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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nabokov a medias

VIadimir Nabokov, universalmente conocido por su Lolita afortunada, singular alegato de las obsesiones americanas en torno al sexo, es autor de otras muchas historias menos conocidas pero de gran categoría que han influido notablemente en la nueva narrativa americana. Especialista en literatura rusa, poeta y entomólogo, dominador de su propia lengua tanto como de la inglesa, para él de adopción, tal cambio enriqueció su saber y estilo hasta llegar a convertir sus últimas obras en sus logros mejores.Su propensión por cierto tipo de ironía, su pasión por los juego de imágenes o entretenimiento, su obsesión casi dostoievskiana por el propio yo y su identidad, no han pasado inadvertidos para Fassbinder, especialista habitual salvadas las distancias propias del caso de tales mundos cerebrales cuando no atormentados o esquemáticos.

Desesperación

Guión: Tom Stopard, basado en la novela de VIadimir Nabokov. Fotografía: Michael Ballaus. Dirección: Rainer W. Fassbinder. Intérpretes: Dirk Bogarde, Andrea Ferreol, Volker Spengler. Dramática. Inglaterra-Alemania. Local de estreno: Pompeya.

Así, tomando del relato de Na bokov todo cuanto hay en él de grotesco, y a la vez de dramático, ha volcado sobre su superficie su sarcasmo habitual, su eficacia técnica bien reconocida, rozando en ocasiones lo gratuitó, cuando no los limites vecinos del teatro. En este su último empeño, de generoso presupuesto, pretende acercarse, comprometerse con el espectador, llegar hasta un público más amplio. Para ello se ha buscado un intérprete de altura, una historia referida a los años treinta, tan de moda hoy, y una ambientación casi perfecta. Incluso ha dejado a un lado algunos de sus manierismos, tan alabados por la crítica y a la vez tan rechazados por el público.

Y, sin embargo, sacrificios tales no parecen -vistos los resultados- suficientes. A pesar de ellos Fassbinder sigue siendo fiel a sí mismo. Sus imágenes son quizá más ricas en esta ocasión, ayudadas por una excelente fotografía, más sabias que nunca; cada una encierra en sí el misterio de sí mismo; pero todas juntas, unidas, no componen un sistema solar, cada cual brilla por sí misma en perjuicio de la historia.

La acción descansa casi en su totalidad sobre los hombros ya veteranos de Dirk Bogarde, actor acostumbrado a tal tipo de empeños y que aquí cae, en ocasiones, en recursos teatrales. A su lado, en cambio, Andrea Ferreol, con su figura disparatada y su gesto entre cómico y desvalido, da al filme su verdadera dimensión de burla y farsa que en otras secuencias escapa convertido en puro juego de dislocación, al igual que su atormentado protagonista, ese fabricante de chocolates que tras verse a sí mismo desde fuera convertido en otro yo, no parará hasta llegar a su propia destrucción y el crimen con tal de mudar de identidad.

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