La potencia creadora de Pier Luigi Nervi
Intentar hablar de Nervi, aunque sea brevemente, obliga a hacerlo siempre en el polémico contexto de la arquitectura- ingeniería. Recordemos que, en la historia, éstas han sido siempre una sola disciplina, arte para el entender de muchos. En Roma los puentes y acueductos -eran proyectados y realizados de igual forma y manera que lo fueron las Termas de Caracalla o el panteón de Agripa. Juan de Herrera para conseguir el encargo de levantar el monasterio de El Escorial tuvo que enseñar, además del proyecto arquitectónico, sus habilidades, conocimientos y recursos para realizarlo.Sólo hasta la era de la razón, con su énfasis filosófico y práctico sobre la importancia de la investigación experimental en el desarrollo de las leyes científicas, no aparecen los primeros síntomas de la división entre arquitectura e ingeniería. Así, la arquitectura olvidó que en un tiempo, había sido dueña de todas las artes, incluyendo las dé construcción, mecánicas y estructúrales, y quedando, por tanto, la ingeniería excluida del respetable reino del arte. No es hasta la aparición y consolidación del movimiento moderno cuando se vuelve a establecer el diálogo, el puente, entre ambas.
Las estructuras en hierro fundido del palacio de cristal de Paxton, el Brooklyn_bridge de los Roebling o el Home Insurance Building de Sullivan, o bien las realizadas en hormigón armado por Perret en la casa Franklin, Behrens para la AEG o los hangares para dirigibles de Freyssinet, por citar algunas, son, indudablemente, incorporadas a la cultura arquitectónica de las primeras décadas de nuestro siglo. El Werkbund, y luego la Bauhaus, institución catalizadora de lo que entendemos por movimiento moderno, se encargan de establecer los presupuestos bajo los cuales la arquitectura «debe» (la connotación moralizante de la palabra es intencionada) ser ciencia e ingeniería.
Dentro de este contexto cultural es donde Pier Luigi Nervi desarrolla toda su potencia creadora, y ésta es, a mi entender, su gran aportación. Su intuición para expresar mediante formas concretas y construibles la dinámica estructural del problema planteado, su tremenda agilidad formal, su amplísimo repertorio, así como su aplastante lógica estructural, etcétera, son aspectos que, sin duda ninguna, me atrevo a destacar como característicos de su obra.
No me gustaría terminar estas notas sin apuntar que con la revisión iniciada hace escasamente unos años del movimiento moderno, la obra de Nervi, como la de muchos otros clásicos de su época, tendría forzosamente una lectura más crítica de la que pudiera hacerse en otra ocasión, que no la de su muerte.
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