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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Patrimonio artístico

En un reciente viaje pasamos por Madrigal de las Altas Torres. Desde las 11.30 horas que llegamos hasta las 12.20 horas estuvimos visitando la iglesia de San Nicolás, donde fue bautizada Isabel la Católica y Alonso de Madrigal, el Tostado. A las 12.30 horas llegamos al antiguo palacio, residencia de la corte itinerante de Juan II, donde residió con frecuencia el gran poeta cordobés Juan de Mena, protegido del marqués de Santillana, y donde nació la reina Isabel. No pudimos visitarlo, pues las monjitas agustinas habían cerrado ya, y no abrin hasta las cuatro.En el castillo de Coca, tuvimos más bien poca suerte. No se puede visitar. Han instalado allí una escuela de capataces y sólo permiten recorrer los adarves.

En Medina del Campo fue bastante peor. En un bar del pueblo nos aconsejaron que no subiéramos, pues desde hacía dos años no era visitable el castillo. Decidimos el asedio. Compramos comida. Acampamos al pie de la muralla. Golpeamos la puerta: sordas, sin duda, se hicieron las falanges del castillo. Durante la mañana llegaron algunos extranjeros con menos paciencia y se marcharon.

Eran las dos en punto, de la tarde, cuando la puerta se abrió. Salió un señor que nos miró desconfiado, por un momento creímos que era un carcelero y que allí estaba aún preso César Borgia. Pero no. Nos negó la entrada; había abierto porque iba a entrar la dírectora. No pudimos saber que dirigía: ¿La Sección Femenina? ¿El castillo? ¿La cultura? ¿Una orquesta?

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La feudal señora, al impedir la entrada de su coche, colocándome yo en el rastrillo, con casi tanto valor como el Gran Capitán ante Fernando, me dijo que estaba cometiendo un atropello. Tuve que decirle que en mi opinión eran ellos, quienes quiera que fueran, los que atropellaban los derechos de los posibles visitantes a un castillo que debía ser patrimonio de todos. Accedió la magnánima señora a que viéramos sólo la capilla, y al entrar vimos ocho o diez coches dentro y unas camareras que se disponían a servir una comida a quienesquiera que fueran.

Creo, seriamente, que muchos delegados de Cultura dicen que no pueden hacer nada ante situaciones como ésta, yo me permito decirles desde aquí que hay una cosa que sí pueden hacer: dimitir.

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