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Tribuna
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La importancia del voto comunista

Secretario General del Partido ComunistaLas elecciones del 1 de marzo tendrán gran importancia para la marcha de España hacia el desarrollo y consolidación de una democracia avanzada. Cada ciudadano de este país debe ser consciente de que su voto va a decidir nuestro destino por cuatro años, y probablemente bastantes más. Y que debe juzgar a los partidos más por sus hechos que por sus palabras.

El fallo principal de este período constituyente ha sido la ausencia de un Gobierno que representara a todas o a las principales fuerzas interesadas en el cambio democrático. Un Gobierno de este tipo hubiera poseído la autoridad moral y política para acometer más eficazmente la solución de los problemas económicos y sociales creados por la crisis; para enfrentarse con el terrorismo y garantizar la seguridad ciudadana, extendiendo y consolidando, a la vez, las libertades democráticas. Los inconvenientes que hubieran podido provocar los contrastes y problemas propios a toda coalición, habrían quedado superados, con mucho, por el mayor arraigo y confianza popular obtenido por un Gobierno así.

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Una oportunidad histórica

Si me refiero a este fallo no es para lamentarme de algo que ya no tiene remedio, sino para ver dónde está la responsabilidad, porque el Gobierno monocolor y minoritario de la UCD no era una fatalidad inevitable a partir del 15 de junio de 1977.

Cierto: la responsabilidad principal corresponde a UCD, a su voluntad de monopolizar el poder, y de lograr con una política adecuada identificar el nuevo partido con los intereses de la finanza y la industria, transformándose en el representante político de esta clase. Así hemos tenido un Gobierno con banqueros e industriales, pero sin un sólo representante de los trabajadores. La clase obrera y los trabajadores han permanecido totalmente marginados del control de la transición.

Pero la responsabilidad alcanza también al PSOE, cuya fuerza parlamentaria era suficiente para lograr la formación de otro Gobierno. Nosotros se lo propusimos a partir del día siguiente a las elecciones pasadas. Pero el PSOE no quería tampoco un Gobierno fuerte de unidad democrática; eran los tiempos eufóricos en que los compañeros socialistas, con la divina sorpresa electoral, estaban convencidos de que la democracia en España se hallaba plenamente consolidada y que lo que interesaba es que se desgastara UCD para alcanzar, con un simple corrimiento de votos, el Gobierno para el PSOE.

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Por eso, la táctica socialista ha sido la de arañar a UCD facilitándole, sin embargo, como ahora reconoce Felipe González, cuantos balones de oxígeno fueran necesarios para mantener el Gobierno. El PSOE no podía derrotar a la formación monocolor de Suárez con su oposición testimonial en las Cortes; pero podía, máxime con nuestro apoyo, lograr un cambio ampliando su composición.

El PSOE nunca se lo propuso. Y cuando los comunistas advertíamos de los peligros reales de la transición, de que en España la situación requería el entendimiento entre todas las fuerzas democráticas, se burlaban de «nuestro catastrofismo». Hasta que llegó la Operación Galaxia y, viéndole las orejas al lobo, el PSOE habló, por primera vez, de entrar en el Gobierno. Y ahora, a pesar de las incontinencias de la precampaña electoral, ya no se oculta la perspectiva de un Gobierno posible con UCD después de las elecciones.

Pero lo inquietante es que el PSOE se orienta hacia esa solución rompiendo sus lazos con la izquierda. Así ha sucedido en Cataluña con la Entesa; en el resto de España, con su negativa a hacer coaliciones para el Senado, y en los ayuntamientos rurales para las elecciones municipales. Múgica proclama que «nada con los comunistas». Se perfila así una peligrosa tendencia socialdemócrata que comienza ya a inquietar a las bases del PSOE y que puede favorecer al centro-derecha.

No es lo mismo una política de coalición sobre bases socialdemócratas, en las que el PSOE sería un simple auxiliar del Centro, que una política de coalición, en la que la izquierda, unida y no enfrentada, tenga un peso específico importante.

¿Cómo asegurar esto último? ¿Cómo salvar al PSOE del hundimiento en una política socialdemócrata y antiunitaria? No hay más que un camino: logrando que la representación comunista sea más fuerte de lo que es, llevando más diputados y más senadores comunistas a las Cortes, votando más al PCE.

Las relaciones de unidad entre la izquierda son también relaciones de fuerza. La existencia de una importante minoría parlamentaria comunista ayudaría a las corrientes unitarias y de izquierda dentro del PSOE a no ser anegadas por la presión socialdemócrata.

Estas elecciones deberían servir para descartar un Gobierno de centro-derecha, que pondría en cuestión el contenido democrático de la Constitución y que se asemejaría demasiado a lo que fue el régimen pasado; deberían servir para formar un Gobierno de amplia base, progresista, que abordase con decisión los graves problemas económicos sociales, en primer lugar, el del paro; que diera soluciones políticas y técnicas con la iniciativa y la energía necesarias al terrorismo y a la inseguridad ciudadanas; que garantizase, de verdad, el desarrollo y la defensa de la democracia.

En ese Gobierno, la izquierda tendría que estar presente; pero no como resultado de una ruptura en su seno y de un desplazamiento del PSOE hacia la derecha, sino de un acuerdo y un entendimiento entre socialistas y comunistas.

Para conseguirlo, insisto, hay que reforzar el voto comunista. No hay otro camino.

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