Francisco Duarte pide una oportunidad
Francisco Duarte, novillero portugués de veintitantos años; Farruquiño Duarte, de veintitantos años, portugués y novillero de profesión: Paquito Duarte, novillero de-novillos-toros, portugués de veintitantos años, pide una oportunidad.Lleva un mes a la puerta de Las Ventas, lleva un mes tangencial a la circunferencia de Las Ventas, de la Monumental de Las Ventas, pidiendo, esperando, exigiendo, clamando, llorando, confiando en una oportunidad.
Porque Francisco Duarte, que en Portugal ha matado novillos y ha salido a hombros portugueses, sabe que de toros hay que revalidarse en España, como de suecas hay que revalidarse en Suecia.
-Y usted que lo diga, señor Umbral, de toros hay que revalidarse en España, aquí en Madrid, en Las Ventas.
Pues claro, hombre, y de suecas hay que revalidarse en Suecia, que se me acabó a mí el travoltismo hispánico, con lo travolta que yo era, el día en que llegué a Suecia, capital Estocolmo, y me encontré con que, por unas cosas o por otras, entre el idioma, que no hay Dios que lo entienda, entre,el embajador, que era mi querido De la Serna, entre Vasallo, el chico, que estuvo muy amable, entre los rojos, los exiliados y los suecos, que lo esperaban todo de mí, pues ya digo, no me comí una rosca.
Eso te puede pasar a ti, eso te está pasando, querido Francisco Duarte, hermano, tocayo, colombroño (como me enseñó a decir Ynduraín de los tocayos), que no basta con ser torero en Lisboa. Sólo es torero en Lisboa el que es, ha sido o va a ser torero en Madrid. Cosas del centralismo este que padecernos y disfrutamos, tan apuntalado por la ETA, los GRAPO, los etagraposos, los grapocanarios y otros puñados de patriotas que se han empeñado en atornillar la capitalidad a tiros y a muertos.
Porque por ahí no van a ninguna parte, como no vas tú, Francisco Duarte, Paquito como yo, hijo, línea secante de sufrimiento y días que toca, sólo toca por fuera, el redondel geométrico y taurómaco de Las Ventas.
A Francisco Duarte, novillero portugués de veintitantos años, le dejan entrar en la plaza a hacer sus necesidades, afeitarse y pegarse una ducha, y los días que hay corrida le sacan una entrada para que entre.
Los marxistas sentimentales (todos los marxistas son unos sentimetales que leen a Marx como haciendo la mili de la hombría, que es la que hay que hacer), los marxistas sentimentales, digo, le bajan mantas a Francisco Duarte, en estas noches del septiembre postrimero en que, para disgusto del marqués de la Valdavia en su cielo de marqueses y marquesas, ya va refrescando un poco.
Pero oportunidades, lo que se dice oportunidades, a Francisco Duarte no le han dado ninguna, y me temo que no se la van a dar, a no ser que mi querido Vicente Zabala, cheli, quiera echarle una mano, y no digo un capote, porque capote ya tiene Francisco Duarte, y muleta y esos chapines de maja desnuda/vestida que se ponen los toreros para salir a que les retrate recibiendo don Francisco de Goya y Lucientes, que siempre está en la plaza haciendo apuntes, por más que ahora salga Penthouse desmitificando el Prado.
Treinta días, día a día, treinta días han caído, han llovido su sol, su cielo azul, sus estrellas de barrio, sobre Francisco Duarte, treinta días y treinta noches han caído, como treinta monedas falsas de limosna (la gente le da limosna al pasar) sobre Francisco Duarte, treinta mordiscos en su carne hambrienta y portuguesa, en su vocación de gloria, treinta mordiscos de hambre a su hambre de triunfo y de mujeres.
Francisco Duarte tiene por habitación, sobre el ladrillo neo-neomudéjar de la Monumental, fotos de sus corridas, fotos de Dios (el Dios de los toreros) y recortes de prensa y amuletos. Francisco Duarte, novillero portugués, espera, como Portugal mismo, una oportunidad, y todos somos como Francisco Duarte, portugueses por dentro, revolucionarios fracasados, novilleros de la democracia que jamás tomaremos la alternativa, porque no hay toro o hay demasiado toro, y estamos ahí, aquí contigo, Francisquiño Duarte, que no estás solo, que estamos todos a la puerta de la Monumental de la Moncloa esperando una oportunidad.
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