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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inflación y las promesas electorales

LOS HECHOS hablan por sí solos: el año 78 se ha cerrado con una inflación del 16,5%, que sitúa a España en el pelotón de cabeza de la carrera inflacionista europea. Nos precede tan sólo Portugal (18,4%) y nos sigue Grecia (12%). La tasa media de la inflación de la CEE queda muy lejos: 7%.Esas cifras reflejan nuestra distancia de Europa, que no se acorta con inflación de palabras, y menos aún con inflación de vuelos en Mystère a Bruselas, sino con un esfuerzo muy diferente por acortar los muchos kilómetros de la inflación que nos separan del mercado común en el que deseamos integrarnos.

Esfuerzo necesario, porque mientras la inflación española no se reduzca, no sólo será imposible una integración efectiva en Europa. Tampoco podrá reducirse el paro, ni mejorarse la competitividad de nuestra economía y exportarse más, ni reducirse los costes financieros e invertir, ni reformar el sistema económico o sus instituciones. En la crisis que vivimos sólo hay una guía cierta para juzgar la situación de la economía: «Dime cómo va su inflación y te diré cómo van sus problemas económicos.» Ni uno solo de los países que han logrado ajustar su economía a la crisis venciendo el paro, exportando e invirtiendo más lo ha conseguido sin reducir la inflación. Esos son los hechos.

Vistas las cosas desde esa exigente perspectiva, es innegable el mérito del esfuerzo español de 1978 por reducir la inflación. No se bajan diez puntos en el índice de precios, tal y como ha ocurrido en 1978, con facilidad. Subir enteros en el índice de precios es el objetivo más accesible de la vida económica: basta la pasividad para lograrlo. Por todo ello, constituye un motivo de fundada preocupación las inquietudes alcistas que los precios manifiestan en el momento actual, en que la atención política se ha desplazado hacia las elecciones.

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Tres hechos demuestran que la inflación española ha levantado de nuevo su hosca cabeza: el índice de precios de consumo de diciembre de 1978, por primera vez desde noviembre de 1977, sube y no baja sobre igual mes del año anterior; componentes básicos del índice (menaje y servicios para el hogar, vestido y calzado, vivienda y otros gastos) acusan tasas de crecimiento muy superiores a la media (lo que pesará en el futuro del índice); las expectativas empresariales sobre precios se han disparado al alza (en octubre de 1978 era minoritario el grupo de empresarios que creía en la aceleración del proceso inflacionista; en diciembre del 78 -último dato disponible-, un 51% de los empresarios esperaba en el 79 una inflación mayor).

Estos tres hechos detectan una peligrosa intensificación del clima inflacionista y reclaman la atención permanente del Gobierno y de los ciudadanos. Sería lamentable para todos que las generosas promesas electorales del momento las estuviera haciendo ya imposibles hoy un crecimiento de la inflación al que el índice apuntaba en sus últimos datos y en el que creía la mayoría de nuestros empresarios.

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