Tuñón de Lara: "Ya no existen Pirineos para los historiadores españoles"
EL PAÍS. Este es el último año que se han celebrado los coloquio de Historia que usted dirige, ¿puede hacer un balance de los mismos?M. Tuñón. Los coloquios han desempeñado una función premonitoria si se quiere, porque cuando todavía existían Pirineos políticos a causa de la dictadura y se corría un riesgo para venir desde España a los coloquios de Pau, nosotros, y la Universidad francesa en general, hicimos un esfuerzo de entendimiento con los profesores y con los historiadores españoles en particular para realizar este trabajo juntos.
Pero todo tiene una época. Estos coloquios pertenecen ahora al pasado, a un pasado romántico, lleno de nostalgia. Ahora entran en una nueva etapa que va a desarrollarse en dos sentidos. Por un lado, Pau va a ser una sucursal de la Casa de los Países Ibéricos, que fundamentalmente va a funcionar como un centro de documentación de historia contemporánea de España, del que tengo el honor de haber sido designado responsable. Dentro de esta nueva orientación vamos a desarrollar tina serie de actividades: seminarios de investigación, entre otras. Para este otoño preparamos un seminario de metodología de la historia de la prensa y de los medios de comunicación.
P. ¿Qué aportaciones específicas a la historiografía española se han derivado de los coloquios?
R. Los coloquios no han pretendido cambiarlo todo, ni haber cambiado la metodología, pero no cabe duda que han desarrollado y han hecho más riguroso el carácter científico de la investigación histórica. Con relación a España, a raíz de estos coloquios se ha avanzado bastante en la historia del movimiento obrero, en la historia social contemporánea, en algunos estudios de los años treinta y de mediados del siglo XIX. Se ha seguido, si se quiere, un método menos formalista, pero se ha superado la etapa en la que la investigación se podía confundir con la erudición. Partimos de una base erudita muy fuerte, pero pensamos que la investigación supone por encima de todo una reflexión, porque tiene que captar las conexiones y los elementos que forman un conjunto. Esto es hoy elemental, pero no lo era tanto cuando se iniciaron los coloquios. Claro que la situación española ya no es la misma. Cuando comenzamos los coloquios, aquí venían los colegas españoles para tomar el aire de algo que no fuera autoritarismo y cultura oficial impuesta. Ahora han venido porque somos amigos, porque nos entendemos bien, pero lo que hacemos aquí se puede hacer ahora en España con la misma libertad.
Enseñanza de la Historia
P. Ese mismo nivel de liberta entre Francia y España del que usted habla ¿se puede aplicar también a la libertad y a la calidad de la enseñanza de la Historia?
R. Este es otro problema. Es un tema que nos preocupa hasta el punto de que estamos preparando una encuesta científica sobre la enseñanza de la Historia en España. Tenemos la impresión que junto al magnífico cuadro de muchos profesores existe el peso muerto no ya de la rutina de la enseñanza de la Historia, sino de los textos de la época franquista. Hablando claro y pronto, todavía existen en estos textos maniqueísmos, caudillo victorioso, cosas tremendas que tienden a desaparecer, pero que todavía siguen envenenando a los niños españoles.
P. ¿Cuáles deberían ser, a su juicio, las líneas básicas de la enseñanza de la Historia?
R. En esto no se puede ser rígido porque hay una pluralidad de posibilidades. Debe partirse por lo menos de un esquema suficientemente claro para que la comprensión del alumno se realice sin esfuerzos fatigosos, sin rechazos. Este esquema no debe ser unilateral, es decir, hay que contar, aunque sea de manera muy somera, muy elemental, con las instancias económicas, demográficas, sociológicas, político-institucionales, culturales; e ideológicas. Se pueden utilizar unos esquemas, elementos y componentes de trabajo con los niños y adolescentes, de tal manera que capten lo esencial y se les incite a avivar sus deseos de conocimiento y profundización en la Historia. Otro fallo es estudiar Historia sólo un año y después abandonarla para siempre. Porque el adolescente acabará por no saber nada. Habrá que plantearla desde otra óptica, o de manera más superior o mediante un movimiento en espiral, de manera que la temática básica al cabo de tres o cuatro años sea algo fundamental en el sistema de ideas o de conocimientos adquiridos por el alumno.
A mi modo de ver, algo muy importante de la situación española respecto a la difusión y pedagogía de los estudios históricos y de la importancia de la Historia es la pésima utilización de la televisión como parte del aparato estatal. Con un ejemplo se puede ilustrar esta afirmación: en la tribuna de la Historia que es la Televisión Española yo he podido hablar de la historia de Francia, pero no de la historia de España.
Avance de la izquierda
P. Desde su punto de vista de historiador, ¿cómo enjuicia usted la actual situación española sin perder de vista el avance de la izquierda en las elecciones municipales?
