España quiere una globalización de las negociaciones de adhesión a las Comunidades Europeas ,
España aceptará el nivel político, económico y social comunitario y pedirá la globalización de las negociaciones de adhesión el próximo día 6 de febrero, en Bruselas, durante la apertura solemne de dichas negociaciones, a la que asistirán los ministros de Asuntos Exteriores y de Relaciones con la CEE, Marcelino Oreja Aguirre y Leopoldo Calvo Sotelo.
A tan sólo unas, horas de la apertura oficial de la campaña electoral española, (los ministros del Gobierno Suárez y candidatos al Congreso por Guipúzcoa y Madrid van a convertirse en primeros protagonistas de un acto histórico con el que se pone en marcha la lenta y compleja maquinaria de las Comunidades Europeas, en busca de una negociación que debe permitir la incorporación de España al Tratado de Roma en el primer quinquenio de los años ochenta.
El acto, amén de su inevitable carácter electoralista -Calvo Sotelo es especialista en hacer coincidir las fechas comunitarias con el calendario político del presidente Suárez-, tendrá un valor simbólico, porque las negociaciones reales hispano-comunitarias no empezarán hasta el próximo otoño y, por si quedara alguna duda, ahí está Francia, a la cabeza del Consejo de Ministros comunitario, para impedirlo, a la espera de que los giscardianos pasen con mayor o menor fortuna las elecciones al Parlamento Europeo del próximo día 9 de junio, en las que la candidatura hispana desempeñará el papel de invitado de piedra o percha de la guantá de tirios y troyanos.
Se espera, eso sí, que en los discursos oficiales que pronunciarán el presidente del Consejo y jefe de la diplomacia gala, Jean Francois Poncet; el presidente de la Comisión, Roy Jenkins, y el mister Europa español, Leopoldo Calvo Sotelo (Oreja asistirá como presidente de la delegación) emerjan las líneas maestras de la futura negociación. En todo caso, en los discursos comunitarios se pedirá a España que acepte la realidad actual política, económica y social de la CEE (acquis communautaire) y España dirá amén a la requisitoria.
En los discurscos pueden surgir alusiones más o menos directas sobre los distintos enfoques que unos y otros desean dar a la negociación. Así, el señor Poncet, literatura histórico-política aparte, abundará en la prudencia preelectoral y puede hablar de las dificultades que se presentan y del sueño galo de readaptar el acuerdo de 1970. Jenkins, en nombre de la Comisión, bien puede defender la idea de no perder tiempo, de empezar a preparar intensamente la negociación real, de progresar en las llamadas acciones concertadas anticipadas, en la Unión Aduanera y otros puntos clásicos.
España presentará, sin duda, novedades de fondo y forma, Sobre el fondo, porque parece ser cierto que el palacio de la Trinidad (o Ministerio de Relaciones con la CEE) ha optado por un sendero de prudencia, dejando de lado la autopista triunfal a la que ya nos tenía acostumbrados el señor Calvo Sotelo. Prudencia negociadora, lo que es bueno y responde a la realidad política y social española. Según fuentes bien informadas, el Gobierno español desea globalizar el total de las negociaciones. Es decir, no ir sancionando tema por tema, empezando por los fáciles y dejando la agricultura, mano de obra y temas institucionales para el final, lo que fue el grave error de Grecia, que paga hoy duramente, guiada por su entusiasmo e imprudencia.
España parece partidaria de abordar todas las cuestiones, de analizar la situación negociadora globalmente y de no aceptar períodos transitorios unilaterales y no compensados en favor de los sectores sensibles hispanos. Asimismo, en Madrid parece haber descendido la predisposición inicial por las acciones concertadas anticipadas y se da por bueno que todo retoque eventual del acuerdo preferencial de 1970 debe quedar enmarcado en la negociación de adhesión, a la vez que se defiende la idea de crear un comité de suplentes que prepare la negociación.
