Los obispos latinoamericanos piden cambios profundos en el continente
Con una petición para que «se realicen profundos cambios que hagan desaparecer las opresiones y desigualdades sociales, abominación y mal endémico del continente suramericano», se clausuró ayer la III Conferencia Episcopal latinoamericana que se celebró en Puebla y fue inaugurada por Juan Pablo II. Sin embargo, el documento final rechaza la «teologia de la liberación». A las cinco de la tarde, hora mexicana, la Conferencia General del Episcopado, que había sido inaugurada el 27 de enero en el santuario nacional de Guadalupe, daba por concluidos los debates.
Los obispos aparecían todos contentos. Han insistido en que no ha habido vencedores ni vencidos, en que. la aparente división de la conferencia no está en contradicción con el espíritu de unidad colegial que les une a todos. Demostraron mucha alegría por haber podido dar a todos los pueblos de América Latina un mensaje aprobado por unanimidad. Es un mensaje que ellos llaman «optimista».A la pregunta que se hace el mensaje: «¿Qué podemos ofreceros?», responden los obispos con una frase de los Hechos de los Apóstoles que durante tanto tiempo se había quedado en el olvido, porque era una de las frases más incómodas del Evangelio: «Oro y plata no tengo, para da.rte, pero lo que tengo os lo doy: en nombre de Jesús de Nazareth, levántate y anda. »
El mensaje dice que es importante que al hombre que «lucha y sufre» le sean reconocidos «sus derechos, que su vida no sea una especie de abominación, que la naturaleza obra de Dios no sea devastada».
Y añade: «El hombre exige que las violencias físicas y morales, los abusos de poder, las manipulaciones del dinero, el abuso del sexo, la violación, el fin de los preceptos del Señor, no sean practicados, porque todo aquello que afecta a la dignidad del hombre, hiere de algún modo al mismo Dios. » .
Después de haber condenado la carrera armamentista condena la.«dolorosa ambigüedad de confundir el derecho a la defensa nacional con la ambición de ganancias ilícitas».
Algunos obispos y observadores más abiertos, rompiendo el muro del silencio, han venido a, confiarse ante algunos periodistas para denunciar algunas maniobras «poco evangélicas». Por ejemplo, el modo con el cual ha sido eliminada del documento «Evangelización y promoción humana» una frase muy importante que había sido aprobada por la comisión sobre la teología de la liberación: decía así: «Nos alegramos que la evangelización se aventaje de los aspectos constrácfivos de una reflexión teológica sobre la liberacion como sucedió en Medellín». Cincuenta y dos obispos, no se sabe si de acuerdo con los elementos de la Curia más conservadores, pidieron juntos que se eliminase esta frase porque era ambigua y suponía la aprobación de la teología de la liberación. La comisión en la cual estaban entre otros Helder Cámara y el luchador obispo de San Salvador Romero, rechazaron la petición. Pero la presidencia pensó que era un punto demasiado grave para dejarlo a la comisión y pidió que se presentara una petición a toda la asamblea. Y aquí nació la maniobra. Los contrarios a esta teología presentaron al voto una petición que prácticamente decía si los obispos respaldaban o no la teología de la liberación. La asamblea tuvo miedo de un voto tan radical y votaron todos en contra, menos 52 que se mantuvieron a favor de la comisión. Este voto ha servido por lo menos para saber públicamente que 52 obispos, y no tres o cuatro, según se decía, están de acuerdo en defender globalm ente esta nueva teología de América Latina.
La última misa de los obispos de la III Conferencia antes de la celebración de la tarde tampoco fue pacífica. Hizo la homilía el obispo conservador de El Salvador, Pedro Aparicio, que es el antagonista de monseñor Romero, y amigo de los militares de su país. En el sermón habló contra la teología de la liberación y dijo que los guerrilleros invocan el nombre de Dios para desencadenar la violencia. Cinco obispos se levantaron y dejaron la capilla.
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