Los españoles repatriados de Cuba buscan trabajo
Uno de los principales acuerdos a que llegaron Adolfo Suárez y Fidel Castro durante el reciente viaje del presidente español a La Habana fue el regreso de los repatriados españoles en Cuba, incluidos los presos políticos Héctor Odilio Fernández y Eloy Gutiérrez. El domingo llegaron a Barajas 109 refugiados, la primera parte del total de los españoles residentes en Cuba y que hasta ahora no habían podido volver a su país. En este primer vuelo no figuraban los mencionados presos políticos, aunque se espera que lo hagan en el próximo, previsto para mediados de mes.
Nada más aterrizar en el aeropuerto de Barajas el DC-8 de las Fuerzas Aéreas Españolas con sus 109 cubanos repatriados a bordo, las numerosas personas que estaban esperando a sus familiares desde primera hora de la mañana del domingo comenzaron a agitar los brazos y a buscar en sus bolsillos los pañuelos para contener las lágrimas. La emoción de estas personas, que después de muchos años iban a volver a ver a sus familiares, no era menor que la de los recién llegados.Cuando se abrió la puerta del avión -el mismo que han utilizado los Reyes y el presidente Suárez en sus últimos desplazamientos oficiales-, un grupo de gallegos, vestidos con el traje regional, comenzaron a hacer sonar sus gaitas y a entonar muñeiras de bienvenida. «Esto es para que se sientan como en su tierra, pues la mayoría de los que llegan son gallegos», y no les faltó razón. La primera persona en pisar suelo español había nacido, hace 77 años, en Lugo. María Cabezas bajó del avión enfundada en un grueso abrigo negro -hacía mucho frío en Barajas- y con la expectación reflejada en su rostro. «Estoy muy emocionada por llegar a España después de tantos años. Al fin lo hemos conseguido. En Cuba al principio se vivía muy bien, pero ahora muy mal. ¿Que por qué?», y como buena gallega contesta: «Bueno, pues porque sí. Ahora se vive regular.» Le cuesta seguir hablando, porque ha roto a llorar y está muy cansada. Un hombre de unos cuarenta años, que la tiene cogida del brazo, la disculpa. «Miren, el viaje ha sido muy largo y ella está demasiado afectada para hablar.» Las ocho horas de vuelo desde el aeropuerto José Martí hasta Barajas agotaron al pasaje, compuesto en su mayoría por personas de edad superior a los cincuenta años. Durante el viaje, el doctor Del Pozo tuvo que atender a más de uno por lipotimias y ataques asmáticos, sobre todo a medida que el avión se acercaba a Madrid.
Elsa Arribas, una asturiana que bajó inmediatamente después de María Cabezas, decía, entre lágrimas, estar loca de contenta por encontrarse en España. «Siempre he vivido muy bien en Cuba, pero ahora lo que quiero es pasar los últimos años que me quedan de vida con mi hija, en Oviedo.»
"¿En España hay paro?"
Un madrileño de 42 años, Manuel Martínez, llegó con su mujer, una bella cubana llamada Maria Rosa, y sus dos hijos. En Cuba trabajaba como mecánico de refrigeración. «Yo creo que no me será difícil encontrar trabajo en cualquier empresa madrileña.» Aquí, sin darse cuenta, Manuel Martínez tocó el tema de fondo de toda la operación, resultado de las conversaciones mantenidas por Suárez con Fidel Castro durante el reciente viaje del presidente español a La Habana.Otros pasajeros, no solamente el mecánico de refrigeración, sino también un cajero, un planificado de la construcción, una empleada de servicio doméstico, un licenciado en derecho, dos trabajadores de hospitales... fruncían el ceño sorprendidos cuando oyeron por primera vez en Barajas que en España hay muchos parados, que es muy difícil encontrar empleo, que los pisos son muy caros y sobrevivir es una aventura arriesgada. «¿Paro dice usted?». Sí, casi un millón, según las cifras oficiales, y más de millón y medio según los sindicatos. «Ah, pues no sabíamos nada. Nadie nos habló de esto antes de dejar La Habana.»