R. En la actual situación hay un elemento nuevo y un elemento de constante histórica. El hecho de que en las grandes ciudades haya triunfado la izquierda o las candidaturas relativamente democráticas no es una novedad. Ya en las legislativas de 1893 Madrid votó a la izquierda. Recuerdo también un arrollador avance de las candidaturas socialistas en las elecciones municipales de 1920, en una época de una coyuntura española que casi podemos definir como revolucionaria. Pero aquella era la España agraria ganada para el sociálismo.
La situación española actual sólo puede entenderse a la luz de la salida de cuarenta años de dictadura, de un siglo de caciquismo, de poder local caciquil, en el que conjuntamente -han estado los poderes políticos y económicos y en el que, históricamente hablando, los organismos de la fuerza pública a nivel local no han sido sino colaboradores de ese poder económico y político caciquil y terrateniente. No sabemos si hemos salido de esa concepción del hombre de izquierdas como subdesarrollado, como rojo, como demonio con cuernos y rabo. ¿Hemos salido de una época en la que algunos llamados aparatos ideológicos, aparatos de persuasión del Estado, desempeñaban una función de freno y una función de enturbiamiento de las conciencias? Puede que sí, pero el problema sigue vigente. Hay derecho a preguntarse estas cosas todavía. Y es desde esta óptica como hay que analizar el resultado de unas elecciones legislativas del primero de marzo y de unas elecciones municipales como las del 3 de abril.
P. A la luz del análisis de los resultados de los últimas elecciones generales y municipales, ¿qué piensa usted del ascenso de los movimientos autonomistas en detrimento de los partidos de izquierda?
R. Cada región es distinta. En Euskadi se da una situación muy específica. Probablemente parte de esta situación se debe a una serie de errores de los partidos obreros y de los partidos con dirección central en Madrid, que han encajado inal en una tradición de lucha contra el franquismo en que la violencia había desempeñado un gran papel. En Cataluña es lo contrario. Siendo todos catalanes, no hay ningún problema, y son los partidos obreros los que se llevan los votos de calle. El caso de los andaluces hace reflexionar. Las desgracias de los andaluces, causadas en gran parte por esos grandes centralistas que han sido los terratenientes andaluces, apoderados del Estado español desde hace muchísimos años, han influido en el ascenso de la pretensión autonómica. Sin embargo, esta tensión pro andalucista que se ha manifestado en las dos últimas elecciones es un fenómeno cuya intensidad es mayor de la que se suponía. No sé si en esta región se puede acusar a los partidos obreros de no haber entendido la situación o si en realidad han intervenido factores tan nuevos que actúan súbitamente en la conciencia de la colectividad, que sorprenden a cualquiera.
P. ¿Qué consecuencias pueden derivarse de la relación de fuerzas Gobierno-Estado central y movimientos autonómicos?
R. Si, por desgracia el Gobierno central se obcecase, negase las autonomías, recortase los estatutos..., creo que ejercería una función provocadora y podríamos llegar a las mayores desgracias en España. Pienso que los estatutos de autonomía, sincera y honestamente aplicados, podrían ser no la mejor, sino la única solución en este momento. Pero aquellos que quieran, de un lado o de otro, recurrir a la violencia o a la trampa para imponer puntos de vista que además no son mayoritarios, podrían agravar la delicada situación española con consecuencias nefastas para todos los ciudadanos.
Necesarias autónomías
P. ¿Qué salidas lógicas y racionales ve usted a los problemas de la actual situación española?
R. Gobierno y oposición deberán respetarse y convivir pacíficamente. El Gobiemo debe tomar conciencia de que se mueve en un Estado democrático. Debe desterrar los malos usos de otros tiempos. Igual conciencia de estar en un Estado democrático debe tener la fuerza pública, que, por otra parte, no ocurra más lo de Burgos, que terratenientes disparen contra campesinos, y que no vuelvan las torturas, como parece que ha habido nuevamente, por votación en las umas sólo porque esté en la Constitución. Quienes tienen la responsabilidad del Estado tengan en cuenta que están diciendo ante el mundo que son demócratas.
En cuanto a la Oposición, partiendo de que los organismos de la dirección del Estado se comporten como un Estado de Derecho, ésta debe desarrollar pacíficamente su acción. Pacíficamente no significa que diga sí siempre, no quiere decir renunciar a exponer sus puntos de vista, no quiere decir que no haya huelgas ni movilizaciones de masas. Quiere decir, sencillamente, que los cambios fundamentales se deciden legalmente, pacíficamente, por votación en las urnas. Si se convence la Oposición de que no es posible monopolizar el territorio de la izquierda podrán llegar a un entendimiento para empujar el carro entre todos a base de buena voluntad, no de querer disputarse unos a otros la clientela. Si se convencen de esta posibilidad de unidad es posible que dentro de cuatro años la izquierda, y una izquierda que mire hacia el socialismo, sea vencedora en el país. Pero tienen que abandonar los unos y los otros, y no excluyo a nadie, toda tendencia al partidismo, a las acusaciones recíprocas, a tirarse zancadillas, y pensar que los españoles sencillos de a pie, que los obreros, quieren la unidad de sus partidos y sus organizaciones y no comprenden otro lenguaje.
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