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La balcanización de Indochina

Las primeras lluvias servirán probablemente en Indochina como telón de fondo a la ratificación de acuerdos inestables. La retirada china, tras la batalla de Lang Son, no sólo permitirá generosamente a los vietnamitas no perder la Imagen, sino también a los chinos. La invasión de Vietnam no se ha llevado a cabo de forma tan expeditiva e incontenible como Pekín deseara, diga lo que diga la prensa oficial, y aun cuando no pretendiera China realmente ir más adelante, las pérdidas humanas en los soldados enviados por miles frente a la artillería de Hanoi han sido enormes, pese a las exageraciones propagandísticas. Quizá se seguía la frase de Mao de que, habiendo tantos chinos, pueden desaparecer algunos millones sin gran merma.La brutalidad de los enfrentamientos contrasta con la deliciosa propaganda que puede leerse en los comunicados de la agencia pequinesa Xinjua, según la cual las relaciones de los soldados chinos invasores con la población vietnamita eran tan buenas que, en un maratón de fraternidad, los indígenas les ofrecían tazones de sopa, Ies animaban en su empeño y les mostraban el escondite de las fuerzas de su país. Los soldados chinos, por su parte, efectuaban en las casas ejemplares labores de limpieza, cocina y alimentación de animales domésticos.

Queda ahora una ancha zona fronteriza, permanentemente bélica, en la que pululan guerrillas diversas. En ella se dan simultáneamente una guerra logística moderna, una guerra decimonónica y una guerra tribal. Las potencias proveen de armamento, al que suman las naciones en conflicto material y estrategias bélicas de hace cincuenta años. En la espesura de un bosque cuyas rutas harán en breve impracticables las lluvias, la guerrilla coloca sus trampas de bambú.

Empalmando con la delimitación, bastante confusa, de Vietnam y Laos con las provincias chinas del Sur, se extienden, de Birmania al golfo de Siam, 2.000 kilómetros de frontera de Camboya con Tailandia. Allí hay asesores extranjeros y refugiados rechazados por todos; al Norte, khmers blancos partidarios de Lon Nol y khmers rojos de Pol Pot; al Oeste, los guerrilleros tais rojos, apoyados por China, se enfrentan a las prudentes patrullas enviadas por Bangkok, en las que se enrola a camboyanos enemigos tanto de Pol Pot como de los vietnamitas.

En la frontera de Laos deambulan guerrilleros opuestos al Pathet-Lao o disidentes de la orientación provietnamita. Hay que añadir guerrilleros chinos blancos y rojos, minorías nacionales sempiternamente rebeldes, como los m'hongs. Las guerras han ido arrojando sobre esta zona una ola de marginados, en ella confluyen los jóvenes chinos ex guardias rojos, huidos del destierro rural, y los grupos que se dedican al bandidaje.

No sería extraño que alguien propusiera que se otorgue a la bomba atómica el Premio Nobel de la Paz: el arma decisiva frente a la intervención directa de las potencias y reemplazará a las grandes guerras por guerras de desgaste, ajustes y enfrentamientos permanentes entre sus aliados, a los que pueden apoyar sólo de forma indirecta. Entre China y la Unión Soviética se da cierta similaridad geopolítica. Ambas incluyen en los límites de sus inmensos territorios zonas de minorías de tenso nacionalismo y fronteras discutibles. Ambas precisan al Sur, si no siempre de países vasallos, sí al menos de países balcanizados.

El cordón continental e insular

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Al Sur, tras el enfrentamiento chino-vietnamita, la reestructuración logística se plantearía en los siguientes términos: La costa continental vería enriquecido su número de bases. China ha acusado a la URSS hace meses de estar construyendo una en Camm Rahh, en el golfo de Tonkín. Esto daría pie a nuevas bases americanas o a la ayuda de Washington en la instalación de bases chinas (la cadena de bases militares navales y aéreas de Estados Unidos en Asia se vio incrementada, a primeros del presente año, por el acuerdo firmado en Manila sobre las bases gigantes, en Filipinas, de Clark Field y Subic Bay). La URSS no dispone al efecto prácticamente de otro territorio, exceptuando su propia costa norte, que el de Vietnam para la instalación de bases marítimas en costas del océano Pacífico, y es dudoso que renuncie a esta salida vietnamita al mar del Sur. Estados Unidos reforzaría, como ya lo está haciendo, su presencia tanto en las islas y en la zona oeste de Indochina, como en el continente, por alianza con Pekín. La flota soviética está creciendo a ojos vistas, y Pekín, cuya flota es escasa, no cesa de exigir de las fuerzas navales norteamericanas una presencia mayor en el Indico y en el Pacífico. La VII Flota estadounidense se encuentra en esas aguas. Con sus ojivas nucleares, portaaviones y cerca de 150.000 hombres, Estados Unidos es la primera potencia militar del Pacífico. Bajo la problemática china sobre algunas islas yace tanto el control de vías marítimas como la futura explotación del petróleo contenido en su plataforma continental.

Las naciones de la ASEAN, si bien se inquietarían del crecimiento de la influencia de Vietnam, no por ello apoyan las últimas actividades bélicas con el calor que Pekín hubiera esperado. Prefieren la existencia de un Vietnam al que sus dificultades internas restan virulencia y que sirve de franja de contención entre ellas y China; se ven adoctrinadas en la neutralidad por EEUU. Además, en Tailandia o Indonesia hay influyentes minorías chinas, y sus Gobiernos no pueden permitirse disgustar a Pekín. Por otra parte, Japón ha manifestado su oposición a que China reemplace a Estados Unidos en el papel de gendarme asiático.

Laos es un país que dará que hablar en la nueva reestructuración. En 1978, con la rectificación de un discurso del jefe de Estado, Souphanouvong, el «príncipe rojo», se hicieron evidentes las disensiones entre los partidarios de la alianza con Hanoi y los de la neutralidad, hostiles a Vietnam y minoritarios.

Es posible que China sólo aspire a rodearse de regímenes neutros, amigos o simpatizantes, pero le resulta inaceptable una nación vietnamita potente, que ejercería neta influencia en los países vecinos. El problema de incompatibilidad de dos marcados nacionalismos y la posibilidad de transformación de Vietnam y Laos en satélites soviéticos es clave. Pekín precisa, para su tranquilidad, de un flanco sur seguro, de un Asia del Sureste balcanizada, fragmentada en naciones sin gran peso político-económico ni aspiraciones de liderazgo. Formosa no era sino un escollo negociable con Estados Unidos, pero la talla de Vietnam es otra.

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