titulado Marbella, un barrio de pescadores convertido en urbanización de lujo, firmado por Joaquina Prades e ilustrado con una fotografía -¡y qué fotografía!- de Gerardo Valencia, publicado en EL PAIS de 25 del actual, y me gustaría aclarar -en contra de lo que se dice en el artículo- que Marbella nunca fue «barrio de pescadores», sino una ciudad de abolengo, limpia, con buenos paseos, bien urbanizada, con cierto sentido cosmopolita -consecuencia de la presencia durante muchos años de una colonia inglesa formada por el personal directivo de su mina- y con una evidente vida social y cultural derivada de su condición de capital de comarca. Incluso, con bastante anterioridad a la llegada de Ivanrey (1944) y otros aristócratas, a quienes ahora se atribuye nada menos que la invención de Marbella, ya existía aquí una incipiente vida turística, planificada certeramente en 1928 por un hombre inteligente e imaginativo que se llamó Ramiro Campos Turmo. Sólo un 10%, aproximadamente, de la población ha dependido de la pesca.Buena y noble la gente de la mar de Marbella, pero hacer extensiva la trayectoria de la familia de «Los Fogoneros» a todos los habitantes de la localidad -como hace la autora del artículo- es un disparate. Ni todos los españoles somos «Botejara», ni todos los marbelleros «Fogoneros» o «Galdeanos», por muy dignos que sean -y lo son todos ellos. Injusto y desacertado -por no decir ofensivo- me parece el que se traiga a colación una ingeniosa boutade, de reciente cuño, que concentra una supuesta repulsa popular en tres apellidos que, por estar muy extendidos en la localidad, ostentan muchas familias ajenas a la política y a «sus provechos». Los marbelleros conocemos muy bien a quienes ejercieron de caciques durante los últimos treinta años. Sus apellidos, sin embargo, no constan en la lista.
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