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Italia, ante una crisis política que se prevé larga y difícil

El presidente del Consejo de Ministros de Italia, Giulio Andreotti, presentó ayer su dimisión al presidente de la República, abriendo así una crisis que, según los observadores, va a ser larga y de difícil salida. El presidente de la República iniciará hoy consultas con los dirigentes de los partidos y los presidentes de las Cámaras para designar el encargado de formar Gobierno que, muy probablemente, sea el propio Andreotti.

Previamente a la presentación de su renuncia, el jefe, del Gobierno informó de ello al Consejo de Ministros, y a continuación anunció la decisión en el Parlamento. «El debate ha mostrado la necesidad de un esclarecimiento. Por tanto, esta misma tarde voy a presentar la dimisión al presidente de la República», dijo Andreotti.La caída del cuarto Gobierno de Andreotti se produjo a raíz de la decisión adoptada por el Partido Comunista italiano (PCI) de retirarse de la mayoría parlamentaria que apoyaba el Gabinete de Andreotti. Esta mayoría ha durado menos de un año.

Los observadores coinciden en que la crisis de Gobierno, que hace la número 38 desde el final de la segunda guerra mundial, será larga y difícil. En lo que discrepan es en la solución que se encuentre. Para unos, es posible que se consiga una salida muy similar a la actual, es decir, un Gobierno monocolor democratacristiano o de técnicos no comprometidos con los partidos, apoyado por una mayoría parlamentaria como la ahora rota, en la que estén presentes los comunistas.

Según otros observadores, la repetición de la fórmula anterior no tiene viabilidad y consideran que la salida serán unas elecciones anticipadas, en mayo o junio; elecciones que la mayoría de los partidos afirman no querer, pero para las que ya se preparan todos.

Ninguna de las dos salidas puede ser descartada de antemano. Los partidos menores, entre ellos el socialista, que serían quizá los más perjudicados por unos comicios adelantados, se mueven, en especial el PSI, en actuar de intermediarios entre la Democracia Cristiana y PCI, para alcanzar una fórmula que evite la disolución de las Cámaras legislativas.

Por su parte, la Democracia Cristiana ha afirmado por medio de uno de sus dirigentes, Guido Bodrato, la personalidad más cercana al secretario general, Benigno Zaccagnini, que «actualmente se habla de una nueva negociación global, a la que no quiere sustraerse la Democracia Cristiana, pero ésta ha indicado ya claramente los límites que considera insuperables y que sería un error tratar de forzarlos».

Los comunistas, así lo indica el órgano del PCI, L'Unita, advierten que «muchos continúan en el error de que la situación de hoy puede ser afrontada como en el pasado se hacía en las sucesivas crisis del centro-izquierda, sin reformar la sustancia de las cosas. Esto es un grave error; la situación actual es muy distinta».

Para el PCI, desencadenante de la crisis, o los comunistas entran en el Gobierno para poder vigilar la aplicación de los programas acordados, o pasan a una oposición abierta. Los comunistas, desgastados en su acercamiento al poder, pero sin estar en él, pretenden poner fin a esta situación que provocaba no poco desasosiego en sus bases y, esto, en vísperas del próximo congreso del PCI, en cuyas tesis se presenta como partido de Gobierno.

Sin embargo, la DC veta el acceso del PCI al Gobierno. Y en esto cuenta con el apoyo de Estados Unidos, donde, precisamente, ha estado el secretario general democristiano, Zaccagnini, poco antes del desencadenamiento de la crisis, que fue precedido también por un encuentro entre Zaccagnini y Enrico Berlinguer, secretario general del PCI, dos días antes de la decisión comunista de romper la mayoría.

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