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QUINTA CORRIDA FALLERA

Importante alternativa de Manuel Sales

Lo más importante de la corrida sucedió en el toro de la alternativa, con el que Manuel Sales ganó un merecido triunfo. Tuvo la papeleta difícil. El bohórquez que le correspondía fue devuelto al corral por inválido y, en su lugar, se lidió un sobrero de Juan Mari, manso y con problemas. Aplomado, probón, con la cara alta, por tanto, deslucido, apenas merecía un trasteo breve, pero Sales lo sacó a los medios con ayudados eficaces, dio una aceptable tanda de derechazos, dos de naturales, valiente y haciendo el toreo, y se fue detrás de la espada con guapeza, para cobrar un estoconazo por el hoyo de las, agujas, que hizo rodar al toro sin puntilla.Con estas agallas y esta responsabilidad es como hay que llegar a la alternativa. Sales es un diestro de estilo, según pudimos comprobar repetidas veces en Las Ventas durante su etapa de novillero, pero también es, como demostró ayer, un matador de recursos, que puede salir airoso con el toro que plantea problemas. Los valencianos están de enhorabuena. Aquí tienen un torero de la tierra a quien apoyar y seguir, el cual puede abrirse camino y permanecer con dignidad en los niveles destacados del escalafón de matadores.

Plaza de Valencia

Quinta corrida fallera. Un sobrero de Juan Mari Pérez Tabernero (primero), manso, con problemas, y cinco toros de Fermín Bohórquez, con clase, muy flojos. Palomo Linares: estocada caída (oreja). Bajonazo exagerado (silencio). Angel Teruel: estocada caída (vuelta al ruedo). Estocada corta (dos orejas). Manuel Sales, que tornó la alternativa: estoconazo (dos orejas). Pinchazo,otro hondo y estocada (ovación y salida a hombros por la puerta grande).

Fue una verdadera lástima que su otro toro no se tuviera en pie, pues era de gran nobleza, como toda la corrida. Salió de chiqueros con las fuerzas justas y el picador se encargó de quitárselas del todo, mediante un pullazo trasero -más aún, barriobajero- que le dejó literalmente tronchado. Hay que ver lo mal que se está picando en Valencia. Me parece de perlas que los de castoreño hayan conseguido una sustanciosa mejora. salarial, pero nadie puede callar la evidencia de que hoy se pica peor y con más ventajas que nunca. Encaramados en ese muro inexpugnable que forman caballazo y peto, clavan donde más daño hace, tapan la salida, barrenan, rectifican... ¡Lo que les viene en gana!

Y toda esa carnicería desde la impunidad para picar auténticos inválidos. Por ejemplo, varios de los bohórquez de ayer. Que si exhibían una calidad extraordinaria en cuanto a la embestida, todos eran nobles y la mayoría apuntaban bravura de la mejor, pero su fuerza no llegaba más allá de tolerar el consabido puyazito. Y alguno ni tanto, como el cuarto, que a los pocos muletazos cayó cuan largo era y tuvieron que auparle tirando de los pitones y el rabo.

La marcha de las corridas falleras nos hace temer que estemos en el nuevo amanecer del manga-por-hombro, por tanto, del fraude, de cara a que reses inútiles sean el género habitual de los festejos, como ocurría en los años sesenta. Mucho cuidado, porque, a lo mejor, envuelta en el celofán de la docilidad para ejecutar el toreo fino, nos cuelan la burra, y ésta podría ser para la fiesta una recaída muy grave, quizá mortal de necesidad. De la corrupción de los años sesenta, que había convertido la grandeza de la lidia en una pantomima para turistas, se salió casi de milagro. Sería una temeridad consentir que se repita la experiencia.

Y bien, estábamos en la nobleza de los bohórquez, al último de los cuales, destrozado, no se le pudo hacer faena. Al segundo, también inválido, lo lanceó Palomo con gusto por verónicas y chicuelinas, más una preciosa larga afarolada para ponerlo en suerte ante el caballo, y su faena de muleta, que empezó correcta, acabó con los tonos pueblerinos habituales en este diestro, rodillazos y molinetes al aire incluidos. Como el cuarto tenía geniecillo, lo aliñó, y en paz.

Teruel ofició la ceremonia de la rutina en sus dos toros. Es decir, que se imitó a sí mismo: las verónicas relamidas y aburridas; los dos pares al cuarteo y el otro saliendo de tablas; la faenita premiosa fraccionada en múltiples tiempos. No estuvo mal, desde luego, ni para lo que tenía delante estuvo bien. Fue el Teruel de los últimos siglos. Una estocada de rapidísimos efectos al quinto produjo el efecto de la mascletá; o sea, despeinó al adormilado personal que, de súbito, prorrumpió en un delirante griterío para pedirlas orejas. ¡Ay valencians del meu cor!

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