Asombroso Celibisdache
El segundo concierto dirigido por Celibidache a la Nacional nos ha deparado uno de los más impresionantes recuerdos de nuestra vida musical: el de un Requiem de Fauré mil veces admirable. El gran director trabajó como un orfebre instrumento y voces, dispuso maravillosamente el fraseo musical y el fraseo textual. El Coro Nacional cantó como nunca; y la orquesta se fundió con él en uno de esos actos que rara vez se producen y que sobrepasan lo racional. Sergiu Celibidache hizo de soberano apóstol y puso a rezar musicalmente a todo el conjunto esa larga, tiernísima, pura oración que es la obra de Gabriel Fauré; consiguió el estremecimiento de una colectividad doble, la del escenario y la de la sala, dio lecciones sobre la dificultad y la belleza de lo más sencillo: este Requiem tan francés, pero que va mucho más allá del charme; tan austeramente expresivo y, a la vez, tan antirromántico. Recuérdese: Fauré renuncia al Dies Irae y se recrea, en cambio, en in Paradysum, envuelto en el sonar dé las arpas y el órgano en un milagro salvador de lo decadentista.Todo fue cristal
Orquesta y Coro Nacional
Director: S. Celibidache. Solistas: C. Bustamante, R. Soyery M. Torrent. Programa: «Sinfonía 5.ª», Sibelius y «Reguiem», Fauré.
Carmen Bustamante, evidenció su categoría musical, asumió y realizó cuanto Celibidache pedía. No así el barítono Roger Soyer, de precioso timbre, pero forzado en el «lagato» y, en alguna medida, tocado de malos usos teatrales. Como todo fue cristal, una sola mota se advertía mucho más. Lola Rodríguez de Aragón, insistentemente señalada por el maestro, recibió ovaciones de honor: ha sabido crear un instrumento vocal con el que pueden hacerse maravillas como la del Requiem de Fauré.
En la primera parte, Celibidache explicó, con asombrosa claridad y hermosura, la Quinta sinfonía de Sibelius, una de las más bellas de la colección: transparente, sencilla, plena de perspectivas y de escritura tan original como perfecta. El recuerdo del último movimiento quedará en todos de modo especial, aunque es insensato separar fragmentos, ni siquiera para destacarlos, cuando Celibidache, detallista al máximo, piensa sus versiones en función de la totalidad: un proceso sonoro que se mueve en el tiempo obediente a la necesidad que demanda la misma música en cuanto cada uno de sus momentos «contiene» lo pasado y lo por venir. Una vez más, con Celibidache llegó la música, maravillosa señora que nos visita muy de tarde en tarde. Vaya desde aquí mi último «bravo» o, si se quiere, primero de los que lanzaremos en las nuevas visitas del maestro, el próximo mes de marzo. Esperemos su Romántica, de Bruckner, su Sinfonía de salmos, sus Noches, de Falla.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.