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Fracasa el intento de articular el centrismo catalán entorno a Tarradellas

El primer intento de crear un bloque político en tomo a la figura del presidente de la Generalidad concluyó con un claro fracaso, según reconocen los propios protagonistas. Ahora se inicia un paréntesis que finalizará con la designación del nuevo Gobierno, después del previsible voto de investidura, o con las elecciones generales. Todo indica que después la misma operación política -que de hecho no sería otra cosa que una ampliación hacia la izquierda de las posibilidades de la UCD catalana- volverá a plantearse.

«No vengo a hacer política sino a servir a la Generalidad y a su presidente», manifestó Manuel Ortínez inmediatamente después de tomar posesión de su cargo de consejero de la Gobernación del Gobierno autónomo el pasado 30 de octubre. La afirmación era poco convincente. En primer lugar, que un responsable de Gobernación «haga política» aparece como obligado. En segundo lugar, eran ya demasiadas las personas que conocían los deseos de Tarradellas de participar de lleno en el juego electoral -como ha probado la campaña del referéndum- en la perspectiva de su reelección a la presidencia de la Generalidad. Se trataba, además, de unos deseos de Tarradellas que coincidían en gran parte con la voluntad de Adolfo Suárez de ampliar su partido en Cataluña y con los miedos de la gran burguesía catalana, conocedora de que vive en una Cataluña en la que -resultados del 15 de junio en la mano- es matemáticamente posible un frente popular hoy mismo.Uno de los grandes dramas de la fallida operación es que había demasiados protagonistas en la sombra y muy pocos dispuestos a saltar a la arena. Se buscó a alguien que lidiara el difícil toro que conforman unos esquemas sociales y electorales en los que la izquierda marxista está más sólidamente asentada que en ningún lugar de España. La valentía en política nunca ha sido grande en Cataluña: durante la guerra civil, el número de políticos catalanes que descubrieron una vocación diplomática tardía fue impresionante. Todas las sombras señalaron a Pedro Durán Farell. «El lanzamiento de Pedro Durán -afirma ahora uno de los principales dirigentes de la UCD catalana- fue obra de Salvador Sánchez Terán y del Gobierno Civil de Barcelona. Fue algo que puso fuera de sí a Carlos Sentís.»

Durante un par de semanas Durán se dejó querer, mientras reclamaba de Suárez, de Tarradellas, de cada uno de los interesados, todas las garantías de éxito. Durán se encontró con un, solo esquema preestablecido. Era el de Ortínez. Consistía en crear dos centros, a partir de la coordinación entre grupos preexistentes. Un centro tendría por eje la UCD catalana, ampliada con Cañellais y fa Unión del Centro de Cataluña, y el otro se establecería en base a la coordinación entre el partido de Pujol y la Esquerra Republicana. El primero sería el centro sucursalista y el otro el nacionalista. Con los diputados de ambos en el futuro Parlamento catalán se pretendía asegurar la elección de Tarradellas y la constitución del futuro Gobierno autonómico.

Movilizar a empresarios

Durán no tenía la misma idea que Ortínez, sino que establecía matices, al tiempo que extremaba las garantías. Sobre Durán influía Sánchez Terán, quien cometía el tradicional error de creer que la comprensión de las sutilezas catalanas es cosa fácil. Se trataría, desde esta perspectiva, de asegurar la movilización de las fuerzas empresariales tradicionales -dominadas por el miedo y la ausencia de heroicidad-, pero también de asegurarse la colaboración expresa de Jordi Pujol. Sobre este punto Durán era taxativo. Pero Pujol fue decisivo en el fracaso del intento de lanzamiento de Durán. El no de Pujol fue rotundo. Para Pujol el tema podía plantearse -como después manifestó en un mitin en Mollerusa- después de las elecciones, jamás antes. Durán vio que sin Pujol su aparición pública era demasiado vulnerable, mientras que, por otro lado, tampoco hay que olvidar que las'convícciones personales de Durán son inequívocamente catalanistas.Con relación a Tarradellas y a Ortínez muy poco después se produjo un descalabro de la mayor entidad: el rotundo abstencionismo en el referéndum constitucional de Esquerra Republicana de Catalunya, partido del que Tarradellas fue secretario general hasta 1954. Pese a ser un partido pequeño, Tarradellas contaba con él para utilizarlo en el marco de una hipotética -y para algunos previsible- demagogia electoral de carácter nacionalista. El abstencionismo constitucional de dicho partido le sitúa fuera de la operación.

Para Tarradellas el golpe de gracia definitivo para su hasta ahora deseada reelección está aún en ciernes. Se produciría si el Gobierno opta de una vez, como parece cada día más previsible, por celebrar las elecciones municipales antes que las legislativas. Al respecto, es de indicar que Tarradellas es -junto con López Rodó- el único hombre político catalán que reclama legislativas antes que municipales.

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Pero además de este retraso, que beneficiaría a Tarradellas, el presidente de la Generalidad sabe muy bien que en unas elecciones generales puede jugar en beneficio propio a través de los partidos de derecha y centro, mientras que en unas municipales tal posibilidad le es imposible. Esto último es tanto más cierto por cuanto que incluso los municiplos franquistas de la provincia de Barcelona acusan a Tarradellas de haber paralizado durante meses el servicio de cooperación de la Diputación de Barcelona, que él preside y que constituye el camino obligado de financiación de obras en los pequeños municipios.

El fracaso del primer intento de la operación -u operaciones- es particularmente grave si se considera que era una operación hecha por la cúpula, por muy pocas personas y totalmente al margen de las organizaciones de los partidos afectados. Al ser una operación protagonizada por pocas personas es perfectamente lógico pensar que fracaso puede ser ya, en este momento, sinónimo de pérdida de amistad. Ello dificulta su replanteamiento, el cual, no obstante, es obligado, ya que nadie que conozca al actual presidente de la Generalidad puede llegar a imaginarse que tome la decisión de retirarse sin antes haber quemado todos y cada uno de los cartuchos posibles e imaginables.

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