La renovación del INIA y su creciente prestigio
Doctor ingeniero agrónomo, ex presidente del INIA, antiguo funcionario de la FAO y del Banco MundialEl artículo publicado hace unos días en este mismo diario (6 de marzo), de mi compañero de profesión el ingeniero agrónomo José Ignacio Torres, con el título INIA: evolucionar o perecer, me obliga a escribir estas líneas, señalando de antemano que no estoy conforme con nada de lo que dice el autor, salvo con los elogios que dedica al investigador americano doctor Borlaug y al título, ya que, evidentemente, cualquier organismo vivo, sea el INIA u otro cualquiera, si no evoluciona, acaba pereciendo.
Emitir juicios de valor es siempre arriesgado, y si el autor afirma que la investigación que desarrolla el INIA «es, sobre todo, ineficiente y, por tanto, socialmente inaceptable», demuestra que carece de la mínima información sobre la labor de este organismo.
La transparencia de la información exige ciertas aclaraciones, en las que inevitablemente he de detenerme. El Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas (INIA) fue objeto de una reorganización en 1972; los hechos han demostrado la validez de las medidas que entonces adoptamos. El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial-BIRF) cooperó en dicha reorganización con un préstamo al Estado español y con muy valiosa asistencia técnica, gratuita en las primeras fases de la nueva estructura. La primera medida consistió en la creación de Centros Regionales de Investigación Agrícola -entonces-; más tarde lo fueron de Investigaciones Agrarias, uno por cada región et:ológica del país. La evolución política posterior ha demostrado la corrección de aquella medida. Cada una de las regiones cuenta hoy con un centro propio de investigación capacitado para adoptar resoluciones científicas responsables en cuanto a sus programas de trabajo. Los nuevos centros concentraron los recursos de los minicentros preexistentes -más de sesenta-, que resultaban totalmente inviables desde el punto de vista científico. Los Centros Regionales fueron dotados de infraestructura al nivel más moderno deseable -campos, laboratorios, personal, equipos, servicios...-. Previa una selección, fueron asignadas más de 250 becas de larga duración, uno, dos o tres años, en el extranjero, con el fin de especializar a jóvenes recién egresados de los centros de enseñanza superior. El INIA cuenta. hoy con unos quinientos científicos, algunos con títulos extranjeros, además del título español, con más de dos idiomas a la perfección, capaces de realizar un trabajo de nivel comparable al de les países más destacados en técnicas agrícolas. Si esto no es evolución, dígame el autor del artículo comentado de qué se trata.
Resultados. No voy a caer en el tópico de afirmar que la investigación biológico-agraria es de resultados lentos; todo el mundo lo sabe, y ello no constituye para mí excusa para la ineficiencia o la desidia. Existen resultados y muy valiosos. Pero no es el caso de aburrir al lector con datos y más datos que tienen a su disposición en cada uno de los Centros Regionales.
Otro cantar es el trabajo de investigación, cuyos resultados pueden ser comercializados posterioririente por empresas privadas o entidades públicas. Como empresa estatal, el INIA pone sus resultados a disposición del agricultor en general la difusión de resultados es responsabilidad principal de los servicios de extensión del Ministerio de Agricultura u otros, o incluso del propio INIA. En casos, la explotación de un hallazgo debe ser encomendada a entidades privadas. Pero entonces lo ético es abrir concurso público al que tengan acceso las firmas comerciales, las cooperativas o grupos de agricultores interesados en la explotación.
Son muchos los programas de investigación agrícola de carácter internacional en que el INIA está implicado. Ejemplos: Naciones Unidas, FAO, OCDE, CEE, etcétera, financiadas éstas con fondos públicos. También existen fundaciones privadas que fínancian proyectos de este tipo, como la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford, de Estados Unidos. La primera financia, entre otros que interesan menos a nuestra agricultura, el CIMMYT, localizado en México. La ayuda que ha prestado este centro a muchos países, facilitando nuevas variedades de trigo y maíz, debe considerarse como admirable. El reconocimiento de la ingente labor de la Fundación Rockefeller en el CIMMYT fue la concesión del Premio Nobel al doctor Norman Borlaug, uno de sus investigadores más destacados.
Pero es el caso, contra lo que dice el articulista, que el INIA está en muy estrecha relación con el CIMMYT desde hace muchos años, desde antes de la citada reorganización. Científicos del INIA han, visitado repetidas veces las instalaciones del CIMMYT, han obtenido becas para trabajar con ellos, del mismo modo que investigadores del CIMMYT han visitado España y el INIA en muchas ocasiones. Anualmente se realizan ensayos en España, por el INIA, combinados con los programas del CIMMYT -trigos, triticales, cebadas-, como el INIA envía a México variedades obtenidas en España. Esto está operando desde hace más de diez años. Estos contactos han dado lugar a una estimación recíproca entre los investigadores de uno y otro centro, con un flujo de comunicación no interrumpido. Lejos de letargo, hay una comunicación fluida e intensa. Y lo mismo se podría decir de otros programas internacionales, que ahorramos al lector.
La próxima visita del doctor Borlaug a España es una más de las que viene haciendo a los países que colaboran con sus programas. Es cierto que la intensidad de estos programas requiere estos contactos, que serán cada vez más frecuentes. Precisamente la evolución del INIA es reconocida intemacionalmente al encomendarle trabajos delicados que, repito, empiezan por beneficiar al propio INIA. El deseo del CIMMYT es contar con el INIA como conexión con los programas que realiza en el área mediterránea.
El hecho de pensar en España para la implantación de esta base reside en que posee una infraestructura, fundamentalmente de comunicaciones, más desarrollada que la que tienen estos países africanos. Al mismo tiempo se tendrá un acceso más directo a las nuevas variedades del CIMMYT por un organismo oficial, lo que hará que estas variedades serán de dominio público y, por tanto, no podrán ser monopolizadas por ninguna entidad privada.
Tenemos conciencia de las limitaciones de medios que tiene la investigación en general en España y, en particular, la investigación agrícola. No podemos, por tanto, decir que la capacidad que tiene el INIA para mejorar los cereales se puede comparar con la que tiene el CIMMYT, con respaldo de diversas fundaciones con gran poder económico, y con la colaboración de prácticamente todos los países con una mínima organización investigadora. No es, por consiguiente, humillante para el INIA ni para sus investigadores tener el apoyo del CIMMYT, cuyos trabajos no van a interferir los del INIA español, según declaró el mismo doctor Borlaug en su última visita a España.
El doctor Borlaug sabe de sobra que en España cuenta con colaboradores cualificados, en los que puede confiar, y que resuelven los problemas que él plantea. Y por que le consta todo esto, por propia experiencia, es por lo que viene a España. Resulta incomprensible el propósito del artículo del señor Torres, que no contribuye a nada.
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