En Bruselas, en la Comisión, preocupa el resultado de las elecciones españolas y su posible incidencia en la negociación de adhesión. Las cábalas políticas de algunos eurócratas no están desencaminadas: el PSOE puede ganar las elecciones u ocupar la cartera de Exteriores y de la CEE en un Gobierno de coalición con UCD. Ello ha influido, sin duda, en las precauciones de la Trinidad, en las que también pesa el criterio de los llamados ministerios técnicos (Hacienda, Agricultura, Industria, Comercio, Trabajo y Economía), siempre más reacios al triunfalismo político de Exteriores y de Relaciones con la CEE, y más aptos para el pragmatismo de una negociación que será muy técnica.
Está visto que, como lo quiere y ya ordena el presidente Suárez, Calvo Sotelo no quiere volver a ser protagonista de enfrentamientos intergubernamentales como los que protagonizó con Oreja desde la creación de su ministerio, y en público espectáculo en noviembre pasado, durante la convocatoria y desconvocatoria del Consejo Coordinador de la CEE, que preside Oreja y vicepreside Calvo Sotelo, y que no ha conseguido reunir, hasta la fecha, el titular del palacio de Santa Cruz.
Calvo Sotelo está dispuesto a ser bueno. Se dice que incluso aceptaría la reunión del famoso Consejo Coordinador, que debería ser convocado para finales de mes (si no se reúne ahora ya nos explicarán para qué se creó) y que desea que Marcelíno Oreja presida la delegación comunitaria (como ocurrió en otros actos de apertura de negociaciones), aunque sea el mister Europa quien lea el discurso español. Tampoco se descarta la idea de que la oposición parlamentaria de UCD esté cortésmente informada antes del espectáculo de Bruselas, que tendrá por marco probable el edificio Charlemagne del Consejo comunitario.
Nueva imagen exterior
Y ahora que parece que se lavará la ropa en casa, bueno sería recordar la necesidad de mejorar la imagen exterior hispana en la CEE. Una imagen algo embarullada por la falta de unidad de acción política, apadrinada por la dualidad Oreja-Calvo Sotelo, y por la poca falta de tacto del mister Europa en el ámbito comunitarlo donde, al parecer, el señor Calvo Sotelo desea imponer un nuevo sistema de relaciones diplomáticas basadas en el insistente contacto directo. Ello le valió algunos triunfos en un principio, pero ahora la situación le es adversa. En la Comisión y en las cancillerías de los nueve se tiene la impresión de que el mister Europa español abruma y atosiga («es que se le queda chico el Ministerio para la CEE, se aburre y no para», nos dicen en la Trinidad). Ello ha provocado algún encontronazo entre comisarios, negociadores y diplomáticos y ahora crece la unanimidad contra la injerencia del señor Calvo Sotelo, lo que no significa que se le haya perdido la confianza política.
El más flagrante ejemplo de esta actividad abrumadora está en el caso de la Oficina de Información de la CEE, en Madrid, aún pendiente de un canje de cartas (España envió hace unas semanas una propuesta y espera respuesta), en la que el ministro pro CEE intentó meter la mano hasta el fondo. Primero pidió derecho de placet sobre el director de dicha Oficina y luego un droit de regard en busca de un candidato pro UCD y provocando una espectacular cadena de dimes y diretes en Bruselas, en las nueve capitales comunitarias e incluso en las reuniones de los embajadores de la CEE acreditados en Madrid.
Tampoco ayuda en la imagen exterior la labor del embajador Raimundo Bassols ante la CEE. También le gusta meter la mano en el saco comunitario y ahí están los temas pesquero, siderúrgico y textil para resumir el balance de su gestión, que no cuenta con el entusiasmo del propio palacio de la Trinidad.
E imagen por imagen. Si la apertura formal de las negociaciones va a suponer una renovación de la actitud española, bueno sería que la CEE hiciera otro tanto.
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