Boleslav Piasecki, un hombre desconcertante
El 1 de enero de este año moría en Polonia una personalidad política y religiosa de la que parece que debería haberse hablado mucho más, habida cuenta, sobre todo, la nacionalidad del papa Juan Pablo II y lo absolutamente importante que de repente se ha tomado por eso la historia inmediata del catolicismo polaco, en la que hasta su elección como Papa se ha desenvuelto la vida del antiguo cardenal Wojtyla. El pasado 1 de enero ha muerto en Polonia, en efecto, Boleslav Piasecki, y su salida de escena, a la vez que la entrada en ella del Papa Wojtyla, suponen en realidad un corte radical en las relaciones de la Iglesia polaca con el régimen comunista de Polonia.Piasecki nació hacía 1912 y en los años 1930 creó un partido falangista de clara tendencia fascista. En 1939 fue arrestado por la Gestapo, y puesto en libertad, unos meses más tarde, por intervención de Mussolini. En cuanto fue liberado transformó su antiguo grupo falangista en un grupo de guerrilleros o partisanos y, con él, atacaba indistintamente a los nazis o a los comunistas en la Polonia oriental. En 1944 fue hecho prisionero por los soviéticos; pero también fue liberado poco después, y en este momento es cuando comienza a rodear el misterio la vida de Piasecki: su historia personal se adensa con leyendas o historias menos claras. Según un funcionario polaco de los Servicios de Seguridad que se pasó a los occidentales, Piasecki obtuvo su liberación de los soviéticos proponiéndoles la creación de un movimiento católico que colaboraría con los comunistas, y, desde luego, esto es cierto; poco después creó el Movimiento Pax, un movimiento católico que desde el primer momento sostuvo con todas sus fuerzas el nuevo régimen comunista de Polonia. El Gobierno le concedió el control de la prensa católica en el país y cinco miembros de Pax tienen su escaño en el Parlamento.
Por los años 1963-1964, algunos grupos integristas franceses, tomando pie de ciertas alusiones del cardenal Wyszynski al papel colaboracionista de Pax con los comunistas, montaron una campaña de descrédito de la prensa católica francesa, que sería una especie de sucursal de Pax sostenida con dinero soviético para penetrar las Iglesias de occidente. Entre las revistas acusadas de hacer este juego estaban Informations Catholiques Internationales, y como esta revista, al igual que otros órganos de la prensa católica extranjera se mostraban abiertamente a favor de la apertura del Vaticano II, y también muy reticentes o claramente, críticos del régimen español, el propio jefe del Estado, el general Franco, hizo alusiones en un discurso a ese dinero soviético que estaba realizando labor de zapa del sólido catolicismo español a través de Informations Catholiques, concretamente.
Las amistades curiales del antiguo régimen y el hecho de que el maestro general de los dominicos fuera un español hicieron que medidas de represión político-religiosa cayeran inmediatamente en ambientes clericales; pero fueron, sobre todo, la prensa, la obediente prensa de entonces y las no menos obedientes radio y televisión, las que llenaron el ambiente, una vez más, con los famosos ecos de la famosa conjura judeo-masónica y comunista con apoyo de los muy discutibles católicos foráneos, contra el verdadero catolicismo y España. Muchos caballeros que ahora lucen hopalandas democráticas demasiado vistosas hicieron un ferviente eco a esta cruzada con la mejor de las conciencias sin duda, exactamente como antes se habían dedicado a denigrar a los Bernanos, los Maritain o los Mauriac, y no digamos nada a Unamuno; o como ahora nos proponen la mismísima revolución de todo patas arriba o el dogma marxista, pongamos por caso, o la purificación de demócratas tibios como única salvación. Su coherencia psicológica de inquisidores y de permanencia en los niveles superiores como el aceite sobre el agua es admirable; todo hay que decirlo. Pero digámoslo también de modo divertido y para íntimo solaz.
Piasecki, que en los años de la guerra había perdido a su esposa y a un hermano suyo, vio cómo en 1976 su hijo, de dieciséis años, fue secuestrado de modo misterioso y cómo después, al año siguiente, apareció su cadáver. Todo eso le marcó de manera muy honda y además era contestado cada vez con mayor intensidad por los jóvenes adherentes de su movimiento. Su destino histórico no ha sido fácil y se ha ido con su secreto. Porque ¿quién era este hombre? ¿Un oportunista y un político?, ¿o un cristiano verdaderamente desconcertante que no dudó en acumular malentendidos para ser fiel a su fe en un mundo nuevo y hostiI?
Nadie podrá ya responder; pero la figura de este hombre, en relación con la aventura de: la, fe cristiana en el mundo socialista al menos, me parece incluso más importante y honda que la elección de este otro cristiano polaco para la sede de Pedro. Incluso si el papa Wojtyla va a viajar a Polonia invitado por el Gobierno polaco es indudable que no en escasa medida a Piasecki se debe; y yo no sé si las normas vaticanas lo consentirán. Pero, si Juan Pablo II fuese a orar hasta la tumba de Piasecki, quizá todo fuera en seguida mucho más desconcertante, inquietante y esperanzador para todos.
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