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"'Casa de Campo'" es la demostración de incapacidad de la novela decimonónica"

Presentación de la nueva obra de José Donoso

Marcos Ricardo Barnatán presentó ayer a la prensa la última novela de José Donoso, Casa de Campo, editada por Seix Barral, una parábola que, según su autor, ha sido construida con «un 150% de imaginación». Se trata, según el propio Donoso, de «la demostración, una demostración, de la incapacidad de la novela decimonónica, mostrando esta incapacidad desde su propio método, desde sus propias estructuras». La novela, dijo José Donoso, «se puede considerar preciosista, frente a los monstruos feos que poblaban las anteriores, pero este preciosismo es tan estilizado y monstruoso como el feismo anterior».

En su presentación, Barnatán dijo: «La novela es un ámbito cerrado y cercado en el que tras los límites arbitrarios impuestos por un autor, y la propia realidad del objeto libro, se extiende un simulacro, se desborda la representación que puede llegar a convencer al lector y confundirle los tan sutilmente distintos planos de la realidad y la ficción.» José Donoso, dijo el señor Barnatán, «ha reflexionado sobre ese teatrillo; consciente de su labor de titiritero de rostro descubierto, ha escrito una novela en la que no se ocultan los trucos, las habilidades del tramoyista, los pases del prestidigitador, la sabiduría del ilusionista».«Casa de campo -dijo el presentador- es esa región aislada, cercada por gramíneas, en cuyo centro o axis mundi se levanta una laberíntica mansión en la que se desarrollará toda la acción turbulenta.» Se refirió después a la idea de templum-tempus, donde la casa, «monumento a la eternidad, descansa en una tradición inmemorial en la que todos los personajes de la familia Ventura repiten una actuación prefijada por sus ancestros», y que los hijos deben perpetuar. Sólo una excursión de verano rompe, con la rebeldía de los 33 niños primos, el ciclo infernal. Y entonces, «es el tiempo confuso de las revoluciones, la improvisación contradictoria y bienintencionada que se enreda en sí misma y produce estragos. Toda la maquinaria compleja de una forma de organización que se ve transformada y que no alcanza nunca su plenitud. Nadie entiende nada -dijo- y hay desencanto y desilusión en los que ayer tuvieron esperanza».

La vuelta de los grandes vuelve las cosas a sus sitios, tras la espantosa represión: «Y, sin temblar, la voz siempre presente del narrador nos entregará a la carnicería sin recordarnos la ficción, acercándola peligrosamente a la cotidiana realidad. Donoso -dijo-, que a lo largo de todas estas asombrosas páginas se mantiene presente en su humana forma de autor dialogante con sus lectores -y lo hace con una maestría indudable- quiere dejarnos solos con los opresores, para recordarnos enseguida que se trata de una fábula y que sus personajes son emblemáticos.» «Casa de Campo -dijo por fin Barnatán- es la ambiciosa empresa de un narrador que desconoce lo imposible.» La novela termina, como la presentación, cuando una nube de semillas asfixiantes amenaza el final definitivo, cuando, «en la polvorienta forma de sus gramíneas viene a borrar el gran teatro, lo que resta de ese gran teatro levantado como fábula, quizá como dolorosa lección, pero que desgraciadamente sospechamos, no nos servirá de escarmiento».

Tras la presentación, José Donoso aclaró a los periodistas algunos temas de su novela y de la manera en que ésta se había producido. «Cada novela -dijo- tiene su propia biografía, como los hijos de uno. Independientes. Pero, sin duda, tienen mucho que ver con la propia biografía del escritor. Escribir -ya lo he dicho muchas veces- es una labor de ciego, uno no sabe cómo sale. Y yo sospecho que la novela resulta mucho menos condicionada por la vida del autor que al revés... sí, creo que esas biografías de las novelas nos condicionan mucho más que nosotros a ellas.»

Sobre la intención de Casa de campo dijo: «La última palabra, la que la cierra es tompe Poed, que se dice de esa manera de pintar, el Veronés por ejemplo, simulando realidades reales, ventanas, barandas, mundos, que el ingenuo espectador debía creerse, pero que, ante una segunda lectura, le hacían reflexionar sobre el material ficticio, pictórico, en que estaban engendradas... Eso es esta novela.. Escrita para parecer real en primera lectura, es un engaña-ojos, un factor de confusión en la segunda, que confirma su carácter de ficción.»

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