Electores vascos y "estrategia española"
En un excelente artículo («Política vasca y estrategia española», aparecido en El Correo Español-El Pueblo Vasco, de Bilbao, el 15 de febrero), Juan Pablo Fusi Aizpúrua, gran conocedor del pasado reciente y de la situación actual del pueblo vasco (su tesis sobre «Política obrera en el País Vasco», publicada en Madrid por Ediciones Turner en 1975, es uno de los estudios mejores que existen acerca de ese tema) explicaba y demostraba que «la proyección estatal (de los intereses económicos y sociales vascos) exige la activa participación vasca en la dirección y gestión del Estado».En efecto: el ámbito de la economía vasca no es sólo la reducida superficie de Vasconia. Desde hace ya un siglo se ha desarrollado en Vizcaya primero, después en Guipúzcoa, y últimamente también en Alava y en Navarra una actividad económica expansiva que rebasa muy ampliamente las estrechas fronteras de esas provincias y las de todo el País Vasco peninsular, extendiéndose por España entera.
En el pasado año 1978, el Banco de Bilbao ha inaugurado en Aranjuez su oficina número mil, y bien sabido es que la mayoría de ese millar de oficinas bancarias se encuentra fuera de Vasconia. Y esto es algo más que mero símbolo. En el mismo caso se encuentra el Banco de Vizcaya, y sería interminable la lista de las empresas nacidas en el País Vasco y nutridas por un capital que, en su mayoría, es de procedencia vasca, que se hallan establecidas en el resto de la geografía española, no sólo como sucursales o agencias de las que funcionan en suelo vasco, sino que tienen fuera de este suelo sus oficinas centrales, su gerencia y sus instalaciones, sean éstas industriales o del sector de los servicios. Por otra parte, innumerables son las empresas vascas que, trabajando principal o exclusivamente en su tierra de origen, venden fuera de ella gran parte de sus productos.
Lo mismo ha de decirse en lo que a la mano de obra se refiere. En proporción muy elevada, los trabajadores del País Vasco proceden de otras zonas de España, en las cuales es muy frecuente encontrar hombres procedentes de las provincias vascas que dirigen o administran empresas o que, en el seno de éstas, desempeñan labores cualificadas.
Si de los aspectos económico-y social (a los que Fusi Aizpúrua se refiere expresamente) pasamos a otras facetas de la vida española (la cultural, la religiosa o la deportiva, por citar sólo unos ejemplos), nos encontramos con una situación parecida. Y es que toda la vida del pueblo vasco peninsular se halla tan profundamente imbricada en la vida toda del conjunto de España, que ni aquélla se concibe sin ésta, ni ésta sin aquélla.
Lo que el País Vasco necesita
Por eso, es indispensable la presencia de vascos en la dirección de la vida política española. Y para que esa presencia dé los frutos que el pueblo vasco tiene derecho a esperar, es también indispensable que la política vasca posea lo que Fusi llama una «estrategia española», sin la cual no será posible representar y defender con acierto, en el marco español, los intereses legítimos de la porción vasca de España. Para concebir y poner en práctica esa estrategia, debemos disponer los vascos de los instrumentos adecuados. Y como los instrumentos adecuados para ese tipo de tareas son, en primer lugar, los partidos políticos, llegamos a la conclusión de que los partidos políticos vascos deben planear y desarrollar esa estrategia actuando eficazmente como tales en los órganos, a los que corresponde la dirección de la vida pública española: es decir, en el Gobierno y en las Cortes.
Frutos de una mentalidad aislacionista e insolidaria, el PNV y las otras fuerzas políticas de la corriente nacionalista vasca no han sido hasta ahora capaces de tener una «estrategia española» eficaz. Pudo esperarse lo contrario de Acción Nacionalista Vasca en los días anteriores a la guerra civil (cuando algunos de sus dirigentes fueron tildados de «vascos renegados, infiltrados del virus españolista»); pero hace tiempo que ya no es así: la presencia de este partido en la coalición Herri Batasuna habla por sí sola.