Manuel Martínez dijo que en Cuba hay escasez de productos, pero hay bastante seguridad. Aquí, si logra tener dinero no tendrá el inconveniente de la escasez de productos en qué gastarlo. Todo el tinglado publicitario del sistema le hará consumir probablemente el doble de lo que pueda pagar, en cómodos plazos, eso sí, pero la seguridad en el empleo, si es que la encuentra, tal vez no tarden en echarla Manuel Martínez y los otros que como él se han embarcado con toda o parte de su familia en una aventura provocada por el sentimiento de volver a su tierra, pero con un desconocimiento total sobre las condiciones de vida que les espera.
La mayoría de los repatriados, los de más edad, se irán a vivir con sus familiares. Algunos se irán a Estados Unidos, donde también tienen familia. Otros ingresarán en residencias de beneficencia y el resto comenzarán a trabajar en un sistema radicalmente distinto al que dejaron atrás o cobrarán el seguro de desempleo, tal y como está estudiando el Instituto Español de Emigración.
Las libertades individuales
Antonio, un joven gallego que no dejó de llorar hasta pasado un buen rato, pertenece al grupo de jóvenes, la mayoría nacidos en Cuba aunque con familia española, que teóricamente no tendrían motivos sentimentales para venir a España. Antonio lo primero que dijo en la misma pista de aterrizaje fue: «No quiero que la prensa me haga daño, porque quiero que vuelva el resto de mi familia en el próximo vuelo oficial.» Después, ya en el restaurante de la terminal internacional de Barajas, donde el IEE invitó a desayunar a los repatriados -café con leche y croissant-, Antonio está ya más tranquilo, ha dejado de llorar, pero insiste en que no quiere decir nada porque no quiere comprometer la vuelta de su familia. A Miguel y a Raimundo, sus dos compañeros, no les preocupa tanto hablar. Y se explican: «En Cuba estábamos bien, teníamos trabajo y dinero suficiente para ir tirando. Pero allí hurgan demasiado en nuestras vidas, te investigan, te controlan. Nos falta libertad de expresión, la libertad individual que tienen ustedes aquí.» Un joven pasota español, muy próximo a la mesa, comentó: «Estos van de lado con esas ideas.» Pero ellos no hacen caso y siguen hablando. «Nosotros no somos reaccionarios, queremos todo tipo de libertad y eso sólo se consigue en los sistemas políticos pluralistas. En Cuba, en política, está todo hecho. Nos falta algo más, la libertad de pensamiento. Por eso estamos aquí. Las relaciones sexuales antes del matrimonio no están prohibidas, pero están mal vistas. El divorcio, el aborto, los anticonceptivos, son algo completamente normal allí. ¿Los homosexuales? Ah, no. Eso sí que es un problema. Los homosexuales es como si llevaran un estigma en la frente, y eso que cada día hay más, sobre todo entre las mujeres. Las cubanas son muy guapas, pero cada día son menos femeninas. En el trabajo están igual que los hombres. En sus relaciones también. ¿La virginidad?, eso es una tontería.»Cuando oyen la palabra porro Miguel dice: «¿Qué cosa es eso?, ¿es una fiesta?» Les explico que no exactamente, pero sólo entienden a qué me refiero cuando se pronuncia la palabra droga. Para ellos no hay distinción entre las drogas. Tienen el concepto de que la droga mata, como si hubiesen leído las vallas publicitarias que inundan Madrid.
Al final, cuando el camarero se acerca voceando: «Sólo hay un bollo para cada uno. No pueden tomar dos», Antonio, Miguel y Raimundo ponen entonces una cara extraña, se miran y cuando él llega con la bandeja a la mesa estallan a carcajadas y me explican: «En Cuba llamamos bollo a los genitales. Por eso no entendíamos.» Después, cuando hablamos de su próximo trabajo en España, dicen que lo buscarán, y si no lo encuentran irán a Estados Unidos. «Pero la verdad es que nos gustaría mucho quedarnos. Los partidos comunistas son buenos en un sistema pluralista, pero cuando toman el poder, ¡ay, hijita!».
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