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La decisión de la República Federal de Alemania, favorable para la unificación monetaria europea

La revaluación del marco alemán, en un 3 %, y las discusiones para la futura aplicación, a partir del 1 de enero de 1979, del «sistema monetario europeo» fueron los temas capitales de la reunión en Luxemburgo de los ministros de Economía y Finanzas de las Comunidades Europeas.Al término del encuentro, celebrado con gran secreto el domingo, en el castillo de Senningen (Luxemburgo), el ministro alemán de Finanzas, Hans Matthofer, declaró que era imprescindible una adaptación de índices-pivotes entre las monedas de los siete países europeos que integran la denominada serpiente monetaria. La divisa germana era revaluada en un 4 % en relación con las coronas danesa y noruega, y en un 2 % en relación con el franco belga-luxemburgués y el florín holandés.

«Era necesario calmar el mercado de cambios y detener el flujo monetario sobre la Bundesbank», añadió Matthofer. Bonn debió intervenir masivamente, por valor de miles de millones, para sostener estas últimas semanas la paridad del marco en el interior de fluctuación de 2,25 % fijado por las oscilaciones de la serpiente. Por el contrario, los demás países se endeudaban al exterior para aguantar el tirón hacia arriba de la divisa germana. La nueva definición de paridades en esa mínima zona de estabilidad monetaria debería permitir, al mismo tiempo, una preparación más tranquila del futuro «sistema monetario europeo».

Sobre las reglas jurídicas del SME (sistema monetario europeo) trataron también los ministros, en su habitual, consejo mensual dedicado a la marcha de la economía y las finanzas del club comunitario. Se intenta traducir en reglamentos jurídicos un sistema que se basará en dos grandes puntos: primero, en la definición del ECU (European Currency Unit), unidad de cuenta europea formada a partir de una cesta de todas las monedas comunitarias, que oscilarán dentro de paridades fijas en una parrilla de índices, en relación con un índice-pivote a definir; la segunda, gran parte del futuro sistema monetario europeo, consistirá en la dotación de un fondo común de reservas entre todos los bancos, centrales -se habla de una cantidad inicial de unos 25.000 millones de unidades de cuenta, lo que equivale a unos veinticinco billones de pesetas : destinados a préstamos entre bancos centrales para sostener a sus divisas en caso de dificultad.

Sobre el consenso necesario -ante las reservas británicas a entrar en el sistema-, Hans Matthofer se mostró muy reservado. «Cuanto más espesa sea la niebla, más difícil será la tarea de los especuladores.» El silencio del ministro alemán puede ocultar también diferencias entre los propios países favorables al proyecto, sobre todo Italia, que temen verse incluidos en normas demasiado rígidas para sus monedas. Sobre todo, porque la clave de las diferencias monetarias, es decir, el gran desequilibrio económico entre el norte y el sur de la Comunidad, no será resuelto con sistemas teóricos de estabilidad monetaria.

Hay que señalar, por último, que los bancos centrales de los paises del Mercado Común -incluido el banco central de Gran Bretaña- practicarían ya operaciones de ensayo para la aplicación, a partir de enero próximo, del SME. Los jefes de Estado o de Gobierno de los nueve darán su aprobación política al programa en su cumbre del 5 y 6 de diciembre, en Bruselas. Los tres Estados candidatos al ingreso, Grecia, España y Portugal, serán, probablemente, invitados a cooperar en el sistema monetario, embrión de una zona de relativa estabilidad monetaria en Europa occidental y defensa ante las presiones exteriores monetarias sobre Europa; es decir, del dólar.

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