¿Qué hace una prensa como tú en un sitio como este?
¿Qué hace la prensa del Movimiento, hoy del Estado, en una democracia como esta?Se trata de una prensa que está llena de grandes y buenos profesionales, pero, por encima y por debajo de los profesionales, hay una cosa que hocica, murmura, se queja, amenaza, hiede, influye, apesta, condiciona: el Movimiento.
Pienso, en principio, que todos esos profesionales refugiados hoy laboralmente -y qué remedio- en la prensa del Estado encontrarían más brillante acomodo en la prensa normal, libre, independiente: se realizarían, por decirlo con la expresión de la niña de las irlandesas que va a perder el himen en delicado trance estivo.
Pienso en la pluma libre y vigorosa de Raúl del Pozo, en la escritura mimada y cadente de Pedro Rodríguez, pienso en tantos remadores y forzados de las galeras del Estado, que están haciendo una prensa indecisa, boba, oficialista, sin fuerza, neutralista sin convicción. Pienso en la verdad de la vida, en fin.
Encima dicen que no hay papel, que hay crisis de papel. ¿Y por qué, cuando los periódicos llamados independientes (luego hablaremos de eso) tienen problemas de papel para fabricar su tigre de celulosa todos los días y ponerlo en el motor del cambio, por qué ha de haber una presan que, ni conveficida ni convincente, a nivel arquitectónico, sigue saliendo de manera burocrática? La prensa de Estado está condenada a ser prensa de partido, del partido en el Poder. Y si son varios los partidos, está condenada, en todo caso, a ser prensa de Poder. La prensa de partido no se vende (por eso anda buscando otras alternativas) y de la prensa de Poder, o sea la de Franco, podemos decir con don José Zorrilla:
-Imposible la hais dejado para vos y para mí.
Que los periódicos independientes no son independientes. Claro. Luis Berlanga, en una rueda de prensa sobre La escopeta nacional, desconcertó una vez más al personal con su sutil paradoja de gamberro:
-¿Por qué se ha ensañado usted tanto con la caricatura de ese catalán que hace Saza?
-Todo lo contrario. Me parece el único personaje respetable de la película. El viene a luchar solo, por sus propios medios, contra el gran clan del franquismo, aquí en Madrid, en terreno contrario.
«La farsa del madrileñismo», que decían los carlistas inspirados. La prensa llamada independiente, sea capitalista, asamblearia, cooperativista o undergraund, está luchando contra el enemigo común de nuestro tiempo, el Estado absoluto, en la derecha y en la izquierda, y que, merced a la televisión, es ya, como dice Vázquez Montalbán, el enemigo en casa. ¿Qué hace una prensa como tú en una democracia como esta? Restar papel al verdadero tigre de papel (ya que no restarle lectores), encarnar un privilegio estatal que el Estado no quiere ni necesita, puesto que, para comer el coco al gentío, ya tiene el aparato de Isabel Tenaille. Y por lo que se refiere a los hombres, a los profesionales, que a uno -viejo humanista pomporé- es lo que más le preocupa, esta prensa puede ser frustrante (no diré castrante, por no caer en connotaciones tipo Freud) para hombres, mujeres, plumas y olivettis que, salvo honrosas excepciones (las excepciones son siempre honrosas: si no son quistes), se realizarían más y mejor en periódicos de la izquierda o la derecha, capitalistas o asamblearios, colectivistas o personalistas, pero periódicos que, en todo caso, son pájaros de papel que quieren hacer nido cada día en el pecho alto de la libertad.
Habíamos quedado en que el Gobierno, los empresarios y Ferrer Salat (esta es la santísima trinidad que hoy nos sobrevuela como paloma de Cibeles) desean una economía libre de mercado, en la que, según recuerdan los más anclanos de Manchester, las cosas van a ir mucho mejor/peor para ricos y pobres. A esa economía libre de mercado corresponde una prensa libre, competitiva, egoísta, altruista, lo que ustedes quieran. Pero lo que ha quedado fuera de la autopista, como artefacto por desguazar, recalentándose al sol de la Historia, es la prensa del Eltado, que en el Movimiento tenía la función de fingir que se movía, y en cambio ahora, cuanto menos se mueva, mejor para todos. En una economía libre de mercado (ya que insisten en el venerando invento), hay que liberalizarlo todo, desde la canela hasta el papel de retrete. Pero, sobre todo, el papel de periódico.
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