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Chile: la fuerza ética de la España de hoy

Abogado chileno y ex senador socialistaOchenta y ocho naciones han condenado nuevamente al régimen fascista de Chile. Al adoptar esta actitud, las Naciones Unidas han considerado de manera expresa el informe que la comisión ad hoc encargada de examinar la situación de los derechos humanos en ese país ha elaborado tras su visita de hace unos pocos meses a Chile.

No se trata, pues, de una condena en abstracto originada en suposiciones o en la versión interesada que las fuerzas políticas que sufrieron el golpe de Estado de 1973 hayan podido dar en el extranjero, sino que en hechos concretos, confirmados por el más alto organismo internacional del mundo.

El macabro hallazgo de más de un centenar de prisioneros políticos asesinados y luego ocultos por la Junta Militar chilena en una mina abandonada de las cercanías de Santiago, de estos últimos días, no ha hecho sino confirmar las denuncias que a lo largo de cinco años de dictadura en Chile se han venido formulando. Y ha servido para demostrar -al igual que los informes de la comisión ad hoc- que las voces de un millón de exiliados chilenos en el mundo, reclamando la vigencia de los derechos más elementales en esa nación, eran justas. No hay pretexto, pues, ni intenciones encubiertas cuando se sostiene con pasión la necesidad de aislar al régimen de Pinochet de la comunidad internacional, como una forma de luchar para que el pueblo de Chile, tradicionalmente democrático y amante de la paz y la libertad, pueda recuperar sus formas de vida. Para quienes se transformaron en un ejemplo de democracia en el convulsionado continente latinoamericano y fueron capaces de iniciar el perfeccionamiento de ella en la búsqueda de un socialismo construido en el diálogo y en el pluralismo político, cinco años de opresión, de torturas, de inseguridad, de hambre, de inexistencia de toda posibilidad de expresión auténticamente libre, constituyen una pesada carga. Pero más importante aún es la. consecuencia que deben soportar quienes en el mundo luchan por obtener sus derechos más esenciales, al constatar que ni aun toda la conciencia de un pueblo es capaz de derribar las barreras de la opresión que imponen los intereses de las grandes compañías multinacionales para defender sus inversiones y su lucro desmedido. La democracia chilena fue abatida por esos intereses y son ellos los que continúan sosteniendo a la dictadura como imprescindible base de su. accionar. Para nadie ya es un misterio que durante estos cinco años de Pinochet el apoyo financiero que éste ha recibido es varias veces superior al que obtuvieran todos los regímenes democráticos anteriores al golpe castrense. Para nadie es un misterio tampoco que. muchos países han aumentado su comercio con Chile, precisamente desde que el terror y la falta de libertad imperan allí. Y para los que se informan a conciencia de lo que ocurre en esa nación, también está claro que junto con aumentar el apoyo financiero y el intercambio comercial, ha ido disminuyendo trágicamente la capacidad adquisitiva del pueblo, las prestaciones de salud la construcción de viviendas y encareciéndose la educación, al extremo de ser inalcanzable para la masa aun en sus niveles básicos.

En manos de unas pocas trasnacionales y de dos grandes grupos financieros chilenos ha quedado el gran excedente económico generado en estos cinco años de opresión. No ha llegado al pueblo de Chile. Bueno es que lo sepan los que, con intención o sin ella, ayudan a mantener el sistema vigente en esas latitudes. Porque así como el informe de la comisión ad hoc de las Naciones Unidas o la siniestra aparición de cadáveres maniatados y amordazados, deja sin pretexto moral alguno a los países democráticos para omitir su condena al régimen de Pinochet, el conocimiento de la situación económica debiera servirles también para cambiar su actitud, so pena de convertirse en cómplices de un estado de cosas que repugna a la conciencia mundial.

En el acuerdo de las Naciones Unidas ha habido un hecho que le otorga a éste un contenido particularmente más importante que todos los anteriores: una gran nación, cuyos lazos de sangre y de cultura la entronizan en América Latina con vínculos de fuerza incontenible, se ha sumado a la sanción. Coincidencia o no, ello se produce simultáneamente al nacimiento formal de la democracia en su propio seno. España vuelve a hacernos sentir orgullosos de nuestro ancestro. Su condena a Pinochet es un abrazo al pueblo de Chile, y el primer paso en la lucha por su liberación. Faltan muchos más y tan importantes como éste. Argentinos, uruguayos, brasileños, paraguayos, nicaragüenses. haitianos, puertorriqueños y tantos otros pueblos oprimidos en América Latina, sienten la fuerza ética de una conducta activa de la España de hoy.

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