Excesos con UCD
Quiero anticiparle que comparto su actitud crítica frente al tratamiento dado por UCD al tema de la investidura y nombramiento del nuevo Gobierno. No comparto, sin embargo, los notorios excesos de sus editoriales, que han culminado en el titulado «Las tendencias de UCD», del pasado día 4 de abril, Y, obviamente, no le dirijo estas líneas por el simple hecho de que discrepe de ciertos matices o excesos verbales del editorial, sino porque he leído con estupor en él una serie de afirmaciones y denuestos cuya justificación se me escapa absolutamente. Las palabras y los modos también yo entiendo que no son accidentales ni pueden separarse del contenido, la sustancia o las ideas.Me limito a recordar dos aseveraciones de su editorial, particularmente virulentas e injustas: primera, sobre los «comparsas» que habiendo sufrido el exilio y hasta la cárcel por su oposición a la dictadura coexisten en UCD y pactan con el silencio a cambio de un coche oficial; segunda, la conclusión in fine se establece en el editorial a que me refiero: estamos asistiendo en nuestro país a «la sustitución de un sistema de libertades por el esteticismo de la eficacia estéril que tan bien se enseñara en el Frente de Juventudes». Esta abolición del sistema de libertades se nos anuncia, por cierto justamente, al día siguiente de celebrarse las primeras elecciones locales democráticas desde hace 48 años, que han constituido un éxito para la izquierda y cuya legitimidad democrática parece incontestable.
Como ciudadano y demócrata que habiendo militado contra la dictadura ha votado a UCD (aun cuando no pertenezca a dicho partido ni tenga siquiera expectativas razonables, ni tampoco deseos, de obtener un coche oficial), tales afirmaciones me producen verdadero pesar y temor. Será quizá mi voto, por ello, un «voto del miedo», falto de calidad, un voto propio de una persona necia, de ínfima cultura, parafraseando a los profesores Tierno y Tamames. Y es que mientras la izquierda de este país no renuncie a «concienciarnos» o redimirnos; mientras no deponga su creencia sobrenatural en que las leyes del progreso histórico pasan por las profecías de Marx, sistemáticamente desmentidas por la propia historia; mientras, como han hecho los señores Tierno, Tamames y el editorialista de EL PAIS, la controversia política se plantee en términos de oligarquía-pueblo, cultos-incultos, honrados-corruptos, vendidos-progresistas; mientras las cosas, digo, sigan en tan penosa y simplista situación, que está claro que no corresponde a la «España real» de 1979, no pocos españoles sentiremos miedo en entregar nuestro voto a una izquierda en quien parece que todavía anidan resabios totalitario-estalinistas. Resabios que son algo más que simple esteticismo y que, a mi juicio, comprometen más seriamente la democracia que los recuerdos del SEU, del Frente de Juventudes y de tantas instituciones de infeliz memoria.
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