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"La lucha contra la contaminación es difícil porque es muy costosa"

« El problema de la contaminación no se puede plantear en términos tan simples como industrialización o no industrialización. No hay que olvidar que la técnica tiene siempre soluciones a los problemas derivados de su propia implantación, lo que sucede es que en el caso de la contaminación esas soluciones son muy costosas. Quizá pueda ser la razón de que no se haya avanzado como se debiera en España en la defensa del medio ambiente.»

En estos términos ha sintetizado su postura ante el problema de la contaminación ambiental el profesor Juan Miró, catedrático de Tecnología Química General de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, editor, junto con Federico de Lora, del libro Técnicas de, defensa del medio ambiente, presentado ayer a los medios informativos.El libro, obra monumental de más de 1.300 páginas, editado en dos tomos por Labor, «pretende sistematizar y crear un cuerpo de doctrina sobre la base de una serie de conocimientos dispersos que ayudan a estudiar, desde un punto de vista tecnológico, los procesos y técnicas de defensa del medio ambiente».

Cerca de veinte especialistas han intervenido desde 1970 en la elaboración de este tratado, «preparado según los criterios más actuales de la ingeniería medioambiental». El libro se ha dividido en seis partes referidas a la polución del agua, polución atmosférica, residuos sólidos, ruido ambiental, contaminaciones específicas, legislación y economía.

Dentro de estos contenidos el que probablemente presenta mayores repercusiones sociales inmediatas es el capítulo de contaminaciones específicas, en el que destacan las contaminaciones derivadas de la industria del petróleo, gases, fertilizantes, industria del cemento, minería, metalurgia y siderurgia, galvanotecnia, papelera, fibras sintéticas, alimentación, industrias farmacéuticas y cosméticas, plantas de producción de energía, residuos radiactivos y contaminación urbana.

Entre las causas de la degradación del medio ambiente el profesor Miró distingue unas psíquicas -como la prisa, la ansiedad, la angustia, debidas a las actuaciones indirectas causadas en las personas por los contaminantes- y otras físicas, como la degradación de la atmósfera o de los ríos por incorporación en ellos de sustancias nocivas. El conjunto de estas degradaciones físicas es lo que se conoce, no obstante y desde un punto de vista técnico, por contaminación.

«La palabra contaminación va unida automáticamente a la palabra industria, aunque existe una contaminación cuyo origen inmediato no es la industria en sí. Por ejemplo, la contaminación producida por los gases de los coches, las aguas residuales de las ciudades o la contaminación sonora producida por los aviones supersónicos no tiene su origen en la industria como tal, sino en la elevación del nivel de vida. Nos encontramos así con la paradoja de que a mayor nivel de vida se obtiene menor calidad de vida.» Sin embargo, es a la industria -en opinión del señor Miró- a quien se carga la factura más elevada de la contaminación, lo cual de forma general es cierto, ya que hasta hace poco tiempo los problemas de contaminación industrial se habían, prácticamente, soslayado.

El profesor Juan Miró, que compagina sus trabajos de docencia e investigación con el de consejero delegado de la empresa de implantación química Unión de Explosivos Río Tinto (empresa que por otra parte ha tenido que afrontar graves problemas de contaminación), estima que «desde el punto de vista tecnológico la lucha contra la contaminación industrial está atacando simultáneamente dos frentes: uno es el del diseño de plantas que produzcan la menor cantidad posible de efluentes, y otro, el desarrollo de procesos para el tratamiento de efluentes. El estado actual de la técnica hace posible conseguir plantas industriales que produzcan una mínima contaminación. Pero a veces, o mejor, con demasiada frecuencia, los costes económicos de la lucha anticontaminante han retrasado las soluciones. Y estas soluciones son acuciantes porque, entre otra cosas, así lo está exigiendo la Administración a través de regulaciones constantes de las cantidades de efluentes que las industrias pueden lanzar a la atmósfera o a las aguas, mientras que, por otra parte, la presión de la opinión pública, con una sensibilización creciente hacia la contaminación industrial que a veces llega a confundir el sensacionalismo con la realidad, llega hasta extremos de impedir el desarrollo industrial de una comarca».

Para eliminar, o al menos evitar en el mayor grado posible, la contaminación, Juan Miró cree que es necesaria la colaboración de todos los estamentos de la sociedad. La Administración debe establecer zonas industriales y evitar la construcción de viviendas en sus alrededores, a la vez que introduzca controles de contaminación, sin olvidar la ayuda financiera a las empresas que deban acondicionar sus actuales instalaciones.

«Las empresas, por su parte, deberán utilizar todos los medios existentes para prevenir y remediar la contaminación que se vaya a derivar de la implantación de nuevas plantas o del funcionamiento de las ya existentes. El individuo deberá también mentalizarse y evitar por todos los medios la contaminación individual.» Por parte de los medios de comunicación -termina el profesor Miró- éstos tendrán que esforzarse en cumplir su papel fiscalizador en los casos necesarios pero huyendo del sensacionalismo de posturas demagógicas que conduzcan a soluciones totalmente irrealizables.

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