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Tribuna
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Por un Gobiermo de cooperacion democrático"

Candidato del PCE al Congreso por Madrid

A medida que se acerca el 1.º de marzo se ve más claro lo que algunas fuerzas conservadoras y socialdemócratas, de dentro y de fuera de nuestro país, pretenden con estas elecciones. Terminar con la única política que ha obligado a la mayoría de la derecha española (UCD) a hacer concesiones -en la Constitución, en los pactos de la Moncloa- a los trabajadores y sectores populares, y ha permitido a estas fuerzas situarse, aunque fuese parcialmente, en las áreas de decisión. Intentar liquidar, pues, la política de concentración, de unidad, de cooperación democrática, bajo alguna de sus formas, entre UCD, PSOE, PCE y otros, es apostar por un claro giro a la derecha de la política española.

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Nadie cree que en España, después del 1.º de marzo, pueda darse una alternativa de Gobierno socialistas-comunistas, aun en el supuesto de que el PSOE-PCE obtuvieran mayoría. Los propios socialistas ya han dicho hace tiempo que de gobernar con los comunistas, nada. Una coalición de ese tipo abriría hoy una dinámica de enfrentamientos izquierda-derecha peligrosísima, que no terminaría en nada bueno. Ahora bien, nadie medianamente serio, al margen de bravatas electorales, se cree que el 1.º de marzo UCD o el PSOE puedan obtener la mayoría absoluta que les permitiese gobernar en solitario. Y, aun sacándola uno de los dos, tampoco podrían gobernar sin contar con los demás, pues los problemas del país son tan graves que intentar una política unilateral desde la derecha o desde la izquierda no conduciría más que a enfrentamientos inacabables y a la inestabilidad permanente. De ahí el error político gravísimo del PSOE desde el 15 de junio para acá, al intentar presentarse y, lo que es más triste, acabar creyéndose «la alternativa de poder», cuando todo lo más puede ser un componente de un Gobierno de coalición, cuya forma y contenido aparece envuelta en brumas cada vez más espesas, a tenor de las declaraciones de Suárez o González. Este desquiciamiento del cálculo ha llevado a los socialistas -o, por lo menos, a los sectores dominantes dentro del PSOE- a intentar forzar, en este caso quizá en connivencia con la UCD, un sistema bipartidista de corte foráneo, de inspiración wilibrandiana, que en estos pagos se impregnaría en seguida de los modos que regían -salvando todas las distancias- el tinglado canovista. Tinglado que no respondería ni a la estructura socioeconómica ni a la realidad política y sindical de España. Por eso, seguir insistiendo en él significaría acentuar el deslizamiento del PSOE hacia la socialdemocracia y el de UCD hacia una derecha más agresiva; se haría imposible una cooperación positiva de la izquierda; ge pondrían obstáculos insalvables a la unidad sindical y se seguirían intentando pactos sociales fracasados antes de nacer. En una palabra, una política beneficiosa para los grandes empresarios o las multirracionales, pero perjudicial para los trabajadores y las fuerzas de la cultura.

Por eso es inquietante que se proponga un «reto a dos» en TVE, y que los dirigentes de uno u otro partido no oculten su intención de radicalizar artificialmente la campaña, en la, última semana, de tal forma que se pueda producir el gran engaño colectivo de convocarnos a unas elecciones generales al Parlamento, con el fin de elegir diputados y senadores de distintos partidos y, a última hora, colarnos de matute una especie de referéndum o plebiscito con una pregunta trucada y dos posibles respuestas, ninguna de las cuales despejaría la incógnita: ¿Quién quiere usted que sea el jefe de Gobierno, Felipe Suárez o Adolfo González? Porque si, como hemos dicho antes, ninguno va a lograr mayoría absoluta, las coaliciones, los acuerdos de mayoría o concentraciones de un tipo o de otro se acabarán imponiendo. Y de esto es de lo que no hablan claro ninguno de los dos partidos mayoritarios, porque si hablasen perderían muchísimos votos y quizá también sufrirían alguna que otra escisión. Veamos las distintas posibilidades.

Coalición PSOE-CD: Existe el ejemplo no lejano de Soares en Portugal, pero es difícil pensar que el PSOE cometa tal torpeza. Sus dirigentes la han rechazado.

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Coalición UCD-CD: Es el sueño dorado de una parte de la gran derecha española-europea-americana. Sería nefasto para el país; significaría la oposición cerrada izquierda-derecha; una política antisindical, un desarrollo constitucional regresivo, la ruina de las autonomías, la no democratización del Estado.

La fórmula UCD-PCE no es viable; el precio para el primero sería demasiado alto, y el segundo forzaría la entrada del PSOE.

Quedan, de otro lado, dos versiones de cooperación UCD-PSOE o PSOE-UCD, según saque unos cuantos diputados más uno u otro. Quien pueda presidir este Gobierno no es cuestión sustantiva, sino adjetiva. Lo importante es el programa y las fuerzas políticas y sociales que lo apoyen y sean capaces de llevarlo a la práctica. Y es evidente que ya presida Adolfo o Felipe, si prescinde de la fuerza hegemónica entre los trabajadores, es decir, del PCE, significará un giro a la derecha con respecto a la política que ha dominado la transición. Y lo que es muy grave, supondría un Gobierno anti-CCOO, que haría una política unilateralmente favorable a UGT con tal de debilitar a la primera central del país. No cabe duda que la operación bipartidismo-paeto social-socialdemocracia-conservadurismo sufrió un golpe, quizá definitivo, con el éxito de CCOO en las elecciones sindicales. Nadie a partir de entonces puede gobernar este país, desde una óptica de progreso, sin contar con las fuerzas hegemónicas del movimiento obrero.

No hay más que una opción de gobierno, fuerte, estable y constructiva para el post-1.º de marzo, que sea capaz de abordar los graves problemas del país y evite el enfrentamiento izquierda-derecha. Un Gobierno de cooperación democrática que cualquiera que sea su composición suponga el acuerdo UCD-PSOE-PCE, con un programa de mayoría que logre el apoyo de las fuerzas sociales mayoritarias. Se ve claro que quién presida ese Gobierno no es lo fundamental. He dicho en alguna ocasión que un Gobierno de cooperación democrática presidido por Suárez, con ministros socialistas y programa pactado con el PCE sería más beneficioso para los trabajadores que, por ejemplo, uno dirigido por González con ministros ucedistas y el PCE marginado. ¿Por qué el PCE marginado? Pues porque, posiblemente, esta sería la condición que pondría UCD, en este segundo supuesto, para aceptar la coalición con PSOE. En este contexto adquiere toda su fuerza la utilidad y eficacia del voto comunista:

-Es el que puede impedir el giro a la derecha que supondría un Gobierno UCD-CD, pues al romper el previsible equilibrio electoral UCD-PSOE hacia la izquierda, inclinaría la balanza hacia una fórmula de progreso.

- Es el que puede evitar el enfrentamiento,izquiera-derecha, nefasto para España, al imponer una política constructiva de cooperación democrática.

- Es el que puede obligar al PSOE a ser más socialista y a la UCD menos derechista.

- Es el que puede empujar la unidad de socialistas y comunistas, necesaria para avanzar hacia el socialismo en libertad.

- Es el que puede impedir un Gobierno anti-CCOO, que debilitaría el sindicalismo de clase e impediría la unidad sindical.

Así, pues, el voto PCE es el que llace posible un Gobierno de cooperación democrática, fuerte y estable, que resuelva los graves y urgentes problemas de España.

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