Las últimas encíclicas
Desde la Rerum novarum (1897), de León XIII, que acepta el liberalismo y plantea el problema de la condición obrera, las encíclicas papales manifiestan una nítida tendencia de la Iglesia por adaptarse a los, tiempos modernos. Hay que tener en cuenta la distancia que separa esta encíclica de la Syllabus (1864), de Pío IX, que condenaba el liberalismo, el socialismo, el racionalismo y todas las doctrinas modernas y científicas.Esa línea integrista vuelve a reaparecer con Pío XII en Humani generis (1950), donde se condenaba toda conciliación con las teorías sociales modernas, comprometiendo la integridad de la fe para facilitar un acercamiento a los protestantes, el marxismo, el existencialismo, etcétera.
Los papados de Juan XXIII y Pablo VI constituyen un hito importante en la evolución de la Iglesia, que culminó en el Concilio Vaticano II. La Mater et Magistra, de Juan XXIII (1961), auténtica apertura de la Iglesia al mundo social, abordaba los criterios de dignidad y justicia que deben presidir el mundo del trabajo y el derecho de los trabajadores a una creciente participición en los beneficios, también crecientes como consecuencia de la tecnología. En la encíclica se recogían también sugerencias sobre el problema agrario y sobre los derechos de los países subdesarrollados con respecto a los económicamente fuertes. La Pacem in terris, de 1963, «dirigida a todos los hombres de buena voluntad», constituye toda una declaración de los derechos del hombre, auténtico fundamento de la paz en el mundo.
Las controversias de la "Humanae vitae"
En 1967, el papa Pablo VI daba a conocer su encíclica Populorum progressio, que versaba sobre el desarrollo de la comunidad humana y que suponía la continuación de la doctrina de Juan XXIII. Esas encíclicas expresan no sólo el triunfo del ecumenismo eclesial, sino la comprensión total de las revoluciones políticas y científicas del mundo actual.
La Humanae vitae (1968), de Pablo VI, sobre el matrimonio y la natalidad, ha sido la encíclica que más controversias ha suscitado. La postura conservadora papal sobre el control de la natalidad, desautorizando el uso de los anticonceptivos, ha llevado a muchos teólogos a cuestionar incluso el problema de la autoridad de las encíclicas.
Las encíclicas son cartas solemnes dirigidas por una alta autoridad eclesiástica a una colectividad. Crean autoridad en el mundo cristiano y su valor dogmático, moral o disciplinario es el mismo que el Papa indica en el documento en cuestión. Ubi primum, de Benedictó XIV, está considerada como la primera que fue denominada con el nombre de encíclica, y desde entonces el término se reserva exclusivamente a las cartas papales dirigidas a todo el orbe católico o a los obispos de una nación.
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