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El presidente Vorster, de Suráfrica, conocía los planes de soborno

Pese a sus declaraciones en sentido contrario y a su exculpación oficial, tanto el presidente de la República Surafricana, John Vorster, como el primer ministro, Peter Botha, estaban al tanto de los proyectos clandestinos del Ministerio de Información, en los que han sido gastados miles de millones de pesetas, una parte de ellos en sobornos. La tajante afirmación ha sido formulada en una entrevista exclusiva de la televisión británica por el fugitivo ex secretario de Propaganda del régimen surafricano.Eschel Rhoodie dijo que sus pruebas están a salvo en las cámaras acorazadas de dos bancos europeos y que sus abogados tienen instrucciones concretas en la hipótesis de que le «suceda algo». El señor Rhoodie no descartó su secuestro por los servicios secretos surafricanos o la posibilidad de un atentado, y precisó que sólo volverá a su país por su propia voluntad si es a testificar en un proceso público en el que puedan comparecer los actuales dirigentes de Pretoria.

El alto funcionario caído en desgracia se negó a precisar datos sobre los sobornos surafricanos, pero senaló a Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania como principales países destinatarios.

La corrupción afectaría a políticos, periodistas, dirigentes sindicales y organizaciones docentes o de investigación. Según Eschel Rhoodie, las consecuencias de sus revelaciones serían desastrosas para Suráfrica, por «la naturaleza de las operaciones, los medios empleados y las personas implicadas».

El primer ministro surafricano ha reiterado que dimitiría y convocaría elecciones si se prueba que él o algún miembro de su Gabinete estaban al tanto de la malversación de fondos públicos.

Eschel Rhoodie justificó su propia actuación en el tinglado, antes de convertirse en una de sus víctimas propiciatorias, en base al aislamiento internacional de Suráfrica y a la necesidad de «abrir canales de comunicación selectivos» al precio que fuere. La impresión predominante en la capital británica es que el Gobierno surafricano puede tambalearse aún más a consecuencia de estas declaraciones, y el partido dirigente, perder la reputación interior de «honestidad administrativa» de que gozaba.

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