Madrid y Carlos III
Leo en su diario (15-XII) que no cuenta Carlos III en Madrid con estatua alguna, habiendo hecho tanto por su urbanismo y arquitectura, y que se piensa en financiar un monumento que tal vez fuera instalado en la plaza del Rey.El 3 de mayo de 1963 insertó Abc sobre tres hojas extenso artículo mío: Carlos III, "pater patriae"y alcalde de Madrid, en el que se advertía esto y se apuntaba que cabía una proporcionada estatua bajo el arco central de la Puerta de Alcalá o ante ella. Andando meses, apareció la estatua obra del escultor señor Adsuara en los jardines de Sabatini, junto a Palacio: Carlos III, armado y con manto y cetro, en pie y apoyado en el blasón de la Villa. «Apareció», digo, pues no hubo ceremonia alguna, parece ser que por existir gentes poderosas nada amigas de tan humilde homenaje. Cosa no de extrañar, pues recuerdo que fue mi primer intento en 1959 y que no pudo Abc publicar ¡a. cosa por intervención de la censura, siendo a la sazón abominable elogiar a un Borbón, y al en cuestión nada se diga.
Muy bien la estatua de Adsuara, pero poco para cuanto Madrid y España deben a Carlos III, sólo honrado a impulso privado y antiguo en la Plaza Vieja de Burgos. Ahora, que haya de ser el lugar la del Rey, en Madrid, no veo francamente cómo, pues entre el espacio libre que allí exigen los juegos infantiles, el tranquilo deambular de ancianos o el reposado caminar de las pechugonas palomas, lo indispensable a la perspectiva de la Casa de las Siete Chimeneas y una estatua ya tan identificada con el lugar y el barrio como la de Benlliure al teniente ceutí Ruiz de Mendoza, no se advierte que quepa dignamente lo que se propone. Y la casa de las chimeneas dicha, aunque está asociada al motín de Esquilache, es un recuerdo mucho más digno de asociación con el Madrid austríaco, los Felipes y el príncipe de Gales, Carlos, dejando sin aliento al embajador paterno.
De no haberse cometido la estolidez de alzar en pleno paseo del Prado la fortaleza exótica de los sindicatos y el vecino periódico, magnífico lugar para el homenaje a Carlos III habría sido aquél, frontero del Museo de Ciencias por él encomendado a Villanueva y mundialmente famoso hoy, en paseo tan cargado de historia matritense y con fantasmas de Lope en el coche de Sessa, algunos nobilísimos árboles, el tan carlotercista Botánico pintado por Paret y Alcázar,las bellas fuentes dieciochescas y el palacio de Villahermosa o el recuerdo de la carlotercista Platería de Martínez. ¡Pero no había, en una villa en expansión, otro lugar para el alcázar sindical -que tan dignamente cupiera hacia el Bernabéu o la plaza de Castilla, en el mejor ensanche urbano del Generalísimo!- No, señor, había de ser destrozado, y demagógicamente, el paseo del Prado.
Dónde es materia de cuidadoso y ponderado examen: la intención, digna de aplauso.
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