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Sant Vicenç de Montalt, ya era del PSUC antes de las elecciones

Una de las grandes novedades que aportarán las elecciones del próximo 3 de abril será la aparición de concejales y alcaldes comunistas. Ahora podrá trasladarse a nuestro país la divertida situación ideada por Giovanni Guareschi en su novela Don Camilo. Pero, por el momento, que se sepa, en toda España sólo existía, en el momento de ser convocadas las presentes elecciones, un alcalde que fuese comunista militante. Tal situación se da en la localidad de Sant Vicenç de Montalt (1.100 habitantes en invierno y 6.000 en verano), situada en la comarca del Maresme, a unos cuarenta kilómetros al norte de Barcelona. Informa Alfons Quintá.

Joan Tornes Sancho, de veintinueve años de edad, psicólogo, fue designado alcalde el 1 de febrero de 1976; es decir, dos meses después de la muerte del dictador. Desde febrero de 1973 era concejal y desde este mismo año pertenecía al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). Al convocarse las elecciones en ciernes, Tornes presentó su dimisión para encabezar una candidatura formada a partir de una agrupación de electores. En la misma se integran tres militantes del PSUC, uno del PSC-PSOE y cinco independiente. Sus únicos contrincantes son una candidatura de Convergencia i Unió.Sant Vicenç de Montalt posee actualmente uno de los presupuestos más elevados de España, en proporción al número de habitantes. El pasado año fue de veinte millones, con un superávit de tres. La izquierda, en efecto, al ocupar los lugares de más responsabilidad en el consistorio, incrementó los impuestos, al tiempo que tomaba fuertes medidas contra la corrupción. «Lo primero que hicimos -afirma Tornes- fue subir los impuestos, poniendo al día las ordenanzas fiscales, en particular sobre la plusvalía del suelo y sobre las licencias de obras.»

Curiosamente, la candidatura de izquierda se refiere en su presentación a la necesidad de que su programa tenga una «continuidad». Sin duda, será uno de los muy pocos municipios en que la palabra «continuidad» no sea monopolio de la derecha o del centro.

Las dos candidaturas municipales parten de enfoques sociológicos encontrados. Para la izquierda, el principal problema es el envejecimiento de la población, con una juventud que debe emigrar al carecer de puestos de trabajo. Su deseo es evitar que su pueblo se convierta en un mero centro turístico y de residencia secundaria para barceloneses, una especie de ciudad-dormitorio de los fines de semana, sin ninguna vitalidad propia.

Para la candidatura del centro-izquierda nacionalista, el problema turístico es visto con mejores ojos. Quisieran que el pueblo fuese un lugar modélico, en base a la riqueza que podría suponer una buena política de urbanizaciones. Desde esta óptica, la localidad aparece como algo al servicio de quienes van a construir allí su residencia secundaria. Se inargina, pues, por lo menos parcialmente, una visión total e independiente del pueblo, dejando en un lugar secundario la posible industrial¡zación.

En el término municipal de Sant Viceriq de Montalt -al igual que en numerosas localidades de El Maresme- pocos propietarios, dos o tres, concentran en sus manos el conjunto de las tierras, cuyas plusvalías son enormes, habiendo ido paralelas a la inhabitabilidad de Barcelona ciudad. La Pequeña burguesía barcelonesa, siguiendo en ello a la burguesía no tan pequeña, literalmente se lanzó al monte. Llegaba a cualquier pueblo y veía una zona que le gustaba. Se dirigía al ayuntamiento y se encontraba a menudo con la sorpresa de que alguien del propio consistorio hacía de intermediario para la venta. Más facilidades, imposible. Lógicamente, a la hora de obtener la licencia de edificar, no había problemas. Todo quedaba en casa. Los desastres están ahora a la vista. Los destrozos del paisaje y el descontrol campan por sus fueros.

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Hubo situaciones que rozaron el escándalo. El propio Martín Villa, siendo gobernador civil de Barcelona, suspendió la facultad de otorgar licencias a los ayuntamientos de Sant Vicenç de Montalt, Celdetes, Llavaneres y Sant Pol, todos de la misma zona y con una problemática prácticamente idéntica.

Plan de ordenación

El equipe, de izquerda que ahora aspira a la reelección inició en 1976 un plan de ordenación, en forma de normas subsidiarias y cemplementarias de planeamiento. Se empezó a otorgar licencias ánicamente a precario, de acuerdo con las normas urbanísticas en vías de elaboración. Ello creó fuertes tensiones. Hasta aquel momento todo el pueblo estaba centrado en la industria de la construcción y en las urbanizadoras. A partir de entonces se pretende también atraer a industrias rnuy se leccio nadas, es decir, no contaminantes.

Para lograr esto último se ha creado una zona industrial de ocho hectáreas, calculada para poder dar puestos de trabajo para seiscientas personas («sólo» falta que alguien quiera invertir...). También se promocionaron sesenta casas sociales para trabajadores que tuvieron que hallar trabajo en poblaciones vecinas, los cuales de este modo pueden dormir en su pueblo de origen.

El incremento de impuestos y una gran severidad en la aplicación de la ley del suelo -lo cual era inédito- permitió por un lado, la creación de un local para. los ancianos, un dispensario y una biblioteca, mientras que por otro ha sido posible construir numerosos equipamientos de grado medio.

En el terreno cultural se establecieron unas clases de catalán para adultos, pagadas por el Ayuntamiento; fue municipalizada una guardería, incrementaron los servicios y ayudas escolares y se publicó una monografía de historia local.

Los problemas creados por la militancia política del alcalde -quien no escondía el ser comunista- parecen haber sido mínimos. «No-, lo siento -afirma el hasta ahora alcalde-, pero no ha habido problemas con el cura. Aquí no se ha dado ninguna situación comparable a la de la novela de Guareschi. La Iglesia no interviene en las cuestiones municipales. Nos respetamos y todos seguimos nuestro propio camino. »

Los problemas se dieron con los promotores y constructores. El alcalde saliente -y quizá pronto entrante- cuenta cómo le fue echado un fajo de billetes encima de la mesa de su despacho por unas personas que deseaban llevar a cabo determinadas irregularidades urbanísticas. Pero no desea dar nombres. «Lo haré en mis mernorias».

Como nota curiosa destaca el hecho que reside en el pueblo.Juan Vila Reyes, el famoso industrial del caso Matesa. Ello no crea ni el más minimo problema. Pese al ideario muy marcadamente derechista de Vila Reyes, sus relaciones con el Ayuntamiento son impecables. «No en vano una hija y un yerno suyo militan en el PSUC», afirma un dirigente comunista local.

La gran incógnita son las elecciones que están al caer. El equipo saliente cree que ganaría con facilidad si en los últimos meses no hubiese dado una clara tendencia al empadronamiento en la localidad de personas procedentes de Barcelona. Se trata de personas cuya situación social no les lleva a votar a la izquierda. Nadie parece estar seguro del triunfo.

El 15 de junio, el partido de Pujol sacó el 44% de los votos, que pasaron al 42% el 1 de marzo, mientras que el 15% del PSUC del 15 de junio se convertía en sólo un 9%. Los socialistas, en cambio, pasaban de un 9% a un 18%, mientras que la UCD conservaba invariado su 15%.

Si el 3 de abril produce un nuevo alcalde comunista, ya no será Sant Vicenc de Montalt ninguna excepción, por cuanto ello sucederá indefectiblemente en otras poblaciones. Un nuevo récord sería que perdiera las elecciones, en cuyo caso pasaría a ser la primera población que contaría de forma plena con un alcalde saliente comunista.

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