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Un documento sin grandes novedades

Juan Arias

Quien esperara de la primera encíclica del papa Wojtyla grandes novedades o sorpresas se ha quedado desilusionado. Se trata, sin duda, de un documento importante, porque en la historia de todos los papas la primera encíclica es como el programa de pontificado. Juan Pablo I se murió sin haber promulgado su primera encíclica. Es importante la Redemptor hominis porque, sin duda, es la encíclica que en toda la historia de la Iglesia habla más del «hombre».Al mismo tiempo, ha desilusionado en los ambientes más progresístas porque es un documento más bien «retórico», en repeticiones y contradicciones, con explosiones de optimismo y caídas de gran pesimismo existencial, llegando a considerar nuestro siglo como el más negro de la historia y alimentando nostalgias milenaristas, como si hubiera que esperar al año 2000 para que llegue el gran milagro cristiano de un «nuevo advenimiento».

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Ha extrañado, por ejemplo, que un intelectual como Wojtyla haya dado tanta importancia en su encíclica a este hecho en base a unafecha concreta, como si para el cristiano, comentó un teólogo, no fuesen iguales todos los días y todos los años. «Dios no mueve la historia según un calendario», afirmó.

La encíclica es una mezcla de elementos de la teología de San Pablo, filosofía existencialy sociología moderna. Un análisis de la Iglesia, de la política y de la cultura lo lleva a un pesimismo de fondo en lo que se refiere a las conquistas «humanas», para afirmar que sólo la Iglesia puede presentar al mundo una alternativa capaz de dar sentido a la historia.

Por lo que se refiere a una cierta concepción teológica, la encíclica refleja el lenguaje y la visión bíblica de los nuevos teólogos moderados franceses y hubiese sido considerada «progresista» hace veinte años. Hoy se presenta más bien como polémica, con todo lo que surge en la nueva teología, tanto europea como del Tercer Mundo. La visión monolítica del sacramento del matrimonio y del sacerdocio, con la apología del celibato, la defensa. de la confesión «privada», la llamada a los teólogos para que no se alejen del magisterio, la insistencia sobre la fidelidad a las «normas litúrgicas canónicas», la visión de la misión del cristiano como hombre «de certezas», como sujeto de «heroísmo», como «perseguido» en la sociedad moderna, como admirador de la «firmeza de la fe de los adoradores de las religiones no cristianas», son algunos botones de muestra de una concepción de la Iglesia si no como Cruzada, por lo menos como única institución capaz de ofrecer al mundo salvación

Es importante que el Papa haya insistido tanto en esta encíclica sobre la «dignidad del hombre» y que haya condenado con tanta fuerza todos los abusos «contra el hombre», que haya condenado el hambre de tantos y la opulencia de quienes provocan este hambre; pero convence menos cuando presenta como el mayor esfuerzo contra «tantas injusticias y sufrimientos», producidos por «un siglo de grandes calamidades para el hombre», «el magnífico esfuerzo llevado a .cabo para dar vida a la Organización de las Naciones Unidas», a la que presenta como «profunda esperanza para le futuro», y no nombra para nada todos los esfuerzos realizados por cuantos en los últimos tiempos han luchado para combatir la opresión de millones de hombres, víctimas, por ejemplo, de las dictaduras militares.

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