Hay, en cambio, grandes partidos implantados en España entera, cuyas secciones vascas pueden y deben hacer suyo el empeño y llevarlo a término con eficacia y con brillantez. El PC y el PSOE, en la izquierda, UCD y la Coalición Democrática, en el centro y en la derecha, están en ese caso. Como tantas otras cosas, en estos días de paradojas y de sorpresas, es el PC el que mejor lo entiende y lo practica. Coalición Democrática es de creación demasiado reciente para juzgarla ahora por sus resultados; pero el hecho de que sus secciones vascas, Unión Foral y Unión del Pueblo Navarro, hayan surgido de unos esfuerzos, que obedecen a preocupaciones genuinamente locales, como han sido las de sus promotores respectivos, el alavés Pedro Morales y el navarro Jesús Aizpún, es ya de buen augurio. Lo que hace falta es que esas preocupaciones y los esfuerzos por ellas inspirados se impongan al nivel de la dirección del partido: cosa posible, dada la presencia en esta dirección de otro vasco, José María de Areilza.
Los dos grandes partidos
Pero quiérase o no, ni el PC ni Coalición Democrática podrán ser en las próximas Cortes más que fuerzas de segundo orden, a las que harán sombra los dos grandes partidos llamados a influir más decisivamente en los destinos españoles durante los anos próximos: el PSOE y la UCD. Y aquí es donde el electorado vasco tiene un papel importantísimo que desempeñar, a condición de encontrar en los cuadros de mando de estos partidos la réplica adecuada.
UCD, pese a las defecciones que ha padecido en Alava y en Navarra, parece bien situada para hacer una política que corresponda a las aspiraciones de una porción considerable de los electores de estas dos provincias. En Guipúzcoa, donde este partido no ha existido hasta ahora, el ministro Oreja tiene personalidad, dotes, conocimiento de los problemas y empuje suficientes para erigirse, si sale elegido (para lo cual, la conformidad de los electores le es indispensable) y si renuncia a ocuparse durante algún tiempo de la política exterior española (para lo cual, le harán falta otras conformidades), en paladín de una orientación original y eficaz de la política vasca de UCD. En Vizcaya, donde la ilusión de más de 90.000 votantes del 15 de junio fue inexplicable y lamentablemente defraudada, los hombres nuevos de este partido tienen que derrochar imaginación y habilidad, para que sus electores vean que son -como en realidad son- capaces de asumir una función que un amplio sector del pueblo brindó entonces a sus antecesores, pero que nadie supo desempeñar en la legislatura que acaba de concluir. Claro está que, si el apoyo popular no se renueva, nos quedaremos sin comprobar si los actuales candidatos de UCD saben o no hacer honor a él. Pero supongo que muchos electores vizcainos se darán cuenta de que si UCD carece de «estrategia vasca» o la tiene equivocada, será dificilísimo que se resuelvan los problemas vascos; de que, si no hay en UCD un plantel relativamente numeroso de parlamentarios vascos, esa estrategia no existirá o estará inspirada por quienes saben poco, y entienden menos, de los problemas de Vasconia; y de que, sin una abundante votación, ese plantel se quedará en mero proyecto, y la representación vasca en el seno de un partido llamado a ser la primera o, cuando menos, la segunda fuerza política española, será ridículamente pequeña y, por ende, débil. Hay aquí un buen tema de meditación para los votantes del 1 de marzo.
En cuanto al PSOE, y siendo de suponer que mantendrá sus posiciones en las cuatro provincias vascas (quizá con alguna pequeña pérdida compensada por alguna pequeña ganancia), esperemos que sepa profundizar más que hasta ahora su reflexión, y elaborar una «estrategia vasca» que obedezca menos a la improvisación o al interés del partido, y más a la necesidad de sentar unas bases sólidas, bien estudiadas y preparadas, sobre las cuales construir pacientemente el futuro democrático, a la vez, de dichas provincias y de España entera.
Es la conjunción armonizada de las «estrategias vascas» de los partidos españoles la que debe componer la «estrategia española» de los partidos vascos, que tan acertadamente reclama Fusi Aizpúrua, dejando bien claro que esos partidos españoles, en la medida en que están respaldados por los electores vascos, son partidos tan vascos como cualquier otro. Lo que hace falta ahora es, en primer lugar, que tales partidos encuentren en estos electores la asistencia que necesitan para enviar a las Cortes un número considerable de parlamentarios vascos; y a continuación, que coordinen y armonicen entre sí sus estrategias respectivas poniéndolas al servicio del interés general del País Vasco, dentro del interés general de España, en vez de servirse cada cual de su estrategia particular como arma en el combate partidista para ocupar el poder o para conservarlo. Porque esto sería, además de un abuso, un grave error; y quizá sus electores vascos, o gran parte de ellos, no se lo perdonarían.
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