Contratistas de caballos y picadores vuelven con el tema de los manguitos
El Ministerio del Interior convocó, ¡por fin!, a la subcomisión que estudiará cuanto concierne a la suerte de varas, con vistas a la reforma del reglamento taurino. La semana última ya hubo reunión, y dado que el tema es largo y, al parecer, no se aclararon demasiado, habrá más reuniones. Esta semana será la segunda.
Como siempre, contratistas de caballos y picadores formaron una dura línea de contención frente a los criterios del aficionado -y de expertos, cada uno en su profesión- que exponían los demás. El veterinario Ramón Barga propuso unos textos de convocatoria de concurso para nuevos modelos de peto y de puya, pero sus sugerencias quedaron ahogadas en la marea de la controversia.Está claro que contratistas-picadores (presumimos que les apoyan los restantes profesionales del toreo) quieren un reglamento muy distinto al que defienden veterinarios, ganaderos y aficionados. El tema va mucho más allá de la anécdota, pues en medio de esta pugna de intereses y pareceres, está en juego precisamente la naturaleza misma de la lidia, que es la razón de ser de la fiesta.
Mas hubo dos cuestiones previas que pueden tener gran trascendencia: se sometió a consideración, por un parte, si debe publicarse de inmediato el nuevo reglamento reformado, con incorporación de todo el articulado del antiguo que trata de la suerte de varas, el cual sería sustituido en su día con la reforma que resulte de los trabajos de la subcomisión. Y, de otra, los contratistas y picadores solicitaron que, con carácter provisional, y hasta que se publique el nuevo reglamento, les sea autorizada la utilización de los manguitos.
El simple hecho de que ambas propuestas hayan sido presentadas parece revelar un espíritu confuso respecto a la reglamentación taurina que, desde luego, no compartimos. Primero: si estamos en que la suerte de varas es la fundamental de la lidia y ésta es, esencialmente, todo el espectáculo, no se entiende qué nuevo reglamento puede ser ese que deja para más adelante nada menos que el estudio a fondo y consecuente reforma de todo el capítulo que se refiere a la suerte de varas. Segundo: autorizar ahora los antirreglamentarios manguitos es hacer presunción de que cuando llegue la reforma total del reglamento serán, a su vez, autorizados, y esto es mucho suponer. Por el contrario, la vigencia del artículo que los prohíbe debe continuar en todos sus extremos, como ocurre con los restantes del reglamento.
Los contratistas de caballos y los picadores no tienen por qué gozar de trato de excepción en esteasunto. Antes bien, aquéllos deben aplicarse a presentar cuadras en condiciones, y éstos a hacer la suerte en regla. Y la autoridad, por su parte, a vigilar que unos y otros operen de acuerdo con lo establecido. Salvo que también aquí se quiera pegar el pucherazo, no hay otro camino. Sólo faltaría ahora que los contratistas que en casos como el de Las Ventas, nos ofrecen el bochornoso espectáculo de la crueldad y la incompetencia en cada tarde de toros- y los picadores -capaces de plantarse y conseguir la suspensión de una corridil, porque les hacen cumplir con su obligación- nos reformarán la reglamentación taurina a su gusto y conveniencia.
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