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Entrevista:

"Los cuentos suponen una ocasión de ensayar temas y técnicas"

Entrevista con Jesús Fernández Santos sobre "A orillas de una vieja dama"

Jesús Fernández Santos, novelista, realizador cinematográfico y crítico de cine de EL PAIS, vuelve a ser noticia cultural tras la publicación de un nuevo volumen de novelas cortas y cuentos A orillas de una vieja dama, publicado por Alianza Editorial.

Este libro que ahora sale a la luz -declaró Jesús Fernández Santos- hace el número trece, lo cual espero me traiga buena suerte. Tras mi anterior colección de cuentos completos, aparecida también en Alianza Editorial, supone -espero- una puesta al día de aquella evolución que abarcaba desde los años cincuenta hasta un hoy inmediato y en la que intimismo y fantasía trataban de abrirse paso a través de formas nuevas.En la primera narración, que da el título al libro, el recuerdo y la imaginación giran en torno a un amor frustrado, a medias entre la tragedia y la ironía. La segunda, Pablo en el umbral, supone para mí una especie de ensayo entre el relato de pura invención y la biografía. Es la vida de Pablo Picasso recreada desde su infancia en Málaga hasta su primera visita a París. Su vida en España, a la sombra de su padre sobre todo, de su familia y de sus amigos de Barcelona, que tanto influyeron en él a lo largo de aquellos años decisivos.

Otras historias nos hablan de este Madrid de hoy -añade Jesús Fernández Santos-, de las mañanas del Rastro, de las primeras huelgas de los actores, del submundo de los pubs, de amor y de elecciones, de la España que cambia velozmente desde hace unos años, sin tiempo apenas para dejar sedimentar sus días y sus noches, como el semblante de su capital, ese rostro que asoma a cada instante, en sus diversas épocas, a lo largo de muchas de estas narraciones.

- Usted es uno de los escasos escritores; que ha cultivado con éxito y constancia el cuento, el relato corto, haciéndolo compatible con la creación de narraciones largas, de novelas. ¿Podría hablar un poco sobre los dos géneros?

- El cuento, como el ajedrez, nace en Oriente y llega a nuestras costas, a la Europa del año mil, como tantos otros bienes culturales, gracias a los árabes. Desde el judío Pedro Alfonso hasta el cristiano Cervantes, inventor de la novela moderna, el género evoluciona, propagándose veloz por toda Europa. Lo que cambia fundamentalmente en nuestro continente es la intención de los autores, cuyas historias, si en un principio pretendían ser aleccionadoras, en nuestro Arcipreste o en Bocaccio, toman un tinte muy claro de burla o crítica.

Ya Cervantes, en el Coloquio de los perros, dividía a este tipo de narraciones en dos clases: aquellas que necesitaban un recitador que las acompañara de gestos y subrayados grotescos y aquellas otras que en sí mismo encerraban suficiente interés como para llegar al lector sin necesidad de intermediarios. De éstos -afirma Menéndez Pidal- nacen los cuentos como género literario, tal como hoy los conocemos. El cuento tradicional, ese que va de boca en boca y que cada autor hace suyo a su manera, se siguió cultivando en tiempos más cercanos a nosotros, hasta que, poco a poco, el autor fue recabando para sí la total paternidad hasta desembocar más o menos en el Romanticismo.

- En cualquier caso, siempre subsiste la diferenciación de los géneros y, por tanto, el intento de reivindicar la primacía para cada una de, las parcelas

- Cuentistas y novelistas suelen andar desde entonces a la greña acerca de la primacía o independencia de cuentos y novelas. A mí me parece esta una cuestión bizantina. Siempre hubo grandes cuentistas que nunca consiguieron poner a flote una buena novela. Sacar de ello conclusiones generales parece un tanto superfluo. Para mí un libro de cuentos supone una ocasión de ensayar temas y técnicas que ampliar más tarde en posteriores empeños. Un buen cuento puede nacer de un instante de lucidez. Una novela necesita muchos de esos momentos lúcidos, vivencias, cultura y alguna que otra dosis de experiencia. Ello no supone que yo niegue su condición de género independiente, ni que lo declare subsidiario o precedente forzoso de la novela. De todos modos, y aunque las comparaciones no sirvan de gran cosa, es preciso reconocer que en teatro, por ejemplo, es raro el autor que en pleno dominio de los recursos de la escena vuelva a escribir obras en un acto. Tales obras suelen ser como un aprendizaje, salvo muy raros y contados casos. En cuanto a la narración, el problema se plantea de distinta forma, pues hay libros cuyos cuentos forman un todo que tienen una unidad en sí calculada y dirigida, en tanto que otros sólo agrupan diversas narraciones sin relación concreta.

-¿Podría matizar qué problemas encuentra el cuentista en la actualidad?

- Sus problemas vienen a ser los de la narrativa en general, en los últimos años. Hoy el arte de narrar ha sufrido una profunda transformación. Como alguien ha escrito, una historia no supone ya la exposición de una metafísica o una moral. Hoy representa más bien la formulación de una manera de sentir y describir. Ya no se estudia la condición humana, se discuten las distintas imágenes que el hombre se forja de sí mismo. No plantea problemas éticos o metafísicos, sino más bien de estética y óptica. Hoy el arte de narrar es cuestión de formas, algunas, por cierto, vacías, que a veces suponen un desafío al lector. El lector debe aceptarlo o rechazarlo, y el autor debe saber, en su afán perpetuo por renovarse, hasta dónde es capaz de seguirle el lector. Si el lector te rechaza o le abandona, puede decirse que ha perdido la partida. Ese es el gran riesgo de la narrativa acual.

Por todo ello -añade el escritor-, una pregunta obligada en estos casos es aquella de que si en España se leen cuentos o no, lo que viene a concretar en un género específico problemas más bien generales. Yo respondo siempre que al menos se editan. La verdad es que los concursos se multiplican. Yo formo parte ahora del jurado de uno de ellos y tengo que leer en menos de dos meses más de quinientos originales. De hecho, los libros de narraciones breves no sufren el rechazo de hace años por parte de los editores, y las antologías, año tras año, se acaban agotando. Por lo que respecta a las posibles influencias, creo que, al igual que en la novela, se ha dejado sentir decisivamente en los últimos tiempos la de los autores hispanoramericanos.

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