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Desempleo y crisis energética centran la preocupación de los jefes de Estado de la CEE

«Teniendo en cuenta que se trata de crear una zona de estabilidad, los países candidatos a la adhesión al Mercado Común (MC) deberán apreciar si están en condiciones de aceptar las reglas exigidas por el funcionamiento del Sistema Monetario Europeo (SME)», estimó el presidente francés, Valery Giscard d'Estaing, ayer, al concluir la cumbre del Consejo de Europa en París, durante una conferencia de prensa, balance de los trabajos, y refiriéndose a las repercusiones eventuales del SME en las monedas española, portuguesa y griega. Al final del Consejo, al margen de su decisión máxima, la entrada en vigor del SME, los jefes de Estado o de Gobierno de los nueve destacaron sus preocupaciones y trabajos referentes a los dos problemas comunitarios más agudos: empleo y energía.

El estreno de la nueva divisa, que en lo sucesivo servirá de referencia en el área de la CEE, la ECU (unidad de cuenta europea), se efectuó ayer y en todos los mercados de cambios fue bien acogida. La situación social, es decir, el empleo, y los problemas energéticos fueron, tras el bautizo oficial del SME, los dos platos de resistencia de los nueve.Enfocado genéricamente las perspectivas de los países comunitarios a medio plazo, y a partir de este nuevo paso de la construcción europea que significa la creación de un sistema monetario propio destinado a armar a la CEE contra los caprichos imperialistas del dólar, el señor Giscard d'Estaing, en tanto que portavoz de sus colegas, resumió: «Estamos encarados a un porvenir cuajado de riesgos y de incertidumbres, y tratamos de crear una zona de estabilidad que pueda influir en el resto del mundo.» De aquí la importancia que reviste la buena vida futura del SME, para facilitar la actividad económica comunitaria. Por ello también, la importancia que conceden los nueve a garantizar en sus países un statu quo a los dos problemas más espinosos de los tiempos que corren: empleo y energía.

El Consejo de Europa se manifestó totalmente de acuerdo para convenir que, cara al horizonte 1985, no hay nada que hacer, o muy poco: recomendaciones, vigilancia, encargos a los organismos de Bruselas (Comisión y Consejo de Ministros) para que estudien los remedios menos malos, pero ninguna acción definitiva y global.

El empleo

Los nueve se conformarían con mantener a su nivel actual el paro. El crecimiento económico, al final del año en curso, aumentará en un 0,6 % en el área de la CEE, pero no incidirá positivamente en los seis millones de parados que arroja el balance negro de la Comunidad. En París se recomendó a las oficinas de Bruselas un estudio sobre las posibilidades de reducción de tiempo de trabajo para crear nuevos puestos y, por otra parte, los nueve insistieron en la necesidad, cada día más evidente, de favorecer una concertación creciente entre las patronales, los Gobiernos y los sindicatos del Mercado Común.

La energía

Para 1985, definieron los trabajos de París, los países de la CEE tendrán que haber reducido sus importaciones energéticas en un 50% respecto al consumo actual. Para ello también se encomendaron trabajos a Bruselas destinados a fomentar el desarrollo de otras fuentes de energía: en primer lugar, la nuclear y la carbonífera, y después, las nuevas fuentes aún en período experimental, como la energía solar y la geotérmica. Punto esencial de este apartado fue el futuro del precio del petróleo. El Consejo se pronunció por la salvaguardia de «un diálogo concertado con los países productores de crudos», para evitar la puja a que pudiese dar lugar la desbandada de los nueve a la hora de resolver sus problemas nacionales.

Llamada a la unidad europea

Para navegar en este futuro «incierto y peligroso», para garantizarle un mínimo de posibilidades de existencia al SME, y para que, en suma, la construcción europea, que franqueará otra etapa histórica en junio próximo con la elección de un Parlamento por sufragio, universal, los nueve, en París, subrayaron una vez más la necesidad de una «convergencia acentuada de las políticas económicas y sociales de todos los países comunitarios». Si en este terreno no se avanzara, en efecto, la pretendida «zona de estabilidad» no pasaría de ser una zona de ilusiones. De momento, lo menos que puede decirse es que las divergencias de políticas son característica visible de los países de la CEE y que, en el caso de Inglaterra, la divergencia bordea la frontera de la disidencia.

El presidente francés, durarite la cena que reunió a los jefes; de Estado y de Gobierno, anteanoche, expuso su nueva idea mundialista consistente en un triángulo monstruo, que reuniría setenta países: los africanos, los de la Liga Arabe y los nueve de la Comunidad, más los ribereños de Europa occidental que así lo desearan.

Cóctel monetario europeo

El ECU (Unidad Monetaria Europea) que empezó a utilizarse ayer en transacciones bancarias, está definido por los especialistas como un cóctel, cuyos ingredientes son las monedas de los países de la Comunidad Económica Europea. Figura también la libra esterlina, aunque Gran Bretaña se haya apartado del Sistema Monetario Europeo (SME7).Cada ECU equivale a: 0,828 marcos alemanes, 1,15 francos franceses, 0,286 florines holandeses, 0,14 francos luxemburgueses, 0,00759 libras irlandesas, 109 liras italianas, 0,0885 libras esterlinas, 3,66 francos belgas y 0,217 coronas danesas.

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