_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Por la abolición del desprecio

«Mandamos a los egipcianos, que andan vagando por nuestros Reynos y Señoríos, con sus mugeres, y hijos, que del día que esta ley fuere notificada, y pregonada, en nuestra Corte, y en las Villas. Lugares y Civdades que son Cabezas de Partidos, fasta sesenta días siguientes, cada uno dellos vivan por oficios conoscidos que mejor supieren aprovecharse, estando de estada en los Lugares donde acordasen assentar, ó tomar vivienda de Señores a quien sirvan, y los den lo que hobieren menester, y no anden más juntos vagando por nuestros Reynos, como lo facen, ó dentro de otros sesent . a días primeros siguientes salgan de nuestros Reynos, y no vuelvan a ellos en manera alguna; so pena que, si en ellos fueren hallados, ó tomados, sin oficios ó sin Señores juntos, pasados los dichos días que den á cada uno cien azotes por la primera vez, y los destierren perpetuamente destos Reynos; y por la segunda vez, que les corten las orejas, y estén sesenta días en la cadena, y los tornen á desterrar, como dicho es; y por la tercera vez, que sean captivos de los que los tomaren, por toda la vida ... »Hace casi quinientos años, en el invierno crudo de Medina de¡ Campo, fue Firmada por los Reyes Católicos la pragmática a la que pertenecen los anteriores párrafos; en ellos, lo hemos visto, se condenaba a los gitanos vagabundos a la expulsión, los latigazos, el desorejamiento y la perpetua esclavitud. Desde entonces (1499) hasta la Firma de la pragmática-sanción que en plena Ilustración puso en vigor Carlos III, las disposiciones represivas cuyos dientes hacían presa en la comunidad gitana (en sus carnes, sus costumbres, su libertad e inclusive en su vida) contabilizan más de un centenar, entre decretos del Consejo de Castilla, proposiciones de las Cortes, pragmáticas reales, leyes portuguesas y edictos diseminados por las esquinas de las ciudades de Aragón, Navarra, Cataluña, el reino de Valencia y el reino, de Granada. En el siglo XIX el gitanólogo inglés George Borrow, a quien debemos dos importantes libros (La Biblia en España y Los zincali, traducidos los dos por Manuel Azañ,a), podía escribir sin exageración que «quiza no hay un país-en que se hayan hecho más leyes con la mira de extinguir y suprimir 1 el nombre, laraza y modo de vivir de los gitanos que viven en España».

Leyes sanguinarias

Lo repito: tales leyes sobrepasan el centenar. Y muchas de ellas serían tan sanguinarias que hacen pensar que la firmada por Isabel y por Fernando fue, en cierto modo, compasiva. En todo caso, no fue, ni con mucho, ni la más terminante ni la más inmisericorde. Cuando se escriba la historia de las impiedades cometidas por el poder en plena etapa de la cristiandad, tanto en

España como en la entera Europa, las tribus de gitanos, estos clanes a los que ya la turbulencia de la historia expulsó de la India hacia el siglo noveno de nuestra era, aparecerán una y otra vez como tozudas víctimas de un bárbaro catálogo de decisiones desalmadas. Gran cantidad de esas impiedades con los gitanos como destinatarios se cometieron en la España renacentista, en la España barroca y en la España ilustrada. El espacio de un artículo de periódico no consiente siquiera enumerar las veinte o treinta más soberbias, más racistas, más escalofriantes. Resumiré diciendo que durante no menos de tres siglos la singularidad gitana sería codificadamente cuestionada con una saña y una desmesura tan vastas que esa afanosa enemistad podría servir como altísimo ejemplo de cómo el poder absolutista es precisamente en la singularidad y en la desobediencia donde se nutre de cólera y de odio. No sé si alguna vez esta especie animal que llama mos humana (no conozco eufe mismo más traidor a la moral del lenguaje ni al lenguaje de la moral) alcanzará a merecer esa felicidad de ser, por fin, una especie que no ordene y que no obedezca, y que sepa vivir desde la inteligencia, la emoción y el respeto. Ello pudiera no ocurrir jamás. Pero, entre tanto, creo que es nuestro deber el cele brar todo suceso en que el despre cio y la desconfianza le dejen paso a la razón.

Angustias sociales y civiles Uno de esos sucesos es reciente, y nuestra celebración debe ser pun tual. El día 11 de este mes, en el Consejo de Ministros se tornó la resolución de crear una Comisión Interministerial que estará dedica da al estudio de la problernática gitana y, confiemos, a la búsqueda de soluciones de sus inuchas y ya antiguas angustias sociales y, civiles. Si esa comisión resultase incapaz o soñolienta, tiempo habrá de decirlo; medio millón de gitanos españoles, muy pobres en su inmensa mayoría, estarán ya desde ahora mismo pendientes de que tal comisión les trate con la justicia que merecen su angustia y su pobreza. Mas si los resultados de los trabajos de esa comisión se aproximasen siquiera al rápido y justo arbitraje de las muchas necesida des que la han hecho precisa., esta naciente democracia (esta agredida democracia que tan desesperadamente amamos la casi totalidad de los preocupados habitantes de España) no sólo habrá llevado hasta un Consejo de Ministros los problemas de los gitanos, por primera vez sin desdén, por primera vez con esa inmensa forma del amor que llamamos justicia, sino que habrá escrito una página me mórable en la historia de la abolición del desprecio. Ministros y gitanos: ¡enhorabuena a todos!

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_