_
_
_
_
Tribuna:La "desmaoización" de China / 4
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El maoísmo condujo al socialismo chino a una profunda crisis económica

En tomo la China popular, tanto las derechas occidentales, por oportunismo financiero y diplomático, como las izquierdas, por oportunismo político y añoranzas religiosas mezcladas con limitación mental, se han dado la mano en la construcción de una nueva Gran Muralla rosa. De. su interior, no se filtraban sino postales idílicamente socialistas adornadas por el proletariado más impecable del mundo.Ideológicamente, China representaba nada menos que la posibilidad de un modelo socialista de desarrollo, válido, como mínimo, para el Tercer Mundo, la autarquía, el contar con sus propias fuerzas, la desaparición de la explotación y el advenimiento de la dictadura del proletariado.

El descubrimiento de hasta qué punto el maoísmo produjo en China una profunda crisis económica y la parálisis del desarrollo y la modernización viene a acabar con el ideal. Los niveles materiales están en China, en todos los sectores, por debajo de las expectativas, las ambiciones, la formación cultural y la potencia demográfica del país. El Ejército se halla ante una logística caduca; la ciencia, sangrada de sus intelectuales en sucesivas depuraciones y envíos al campo, comienza apenas a levantar cabeza; el pueblo, con sus 950 millones de individuos, vive a niveles mucho más bajos que sus vecinos del sureste asiático.

El actual Gobierno chino, con los tecnócratas encabezados por Teng Hsiao-ping, no está sólo importando armas y técnica y organizando la formación de sus intelectuales y científicos en el extranjero; Pekín abre camino a las inversiones extranjeras, ofrece la baratura de su mano de obra, encarga a firmas internacionales la puesta en marcha de su industria hotelera y a firmas japonesas la explotación de su petróleo, se dispone a copiar las fórmulas que han permitido el crecimiento del producto nacional bruto en países de economía liberal, como Singapur y Corea del Sur. Para ello envía allí a sus expertos.

Así como durante el Gran Salto Adelante (1958) se educó al pueblo en el aprovechamiento de la última brizna de chatarra, hoy se impulsa el aprovechamiento máximo del material humano, no cuantitativa, sino cualitativamente. Desaparecen los períodos de trabajo manual, la «reeducación de clase» qué mantuvo, a veces durante años, a estudiantes y profesores labrando la tierra. La razón de Estado pide hoy a la élite intelectual que consagre cada minuto y cada gesto a su especialidad técnica. La amnistía política es una recuperación de cerebros. El ideal igualitario se esfuma con el fin de la alternancia trabajo manual-trabajo intelectual.

El Diario del Pueblo publicó este otoño dos cartas de lectores pekineses en las que se lamentaban del alza de los precios de frutas y verduras. Viejas quejas que ya oía en boca de los chinos quien esto escribe en 1974 y que se conjugaban mal con la hibernación de salarios. Hay inflación también en China.

Las dimensiones del fracaso

Las dimensiones del retraso chino sólo hoy pueden comenzar realmente a ser evaluadas a partir de las pocas, pero primeras, estadísticas publicadas por el Gobierno, y por las visitas de expertos extranjeros que constatan la prácticamente ausencia de mecanización en el interior y el retraso. de décadas en la existente.

China ha firmado un acuerdo comercial con Japón de 20.000 millones de dólares. En 1977 el comercio chino con Alemania del Oeste llegó a los 1.850 millones y actualmente se están negociando cantidades muy superiores para complejos mineros y acererías. Inglaterra acaba de vender a China equipo minero por valor de 315 millones de dólares. Se negocian actualmente con Francia contratos de venta de modernísimos modelos de aviación. Las ventas estadounidenses a China este año se estiman en unos mil millones de dólares, etcétera. Las llamadas maoístas a la autarquía y a independencia del capital extranjero quedaron muy lejos.

El Gobierno chino ha declarado que prevé la modernización total del país (entendida como equiparación con el estándard de vida de las naciones más desarrolladas) antes de 1999. A nivel de 950 millones de habitantes y de un territorio de cerca de diez millones de Km, la idea hace pensar que los nuevos dirigentes han heredado aquellos ímpetus triunfalistas de Mao Tse-tung, aunque los usen con diferentes signos.

Al precio de una deuda exterior segura, que no podrá paliar con sus exportaciones, puesto que la más rentable, el petróleo, exige tratamientos costosos por contener demasiada parafina, China se ha lanzado a la firma de contratos enormes con los países desarrollados. Resta que el Gobierno no podrá disponer, como en el pasado, de una obediente mano de obra, explotada esta vez, no en pro del paraíso comunista de los mañanas cantarines, sino en nombre -como en Occidente- del paraíso técnico-nuclear y la Carrera a cualquier precio por la industrialización. El restablecimiento de primas a la productividad, las mejoras salaria les y el parcial reconocimiento de ciertos derechos civiles y jurídicos que ofrece el grupo Teng, son in dudablemente una mejora respecto al total abandono anterior al aparato policial, pero, a la larga, llevan el germen de crisis y enfrentamientos con el Estado, en cuanto los intereses de la modernización acelerada ejerzan una usura sensible sobre la calidad del vivir cotidiano y se enfrenten a las reivindicaciones laborales, a los mecanismos, con frecuencia lentos y no in mediata ni materialmente rentables, de la democracia y de los derechos humanos, que resultan particularmente ajenos a los reflejos autoritarios de un partido, como el Comunista Chino, acostumbrado al monopolio del poder.

El grado crítico en el fin del modelo chino llega con el rechazo de la dictadura, sea o no del proletariado, y la petición de las más modestas, pero también más reales, adquisiciones democráticas, derechos humanos incluidos. Forma parte del final de los grandes hombres conductores de masas amorfas hacia para paraisos por ellos previstos, deja a los devotos occidentales de «el fin justifica los medios» inermes y ridículos. Mientras, China popular pasa, entre los normales trastornos y convulsiones del angélico papel de modelo, al de nación entre naciones poblada de personas similares al resto de los humanos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_