Fotonoticia:
De vendedor de alfombras, a ladrón de submarinos.
James Cosgrove, izquierda, sale escoltado por un agente del FBI de una sala del Tribunal Federal de Rochester (Nueva York), camino de la cárcel. James, junto a un limpiador de alfombras y un agente de seguros, habían tramado un rocambolesco plan para robar un submarino nuclear, lanzar uno de sus misiles contra un objetivo desconocido y luego conducir el navío al fondo del mar, en espera de que alguna «potencia extranjera» les ofreciera un buen botín a cambio del ingenio. Como pasa en las películas, los ladrones frustrados tendrán que pensar en la cárcel en una aventura en la que, al final, no intervenga el FBI.
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