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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cerillas y aburrimiento

Eduardo Haro Tecglen se incorpora desde hoy a la crítica teatral de EL PAIS; tiene una larga experiencia de esta especialidad y desde hace años ha venido publicando semanalmente artículos de tema teatral en Hoja del Lunes, de Madrid. Era hasta ahora miembro de la Junta Técnica Asesora del Centro Dramático Nacional, de la que se ha retirado para poder ejercer la actividad crítica en nuestro periódico. Enrique Llovet seguirá colaborando en nuestro suplemento de Arte y Pensamiento, semanalmente, sobre temas teatrales. Con la incorporación de Haro y la permanencia de Llovet, sin duda una de las firmas más prestigiosas y conocedoras de la especialidad, EL PAIS trata de dar un nuevo impulso a los temas teatrales y de la cultura.

Los fábulosos negocios de Ivar Kreuger, de Jan Bergquist y Hans Bendrik

Traducción de Francisco J. Uriz; adaptación, canciones y puesta en escena de Juan Antonio Hormigón, por el Teatro Complutense, actores: Victorico Fuentes, Miguel López, Juan Meseguer, Francisco Olmo, Rosa Vicente. Músicos: Carlos Llorente y Alberto Parra; escenografía y figurines: Tomás Adrián; música de las canciones: Alberto Pérez.Estreno, sala El Gayo Vallecano, 1 de marzo de 1979

Hubo un tiempo en que ningún intelectual dado al progresismo podía sobrevivir en su medio sin haber leído la novela de Ilya Ehremburg sobre las cerillas suecas y el aventurero de las. finanzas Kreuger. Aparte de su contenido acusatorio para las formas entonces vigentes del gran capitalismo, como obra literaria era fascinante. En cambio, la obra teatral de Bergquist y Bendrik sobre el mismo tema es plúmbea. Heredera en el sistema de Bertolt Brecht -sobre todo, del Arturo Ui-, carece de aquella gracia teatral, Por lo menos, en la versión que nos ha enseñado el Teatro Complutense en la sala El Gayo Vallecano. Como documento, la mezcla de leyenda y realidad, de lo que se sabe con lo que se imagina, la privan de valor. Como teatro, es una larga situación única, monótona. Es dificil conseguir algo tan plano de una vida y una época tan interesantes como la de Ivar Kreuger: la ascensión de Stalin, el nacimiento de los fascismos, la gran depresión de Estados Unidos, el origen de las multinacionales. Jan Bergquist y Hans Bendrik lo han logrado. No conozco la obra original: ignoro cuál es la inocencia de los autores suecos, cuál la culpabilidad del adaptador y director Juan Antonio Hormigón (el traductor es Francisco J. Uriz); o viceversa. Veo, por las notas de Hormigón, que le ha sucedido algo frecuente en los directores: cuando se encuentran frente a un texto aburrido y reacio, pretenden darle movilidad llevándolo al campo de la farsa, de la comicidad, mezclando atuendos grotescos con canciones que pretenden ser divertidas. Esta mezcla puede ser un desastre. En este caso, lo es.Teatralmente, el «cabaret literario», político, requiere unos medios de interpretación -no económicos, sino de talento y ensayo, de especialización- que, evidentemente, no estaban al alcance de Hormigón. Los cinco actores comprometidos en la tarea de representar 54 personajes tendrían que ser excepcionales. No lo son. Algunas veces tienen momentos de acierto; no predominan. Podía decirse que el objetivo propuesto está por encima de las posibilidades del Teatro Complutense, del escenario de El Gayo Vallecano, de Juan Antonio Hormigón.

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