Puños y pistolas
«La siniestra dialéctica de los puños y las pistolas amenaza de nuevo a una España aterrada que se enfrenta con la brutal escalada del terrorismo vasco. A la violencia armada de los comandos de ETA responde la exasperación creciente de las Fuerzas Armadas y de la policía, contra las que se dirigen deliberadamente los fanáticos que practican la política de lo peor en la esperanza demencial de construir una «nación vasca» independiente a uno y otro lado de los Pirineos.La rama más irreductible de ETA apunta a la cabeza y al corazón, intenta provocar el caos, la destrucción del Estado español, contando como mínimo con que Euskadi se convierta en el Ulster de la Península Ibérica. ¿Cómo extrañarse de que sectores cada vez más; numerosos del Ejército, pilar principal del antiguo régimen y que son, en gran medida, franquistas de corazón, piensen en responder a la fuerza por la fuerza para oponerse a una eventual dislocación del Estado?
Lo que hace unos meses no era más que malhumor en los cuarteles se convierte en indisciplina proclamada. El complot del pasado 16 de noviembre ha sido minimizado voluntariamente por el Gobierno, que teme, como la inmensa mayoría de los españoles, despertar los «demonios familiares» evocando el espectro del golpe militar. Pero, al menos, habría que preguntarse por las extrañas complacencias de que se han beneficiado un grupo de oficiales superiores, cuyas intenciones abiertamente subversivas no han sido denunciadas más que en el último momento y casi por casualidad. Se sabe hoy que los actos de insubordinación han sido más frecuentes y más graves de lo que las autoridades han reconocido. Impávido, valeroso, fiel entre los fieles a la joven Monarquía constitucional, el general Gutiérrez Mellado ha aparecido en más de una ocasión solo frente a oficiales de todas las graduaciones, que han participado o no en la guerra civil, que denuncian con una virulencia creciente la «debilidad» de las autoridades. ( ... )
Es inútil denunciar el fanatismo sin piedad de los comandos de ETA. Su violencia es brutal, pero no es ni ciega ni loca. Se desarrolla en un medio extremadamente favorable. Es probable que la mayoría de los vascos nacionalistas repruebe los actos de sangre y rechace los asesinatos de altas personalidades del aparato del Estado español. Pero la simpatía se inclina siempre del lado de los combatientes de las sombras. Mientras que Madrid no afronte el problema vasco, el fuego crecerá. Ya casi es demasiado tarde.»
6 enero
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