Hitler se puso triste

Aunque soy joven (el 18 de julio del 36 tenía quince años y seis meses), tuve tiempo de alistarme (octubre del 37) como voluntario de las Milicias de Carabineros, y estar quince meses en el frente.Vengo leyendo las contestaciones que da el señor Serrano Súñer a lo publicado por don Antonio Marquina, y en la tercera contestación de EL PAIS del 29 de noviembre ya no puedo más, y siento no se si pena o risa del señor Súñer al leer cómo se presenta de bueno y de héroe ante Hitler, diciéndole que, no era posible entrar en la guerra ya que, «no se podía pedir a los españoles nuevos sacrificios pocos meses después de las devastaciones y la desgracia terrible de una guerra civil, pendiente el afán de reincorporar a la fe (?) y a la tarea de la patria a los que habían sido nuestros enemigos».

Parece ser que estos argumentos valieron para entristecer a quien en ese momento, era dueño de Europa.

Por otra parte, yo pregunto al señor Súñer, si incorporar a la «fe» a sus enemigos era tenerlos en campos de concentración, plazas de toros, campos de fútbol, etcétera. O como yo con dieciocho años estar durante dos años a patatas con agua hervida y un trozo de pan en el campo de concentración de Padrón (La Coruña); después de haber pasado por el campo de Miranda de Ebro, plaza de toros de Teruel, Nanclares de la Oca, Alegría de Alava, y enfermo enviado a Madrid (campo de Unamuno, antiguo instituto de la República, sito en el paseo de las Delicias); donde fui puesto en libertad después de tres años, enfermo hasta hoy.

Madrid