_
_
_
_
_

Ha muerto el compositor Rodríguez Albert

El pasado jueves falleció el compositor Rafael Rodríguez Albert. Nacido el mismo año que Joaquín Rodrigo, 1902, invidente como el autor del Concierto de Aranjuez, constituye una de las grandes aportaciones de la escuela levantina a la música general española. Alicantino, después de estudiar en su ciudad se traslada a Valencia para trabajar con los maestros Ribes y Antich.

En París, 1922, traba conocimiento y amistad con Poulenc, Milhaud, Honegger y Ravel, del que recibe valiosos consejos. Igualmente conoció a Manuel de Falla, cuyo ejemplo colaboraría a una formación radicalmente autodidacta. Por la naturaleza, la época y el ambiente, Albert se inclina instintivamente hacia un nacionalismo depurado que encuentra lenguaje en la acomodación mediterránea del gusto francés. Acercamientos meramente indicativos, ya que, por su misma manera de pensar, Rodríguez Albert fue, hasta su muerte el pasado jueves, artista independiente. Una serie de canciones sobre textos de Heine le valen, en 1925, un premio en el Concurso de Bellas Artes. El Nacional lo alcanzará años más tarde, 1952, por su cuarteto con guitarra. Antes, Radio Nacional había galardonado sus Miniaturas para piano.En sus escrituras de anteguerra, Adolfo Salazar elogia a Rodríguez Albert por la obertura Meditación de Sigüenza: «Veo con frecuencia la huella ideal de Esplá, su manera de concebir la construcción en grandes planos basados en motivos cortos», lo que da lugar a una realización primorosa en el detalle. No fue la única ocasión en la que el compositor respondió a la incitación de su gran paisano Gabriel Miró, lo que no es de extrañar, pues Albert se siente próximo del sentimiento y la emoción estética del autor de Sigüenza. Nuevas experiencias fueron en ese sentido El cadáver del príncipe y Figuras de la Pasión, encargo de RNE para la Semana Santa pasada.

Hombre culto -era licenciado en Filosofía y Letras y había cursado estudios de Derecho-, el músico desaparecido enseñó, dictó clases e interpretó, al tiempo que desarrollaba una extensa tarea en la Organización Nacional de Ciegos. Cuando escribe su cuarteto con guitarra se refiere a las «formas tradicionales, ritmo con influencias populares y armonía de talante actual», líneas que, ampliadas, pueden servir para buena parte de su obra. Con todo debe tenerse muy en cuenta la constante inquietud de Albert por renovar su lenguaje para, sin dejar de ser fiel a lo que sentía como propio y diferencial, utilizar las conquistas de las nuevas técnicas.

Las bodas de Camacho, Una aventura de Don Quijote, Triptico sobre Lope (Premio Nacional 1961), Sinfonía en tres duales (Premio de Lieja, 1967) son, con el Homenaje a Chapí que estrenara Argenta, obras sinfónicas importantes. En el terreno de la pedagogía han de destacarse, sobre todo, su Historia de la música y su Compendio de armonía, contrapunto y fuga, escrito con el patrocinio de la Fundación March. No es tópico, en el caso de Rodríguez Albert, aludir a sus calidades humanas, al ejercicio modesto de su buen arte y su carencia de envidia y vanidad. Rodríguez Albert fue un «músico callado» para una música de profundas resonancias.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_